sábado, 23 de agosto de 2025

El lugar del miedo en la política

En Colombia nada pasa por casualidad, pero todo se disfraza de accidente. El asesinato de Miguel Uribe, el carro bomba en Cali, los ataques a la fuerza pública, el referendo para dinamitar el Acuerdo de Paz, los buques estadounidenses rondando el Caribe y la retórica de la derecha que insiste en que todo lo que no le convenga huele a narcoterrorismo… parecieran capítulos sueltos, pero en realidad son la misma vieja serie repetida en bucle.

La trama es simple y conocida: cuando el poder se tambalea, se enciende el fósforo del miedo, se resucita el fantasma del “enemigo interno”, se apunta con el dedo al gobierno de turno y se promete, una vez más, que la salvación vendrá de mano dura, Estado mínimo y sermones de seguridad democrática.

El referendo para derogar el acuerdo de paz es, en ese sentido, casi profético: un país que no sabe qué hacer sin guerra se propone votarla de nuevo, como si la violencia fuera un derecho adquirido. Porque para una parte de Colombia, la paz no es un horizonte, sino una amenaza a la mitología que le da sentido: el héroe armado, el enemigo absoluto, el pueblo disciplinado.

Mientras tanto, Estados Unidos vigila desde el Caribe con sus aviones y buques, como quien mira a un viejo socio que no se decide a recaer en la adicción. A Washington le conviene un Colombia obediente, proveedor de excusas perfectas para la guerra contra las drogas y la presión contra Venezuela. Y a la derecha criolla le conviene esa obediencia porque legitima su nostalgia: ser los guardianes de un orden que nunca existió.

El uribismo, por supuesto, ya no es la religión mayoritaria que fue. Está exhausto, golpeado, judicializado, pero no muerto: como todo dogma decadente, sobrevive gracias al miedo. Porque si algo enseña nuestra historia es que el miedo es la gasolina más barata y más duradera que ha encontrado la política colombiana.

Lo trágico es que la democracia, el Estado y la política parecen arrastrarse en la misma extenuación. Y lo irónico es que, justo ahí, en la decadencia compartida, podría abrirse un espacio para algo distinto. Pero para que eso ocurra, Colombia tendría que romper su adicción al eterno retorno del miedo y la guerra.

Quizá la verdadera revolución no sea tumbar al adversario de turno, sino atreverse a imaginar un país que no necesite enemigos para existir. Pero claro, eso exigiría una política distinta… y en Colombia la política siempre prefiere la pólvora a la imaginación.

Y si la escuela, en lugar de enseñar a temerle al error, lo celebrara como laboratorio de futuro? ¿Si nos formara no para ser fieles consumidores de promesas incumplidas, sino arquitectos de realidades nuevas? En vez de domesticar al ciudadano para votar resignado cada cuatro años, podríamos formar comunidades capaces de imaginar y sostener otros modos de vida, más allá de la dicotomía entre miedo y obediencia.

Un interesante giro educativo sería pasar de la pedagogía del miedo a una pedagogía de la imaginación política. Una educación que no se contente con repetir la historia de nuestras guerras, sino que enseñe a ver los patrones que se repiten y escribir los capítulos que todavía no existen. Quizá allí resida la mayor herejía posible en Colombia: educar no para mantener vivo el eterno retorno del miedo, sino para atrevernos a traicionarlo.

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jueves, 21 de agosto de 2025

¿Qué sé de mi nombre?

Qué se de mi nombre?

Que no lo elegí, que me fue entregado.

He visto cómo un nombre puede dar vida…
o arrebatarla.
El nombre borrado es una herida en la memoria,
un desgarro que arranca a alguien
de la posibilidad de ser llamado.

En los campos de concentración,
la despersonalización pasaba por quitarle el nombre y reducir la cualidad a un número.
En las guerras, en las fosas comunes,
el cuerpo sin nombre es un NN:
un desaparecido,
una ausencia sin eco.

Pero también…
el nombre es caricia,
es diminutivo de infancia,
risa compartida.
Cuando era niño, algunos tíos y tías me llamaban:
Arrés…
Barriguita…
Andresito de Coral…
Negruro…
Otros me dicen Negro.
Aunque no soy negro de piel,
sí lo soy de corazón.

Como canta la Ponceña:
El día que nací yo,
nacieron tres cosas bellas:
nació el sol,
nació la luna,
y nacieron las estrellas.

Mi amada me llama de formas secretas.
Allí mi nombre se vuelve canto íntimo,
ternura y música vibrante.
En muchas tradiciones,
el nombre verdadero es alma.
Nombrar es crear, invocar y recordar el origen.

Y sin embargo,
no todo cabe en un nombre.
Hay algo que se escapa al ser llamado y nombrado.
¿Qué queda entonces por fuera del nombre?
Lo que no tiene palabra.
El silencio como un modo de nombrar.
El misterio que se guarda
detrás de cualquier sonido.
¿Cómo nombrar el temblor
que antecede a mi voz?
¿Cómo ponerle nombre
al rostro que tuve antes de nacer?

Hay presencias que se resisten,
que solo se dejan sentir,
nunca pronunciar.
El nombre es eco,
pero el misterio es fuente.
El nombre me trae de regreso,
pero lo innombrable me abre al horizonte.

Allí,
donde el lenguaje se disuelve,
intuyo que soy más vasto
que mi propio llamado.
Soy eco,
soy ficción,
soy singularidad.
Soy lo que resuena
cuando alguien me llama.

Mi nombre es mi herida
y mi don.
Y cada vez que alguien me nombra,
vuelvo a ser canto,
eco,
memoria.
Y en ese renacer,
vuelvo a preguntarme:

¿Qué sé de mi nombre?




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miércoles, 6 de agosto de 2025

Sobre el autodesprecio y su huella en el mundo

En Cartas del diablo a su sobrino, C.S. Lewis sugiere que el autodesprecio puede convertirse en el punto de partida del desprecio a los demás, y con él, abrir la puerta al pesimismo, al cinismo y a la crueldad. No es una simple emoción triste: el autodesprecio es una grieta en la percepción de uno mismo que termina deformando la manera en que se mira el mundo. Es, en cierto sentido, una forma oscura de trascendencia, un veneno que no se queda quieto en el alma, sino que la rebasa y se proyecta hacia los demás.

Imagen creada usando chatgpt

Podemos imaginarlo como un espejo roto. Uno se mira ahí y lo que ve no es su rostro, sino una versión rota de sí: fragmentos, ángulos imposibles, multiplicaciones del defecto y que al no tolerar esa distorsión, lanza el espejo —filoso— hacia los otros. Así, lo que fue dolor interno se vuelve juicio externo y la herida personal se transforma en lenguaje del mundo. El autodesprecio es entonces un autoconjuro silencioso: una sentencia pronunciada contra uno mismo que se convierte en destino compartido, que tiene el poder de teñir la mirada, contaminar los vínculos, deformar el sentido e interpretar la existencia bajo el filtro constante de la insuficiencia.

Allí donde no se ha tejido una narrativa reconciliadora sobre el ser —una narración donde la propia vida pueda ser habitada con dignidad—, surge la necesidad de validarse de otro modo: rebajando a los demás, desacreditando lo luminoso y talentoso, demostrando que la belleza es una farsa o que la bondad es ingenuidad. Es entonces cuando el autodesprecio y el narcisismo se revelan no como enemigos, sino como dos formas de la misma desolación. Muchas veces, el narcisismo no es más que un artificio para no mirar el abismo de uno mismo, una máscara que cubre la herida con aplausos, con espejismos de poder o con el eco vacío de la admiración.

De ahí nace un círculo vicioso que no solo afecta al yo, sino a todo lo que lo rodea: no valgo, no soy suficiente… entonces me haré admirar, validaré mi existencia afuera (narcisismo); pero si alguien más brilla, me amenaza… su luz me indigna y me encandila (envidia, resentimiento); y finalmente, ese brillo debe apagarse (desprecio a los demás). Así, el yo herido se convierte en juez, el alma rota en cinismo y el dolor no elaborado se vuelve forma de violencia.

Pensar el autodesprecio desde esta perspectiva es reconocer su potencia fenomenológica: no como un mero síntoma psicológico, sino como una estructura del sentir que moldea la ética, el vínculo y la visión del mundo. Y al mismo tiempo, exige de nosotros un gesto radical: la reconstrucción amorosa y compasiva de la imagen que tenemos de nosotros mismos, para que ese espejo roto no siga multiplicando sus filos en la carne del mundo.


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domingo, 3 de agosto de 2025

Las paradojas de pensar la paz

Pensar la paz contiene una suculenta paradoja.  No basta con sentarnos en círculo, tomados de las manos, y cantar “Imagine” como si fuera la gran cumbre de la humanidad. No. Para pensar la paz hay que hacer algo mucho más raro: meterse de cabeza en las cloacas metafísicas de la maldad, abrir la tapa del alcantarillado moral y mirar qué hay allí… aunque huela maluco. Porque, sorpresa: lo que apesta no es solo el otro, también uno mismo.

El anciano de los días - William Blake

Y ahí, como en un casting universal, aparecen las figuras de lo oscuro: el diablo, el infierno, la tiranía… todos muy bien vestidos y con tarjeta de presentación. No vienen a saludarnos: vienen a recordarnos que, tanto individual como colectivamente, tenemos que responderles. Es como recibir una llamada a las tres de la mañana de un número desconocido y que al contestar, una voz diga: “Hola… soy tu sombra. ¿Hablamos?”.

Así como el reino de los cielos está afuera y adentro, el infierno también tiene doble sede. Uno externo, con guerras, dictadores y fake news; y otro interno, donde uno se convierte en esclavo —o peor, en amo— de una rueda de hamster productiva que no para jamás. Ahí uno corre, corre, corre… y lo único que gana es una membresía vitalicia al gimnasio del absurdo.

Pero cuidado: el infierno no es solo para los malvados profesionales. También está lleno de “buenos” certificados, esas almas puras que, para combatir la maldad, se paran en el pedestal de la virtud y señalan con dedo acusador a medio planeta. Algunos incluso tienen la asombrosa habilidad de culpar a todo el mundo menos a su perro. Igual de diabólicos son los que quieren tener siempre la razón: gente que discute como si su vida dependiera de ganar en los comentarios de Facebook.

Y sí, una de las señales más seguras de que ya estamos instalados en el infierno es esta: la verdad convertida en caricatura, las noticias falsas desfilando como reinas de belleza, las guerras autoritarias transmitidas en horario estelar, y los líderes tiránicos saludando desde balcones, ovacionados por multitudes felices… mientras todos pagamos la entrada a ese espectáculo, sin derecho a reembolso.

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domingo, 27 de julio de 2025

Reflexiones finales sobre el juicio a Uribe

Seguí de cerca, casi en un 90 %, el juicio contra el expresidente Álvaro Uribe, el primer jefe de Estado en la historia de Colombia en sentarse en el banquillo de los acusados. Durante meses, entre mis labores cotidianas, saqué tiempo para escuchar sesiones largas, densas y muchas veces indignantes. Aunque a veces sentí que insistía demasiado con el tema, lo cierto es que esta experiencia me permitió, como ciudadano, comprender de manera directa y profunda cómo opera la política criminal en Colombia, cómo se entrelazan el poder, la impunidad y el silencio, y por qué este juicio marca un precedente que no podemos dejar pasar.

Themis 

Este juicio me permitió volver a observar con nitidez los entramados corruptos y los modus operandi que han marcado la política en Colombia: una red donde convergen delincuentes, paramilitares, políticos, medios de comunicación, congresistas, abogados, empresarios y narcotraficantes. Se hizo evidente, una vez más, el silencio cómplice de los grandes medios: cuando hablaron del caso, lo hicieron de forma tendenciosa, encubriendo con sombras lo que debería estar a la luz, siempre en sintonía con los intereses del acusado.

El caso Uribe es paradigmático. Refleja la conducta de quien sabe que ha actuado mal, pero se oculta detrás del lenguaje, tanto verbal como corporal; descalifica a quienes lo enfrentan, desinforma a la ciudadanía y se presenta como víctima de una supuesta persecución política. El hecho de que, tras intentar incriminar a Iván Cepeda, terminara siendo él el investigado, es una muestra contundente del funcionamiento de la sombra criminal que lo rodea.

 Innana

Este juicio también dejó al descubierto las formas subrepticias en las que Uribe se comunicaba con Diego Cadena. En las interceptaciones todo parecía transcurrir bajo un tono aparentemente correcto, casi legal. Sin embargo, el desfile de testigos y las pruebas presentadas durante el proceso evidenciaron que todo había sido cuidadosamente planeado. Quedó claro que Uribe fue el determinador de fraude procesal y soborno en actuación penal.

Y este no es más que uno de los tantos casos en los que tiene responsabilidad. Existen crímenes y violencias mucho más graves cometidas durante su gobierno, por los que también debe responder ante la justicia.

Algo que comprendí con mayor claridad en este proceso es que Colombia ya no es la misma de hace 20 años. La gente ha cambiado. Aunque aún hay quienes lo defienden, la figura de Uribe opera como la del “padre protector”: un arquetipo heroico que promete seguridad y erradicar el mal, como en los relatos de las películas épicas. Pero esa imagen no es nueva en la historia; responde a necesidades insatisfechas, apela a las emociones, al inconsciente colectivo y muchas veces a la ignorancia cultivada por décadas de manipulación mediática y miedo. Hoy, cada vez más personas despiertan de ese hechizo y comienzan a ver con ojos más críticos lo que antes se aceptaba sin cuestionamiento.

Quiero resaltar el papel fundamental de algunos medios independientes en este proceso histórico. El trabajo investigativo de Daniel Coronell, con sus transmisiones masivas, logró imponerse sobre los grandes medios tradicionales, aportando claridad y rigor. Igualmente, medios como Cuestión Pública, Vorágine y La Raya desempeñaron un rol clave: investigaron, informaron y abrieron espacios para el análisis público del juicio más importante en la historia reciente de Colombia.

Mi profunda gratitud también a los abogados de las víctimas, Reinaldo Villalba y Miguel Ángel del Río, por su valentía jurídica y compromiso con la verdad. Y, en especial, a Iván Cepeda, cuyo coraje, coherencia y defensa incansable de los derechos humanos nos dan un ejemplo vivo de sensibilidad ética y grandeza política.

Reconocimiento igualmente a dos mujeres fundamentales en este proceso: la fiscal Marlenne Orjuela y la juez Sandra Heredia, por su templanza, claridad y firmeza a lo largo de todo el caso. Gracias a todas y todos quienes han hecho posible que, por fin, la justicia en Colombia comience a pronunciarse ante tanta impunidad.

Independientemente del resultado del 28 de julio —que espero sea una condena para Álvaro Uribe, dada la contundencia del material probatorio y en aras de fortalecer la democracia en Colombia—, lo cierto es que seguimos avanzando. Las generaciones presentes merecen recuperar la esperanza en la justicia y confiar en una verdadera separación de poderes. La masa crítica en el país sigue creciendo. Las pruebas que salieron a la luz, incluso aquellas que no eran centrales al caso, evidencian la responsabilidad de Uribe en la conformación del Bloque Metro, cómo desde su hacienda se desviaba gasolina para financiar a estos grupos y cómo, durante su gobierno, se persiguió, silenció y asesinó tanto a quienes conocían la verdad sobre los crímenes de lesa humanidad como a quienes integraban la oposición. La historia está hablando. Y nosotros también.

La figura del expresidente carga con un oscuro lastre histórico. Más que un deseo de venganza al verlo en una cárcel, lo que está en juego es un acto de justicia que puede abrir el camino hacia la reconciliación. Necesitamos conocer y asumir la verdad, por dolorosa que sea, para garantizar la no repetición. Esto implica también transformar las condiciones psicológicas, educativas y culturales que han llevado a tantas personas a depositar su fe en líderes y políticas que han causado profundo daño al país. Es hora de fortalecer una política más descentralizada, donde la ciudadanía pueda participar de forma más significativa desde sus propios territorios, construyendo colectivamente los cambios urgentes que Colombia necesita.

Post-criptum: 

La verdad cumple un papel fundamental, especialmente en asuntos de justicia, donde esclarecer los hechos es esencial. Sin embargo, sería un error aproximarse a ella solo para ganar debates o alimentar divisiones que enfrentan a la sociedad en bandos opuestos. Conocer la verdad no debería convertirse en una ocasión para la vanagloria, sino en una oportunidad para cultivar prudencia y apuntalar la voluntad hacia otros lugares. No se trata de exhibirla como un trofeo, sino de permitir que su luz despierte en nosotros revelaciones más hondas, que afinen nuestra voluntad, nuestra ecuanimidad y nuestra capacidad de compasión. La verdad, cuando realmente resplandece, no busca atrincherarnos, sino liberarnos de las falsas certezas y abrirnos al misterio compartido de lo humano

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viernes, 20 de junio de 2025

Juegos en el diálogo de Arte, Ética y Política (I-2025)

Este semestre (I-2025), los estudiantes del diálogo Arte, Ética y Política de la Maestría Arte, Educación y Cultura, realizaron 3 juegos diseñados colectivamente que además de lo maravillosos y creativos que quedaron, entregaron mucho entusiasmo en su realización. Los juegos en su mayoría abordan emociones, situaciones políticas y temas tabúes y complejos de tratar y donde a partir del arte, la narrativa, la creación colectiva y la improvisación se definen una serie de retos para ser jugados.

Caleidoscopio político, juego que aborda a través de un ruleta dividida en 4 emociones, (miedo, resentimiento, asco y amor), discursos políticos, crisis sociales, experiencias personales y situaciones mediáticas reales o ficticias. El juego comienza organizando dos o 3 equipos de igual número de jugadores; el jugador inicia moviendo la ruleta para determinar la emoción con que jugará la ronda y el color de la tarjeta (rojo, azul, verde y amarillo). Saca una tarjeta de color del mazo para obtener el contexto o hecho político a interpretar. Posteriormente debe lazar un dado para definir la acción que le corresponde realizar. Tiene 4 minutos para realizar la acción: mímica, escultura humana, dibujo ciego, construcción con objetos, producción literaria, expresión libre.

Juego recomendado para mayores de 16 años y creado por Vanessa Zea, Angie Leal, René Pineda, Alejandra Quiñones, Diana Nuñez y Cindy Mar Cifuentes.

Más-caras: tus emociones a prueba, juego de cartas que explora temas como las paradojas, tabúes y lo sombrío a través de experiencias artísticas y retos éticos y políticos que desafían a los jugadores. Durante el juego cada participante elije un rol que pondrá a prueba la empatía. El juego contiene cartas de reto que le ayudarán a orientarse y contiene dilemas éticos, invitaciones a compartir experiencias artísticas y sensoriales.

Mínimo dos jugadores y máximo 6; contiene 54 cartas, las cuales 6 corresponden a los roles y 47 a cartas que dinamizan la partida. El reloj de arena contabilizará el tiempo. Las cartas que dinamizan el juego tienen unos temas que son: amor, muerte, política y ecología. 

Creado por Eva Cuervo, Nicolás Escobar, Juana Flórez, Lina Fernanda Pérez, Victoria Ramírez, Sebastián Ravelo, Miguel Sarmiento y Victoria Inés Mcnish


La escalera del destino, es un juego de mesa tipo escalera, en el que el participante lanza el dado y avanza el número de casillas correspondientes, si cae en una casilla especial, toma una carta del mazo indicado y sigue sus instrucciones. El jugador debe resolver el reto antes de pasar el turno. Si otro participante no está de acuerdo con la interpretación el grupo puede debatir y decidir en conjunto. Los tipos de cartas son Rituales (conexión con lo sensorial y lo desconocido) Dilemas ( preguntas profundas que te hacen reflexionar y tomar decisiones), Caos (eventos inesperados que pueden alterar las reglas de juego para bien o para mal) y Creación (retos artísticos y narrativos que te invitan a imaginar y expresarte) 

El primer jugador en llegar a la casilla de destino, debe responder una última pregunta o desafío elegido por los demás jugadores, solo si lo supera, el viaje habrá concluido con éxito. En este juego, el destino no es solo llegar, sino la historia que escribes en el camino. Este juego fue creado por Yenny Yañez.


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lunes, 9 de junio de 2025

Paradojas trágicas en Colombia

Paradojas amargas y tristes este fin de semana en Colombia. 

El sábado 7 de junio en horas de la tarde el senador Miguel Uribe, mientras hacía alocución en un parque en el barrio Modelia en Bogotá, en el que hablaba sobre la legitimidad del porte de armas por "gente de bien", recibe tiros en un intento de homicidio por parte de un niño de 15 años. Esta situación aterradora sucedía mientras hacíamos con estudiantes de la Maec, tremendo asado, probamos uno de los juegos creados por ellos este semestre y bailábamos salsa y merengue. Al otro día se celebraba el Concierto de la esperanza en la plaza de Bolívar de Bogotá que estuvo repleto de jóvenes y también un día que nos levantó con un temblor mareador con epicentro en Páratebueno.

Mi reflexión es primero que todas las vidas importan, nada justifica la violencia y el asesinato de nadie.  Mi oposición es clara y vehemente a  cualquier forma de violencia política venga donde venga. Triste ver cómo se usan a las personas menores y más necesitadas y traumatizadas para un tipo de crimen como estos y muy doloroso escuchar cómo se usa este hecho para catapultar o denostar a otros actores políticos.

Lo otro que me llama la atención es que la derecha habitualmente centra su discurso en la negación de su adversario, cosa que la izquierda y las fuerzas progresistas vienen aprendiendo y cuando a veces algunos caen en este juego, no deberían engancharse así: los influenciadores políticos deben dar ejemplo y no monopolizar el discurso de resentimiento y odio.

Colombia vive una especie de déjà-vu de los años 80 y 90: la violencia se filtra de nuevo en la arena política, amenazando con revivir una pesadilla de magnicidios. Por eso, es urgente que todos y todas y especialmente líderes de todas las tendencias, incluido el gobierno actual, actúen con mesura, responsabilidad y cordura en su discurso y eficacia en la investigación de los hechos. La polarización maliciosa y la deshumanización del otro exacerban los conflictos.

Una hipótesis que surge es que quienes están detrás de este hecho violento, su propósito es desestabilizar el país y legitimar de nuevo la guerra y el conflicto y la lógica del miedo y la seguridad a toda costa. Política desastrosa que hemos visto en las últimas dos décadas.

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sábado, 7 de junio de 2025

Mi historia con la radio o el relato de un alma en resonancia

En los albores de mi infancia en Cali, cuando el tiempo era murmullo y juego y la vida se abría ebria en aromas a mango y chontaduro, resonaba en mi casa las voces encendidas de los narradores de fútbol. Eran transmisiones radiales que una mujer joven ponía a todo volumen mientras hacía oficio. La casa vibraba con la pasión de los diablos rojos en su  época de oro cuando jugaba Gareca, Falcioni, alternábamos con el juego callejero del metegol y en una Navidad a finales de los ochenta, recuerdo que ya empezaba a lucir las pantalonetas apretadas del Pipa de Ávila, que me hacía encarnar la agilidad del 7, la velocidad del relámpago y la finta imaginaria. 

En esta experiencia que les cuento, el fútbol se abrió primero como escucha sonora y luego como deporte practicado con intensidad al final de mi bachillerato en los andenes en el Olímplico y más disciplinadamente en Ferroclub. Pienso ahora que la radio tuvo que ver mucho en mi iniciación al fútbol, pasé a ser fan de “la mechita” y luego volante de creación y central en la 1C en la Universidad Nacional de Colombia y del equipo Once Caldas. Por poco me convierto en futbolista profesional, pero el asombro, la curiosidad, el arte, la filosofía y la pasión por la patafísica y el conocer me jalaron a la Universidad.

Los sonidos del mundo natural también tejieron su urdimbre en mí y orquestaron mi forma de ser: los pájaros, los grillos, las cucarachas, el sonido de los chiminangos, las aguas del Río Pance, el parque de la Caña como escenario de juego y asombro, la música de Henry Fiol y el Grupo Niche, Ismael Rivera, Fruko y sus tesos, los Latin Brothers, Héctor Lavoe, La selecta, Oscar de León, La Fania, Guayacán, El Gran Combo… eran los músicos que surcaban por los barrios de Cali día a día.

A principios de los años noventa nos trasladamos a Pereira, y allí, como un niño transitando hacia su adolescencia descubrí la magia de una grabadora con una larga y espigada antena. El ritual nocturno consistía en pararme sobre la cama y, cual chamán, buscaba frecuencias lejanas, emisoras de otros países, voces ajenas que llegaban como murmullos de estrellas. A veces, entre la estática, se colaban conversaciones telefónicas que la antena sintonizaba como secretos del aire. No importaba comprender lo que escuchaba; lo clave estaba en el asombro y en sentir que el lenguaje se estiraba como un puente entre mundos.

Así aprendí a tener cierto gusto por las historias misteriosas y complejas, y fue en un programa de la Universidad Tecnológica de Pereira a principios del siglo XXI, donde escuché por vez primera hablar de agujeros negros, la cuadratura del círculo, la astrofísica, la mecánica cuántica y  Aristarco de Samos con su visión heliocéntrica del mundo… un espacio para navegar  otros mundos. En ese momento atestigüé el poder oracular de la radio.

En mi adolescencia, escuchaba frecuentemente Radioactiva, los riffs de Nirvana, el grunge como grito existencial y el metal como rito iniciático. La Cortina de Hierro era mi iglesia pagana, y en los fines de semana escuchaba Soda Stereo, Caifanes, Aterciopelados, Police, Pink Floyd, Led Zeppelin, Metallica, Iron Maiden, Ekhymosis, Green Day y un largo desfile de espíritus eléctricos.  Como buen coleccionista en formación y el gusto por la música, pirateaba los casetes de mi madre. Lo que hacía con ellos es que les daba nueva vida, dibujaba sobre el anverso de ellos, les ponía nombres, los marcaba con mi tinta interior. En los casetes que iba ensamblando, vivían las voces de la emisora cultural Remigio Antonio Cañarte y sus maravillosos programas, ecos de jazz, funk, Piazzolla, Al Di Meola, Víctor Jara, Violeta Parra, y las músicas colombianas hermosas que mi madre aún escucha cada mañana como si fueran parte de su oración cotidiana.

Luego vino el internet y comencé a buscar sonidos del mundo: músicas errantes, voces nómadas y ritmos de otros continentes. Así nació Fosa Orbital, nuestro espacio musical en la 98.5 fm UN Radio entre 2008 y 2010. Allí divulgamos lo encontrado en el viaje musical que compartía con mi primo Leo: afrobeat, blues, reggae, electrónica, cumbia, dub, flamenco, hip hop, drum&bass, funk, nuevas músicas colombianas. Por el programa pasaron Carolina Botero de la Fundación Karisma donde habló de la importancia del las licencias Creative Commons, se lanzó el segundo disco de Meridian Brothers, Este es el Corcel Heroico que nos Salvará de la Hambruna y Corrupción, hacíamos fiestas en bares y la musicalización y remix de la película “el hombre con la cámara” de Dziga Vertov y sellamos esta primera década del siglo bailando en el gran toque de Mad Profesor y también un festejo descomunal en el Iberoamericano de Cultura en Medellín donde estuvo Silvio Rodríguez, los Van Van, Fito Paéz, Susana Baca y recuerdo muy bien fue cuando conocí a Emilsen Pacheco y al gaitero Paíto Sixto Salgado.

La magia de la radio se transformó en la navegación errática del internet y en la compulsión por las descargas piratas y por bitorrent. Pero el deseo no murió. Por una parte, conocí el impacto de Radio Sutatenza como modelo edu-comunicativo en Colombia, Radio Victoria de mi amigo Alejandro Araque, Radio Libre, Altair, Noís Radio, el programa perdidos en el espacio de Chile y profundicé en una suerte de etnografía en mi tesis de Maestría con Martín Giraldo fundador de Radio Cápsula, interesado en aquel tiempo en la librecultura el streaming y las músicas electrónicas. Con las brasas de Fosa Orbital hicimos programas independientes, pequeñas constelaciones de sonido y una última expedición en el estallido social rodando el documental Cacerobeat. 

La radio y sobre todo la consciencia de lo sonoro regresó como pulso vital en tiempos de encierro y pandemia. En medio de aquella pausa evolutiva, en el 2021 comencé a hablar con amigos y amigas educadores, investigadores, artistas y activistas  que inspiraban nuevas formas de educación, comunicación y cultura. Y así regreso de nuevo a los micrófonos, esta vez como creador y locutor de nuevos espacios: las video-conversaciones con la Udelfuturo (130 episodios); el programa radial Pázala Voz del CEPAZ en la UPN; el podcast Imaginación Política en 17 Radio; el podcast de la Revista Pensamiento, Palabra y Obra; podcast Resonancias Viajeras que realizo con el parcero Fito y ahora continua el viaje como líder de un semillero del CEPAZ donde el arte, la paz y la comunicación convergen.

Para el segundo semestre estaremos proponiendo un curso de Narrativas Sonoras para la Paz en alianza entre Cepaz y la Unidad de Víctimas. El propósito: dar dignidad a las voces de las víctimas del conflicto armado, sus sueños, proyectos, hacer del sonido una semilla, una medicina, una plataforma de memoria y esperanza de futuro. También estaré liderando el semillero del CEPAZ arte, comunicación y culturas de paz, en el que estaremos produciendo junto con estudiantes de la UPN dispositivos didácticos y lúdicos para la construcción de paz y experimentando con producciones radiofónicas y sonoras.

Así me siento y escucho hoy, como un habitante entre ondas, un peregrino de frecuencias, un nómada en la fosa orbital, un amante del eco y de la interferencia. En cada transmisión, en cada grabación, sigo escuchando el murmullo del universo que me sigue susurrando asombro y misterio.






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viernes, 2 de mayo de 2025

LIBRO: Estéticas de la re-existencia

El sábado 10 de mayo estaremos en la Feria de Libro de Bogotá lanzando el libro Estéticas de la Re-existencia, texto que nace de un proceso de reconstrucción y diálogo con las experiencias que participaron en la Cátedra de paz del 2021 que lideró la Facultad de Bellas Artes de la UPN.  En esta publicación "buscamos recoger de una manera distinta las memorias de dichos encuentros, el interés apunta a reflexionar sobre las artes aplicadas a los procesos de paz a lo largo y ancho del territorio nacional: desde Catatumbo hasta San Onofre, de Soacha hasta el Chocó, de Icononzo a los Montes de María. Un viaje por el territorio en clave de revisión histórica de la violencia política y las apuestas artísticas para sostener viva la memoria y evaluar críticamente los procesos de paz".






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sábado, 26 de abril de 2025

Podcast Pázala Voz (CEPAZ-UPN)

Estaré este miércoles 30 de abril en la Feria del Libro en Bogotá (FILBo 2025)  en en el Panel Narrativas Sonoras para la paz y el sábado 10 de mayo 5 pm lanzando un libro sobre Estéticas de la re-existencia que escribimos con el grupo de Arte y Formación para la Paz de la Fac. Bellas Artes de la UPN. 

Aprovecho para contarles que este primer semestre en la pedagógica radio realicé 6 programa radiales en Pázala Voz, programa del CEPAZ, Centro de Educación para la Paz, la Memoria y los Derechos Humanos de la UPN. Los temas abordados en los episodios fueron los siguientes: 1. Apuestas presentes del CEPAZ con Miguel Franco director del Centro. 2. Educación para la paz con el profesor José Manuel González. 3. Arte, Juegos y Construcción para la paz (en el que invertimos los roles y fui yo el invitado) 4. Prácticas de Resistencia desde el sur Global con la profesora Yésica Cortés, Daniel Enrique Barrera y Cristian Camilo. 5. Arte y paz con la profesora Laura López Duplat 6. Transmisión en la plaza de Bolívar acompañando el Día Nacional de la Memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto armado con el profesor y escritor Fernando González

Fernando González y Andrés Fonseca (integrantes CEPAZ-UPN)

Para escuchar todos los episodios dar click en este enlace: https://radio.upn.edu.co/podcast/pazalavoz/

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Encuentro con Estela Quintar.

Un encuentro maravilloso con la maestra Estela Quintar quien hace unas semanas estuvo por Bogotá. Muchas ganas tenía de compartir con ella desde que Hugo Zemelman nos la presentó en Manizales cuando iniciaba Ipecal (Instituto Pensamiento y Cultura en América Latina, A.C.). Estuvimos con estudiantes de la Maec Upn en la librería Prosa del mundo en el lanzamiento del libro Cauce y Río. Poéticas del presente en el pensamiento de Silvia Cusicanqui, Estela Quintar, Yayo Herrero y Raquel Gutiérrez. Animado por volver a retomar estudios y agradecido por su pensamiento, generosidad y belleza.

Encuentro con estudiantes MAEC

Cafecito en Quipile con Estela Quintar


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viernes, 25 de abril de 2025

Universidad del futuro: cocreando comunidades de aprendizaje

En este artículo expongo una breve reseña de la iniciativa La Universidad del futuro que nace en el 2021 en Bogotá - Colombia y que tiene como intencionalidad crear redes y comunidades de aprendizaje y educación integral alrededor del mundo. También describo los fundamentos narrativos que dan sentido a la experiencia tales como la abundancia educativa, las conversaciones profundas, el currículo como viaje, el maestro como intermediario y finaliza compartiendo las 9 aulas vivas que han surgido de las conversaciones (+ de 129 episodios) que he realizado en el videopodcast.

El texto fue publicado en el libro Horizontes expandidos de la educación, la tecnología y la innovación. Editorial Aula Magna. McGraw-Hill. España. 2024.

Enlace al artículo completo y al canal en comentarios...invitados a compartir y a suscribirse:



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Poéticas de la vitalidad. Reflexiones en torno a la educación y la inteligencia simbiótica (Revista PPYO, 2025)

Les comparto este artículo llamado Poéticas de la vitalidad. Reflexiones en torno a la educación y la inteligencia simbiótica que publiqué recientemente en la Revista Pensamiento, palabra y obra de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Pedagógica Nacional.  En este texto me propongo abordar una serie de reflexiones sensibles, lecturas del presente y estrategias pedagógicas acerca de diferentes formas de conexión, resonancia o simbiosis del ser humano con sus emociones, la 

mente, la tecnología, lo no-humano, las paradojas y el mundo de lo sagrado. Estas relaciones relaciones resultan conformado un espacio propicio para el despliegue de poéticas de la vitalidad, inspirando nuevas maneras de ser y pensar, educarnos mutuamente y un contexto para compromisos éticos y políticos más afirmativos, creativos y regenerativos.

Leer artículo completo aquí:


https://revistas.upn.edu.co/index.php/revistafba/article/view/22076/14887

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domingo, 9 de marzo de 2025

Sobre el Juicio contra Álvaro Uribe

El juicio que por estos días se realiza al expresidente Álvaro Uribe por soborno de testigos y fraude procesal, está mostrando muchas hebras del conflicto en Colombia y poniendo de manifiesto el modus operandi de diversos actores políticos donde la mentira, la manipulación, la violencia y la maldad resultan configurando un conjunto de estrategias recurrentes, notorias y contundentes. Un juicio que viene en mi concepto aportando elementos para reconocer el entramado violento donde converge el paramilitarismo, el narcotráfico, el crimen, la cárcel y la política y contiene material probatorio suficiente que va más allá del soborno a testigos y fraude procesal por el que se le acusa a Uribe y se acercan a piezas muy importantes del rompecabezas para el esclarecimiento de la verdad y el reconocimiento de los patrones de la violencia política en Colombia. 

Ahora que la verdad está surgiendo, es necesario poder crear espacios colectivos para escucharla, instalar una comisión de la verdad en todas las relaciones, una clase magistral de ética para todo el país. Ambos juicios, el de Diego Cadena y Álvaro Uribe, están nutriendo nuevas comprensiones sobre cómo opera la política perversa y cruenta y por otro lado es un caso ejemplar sobre la legitimidad y pertinencia de la justicia, la importancia en la separación de poderes, el esclarecimiento de acontecimientos que estaban velados  e interrumpidos deliberadamente.

Otro cualidad especial del juicio es que sean conducidos por dos mujeres: la juez Sandra Heredia y la fiscal Marlene Orjuela Rodríguez. Un ejemplo para toda la humanidad y ejemplo de valentía, rigor y entereza.

Escuchar estos testimonios directos implicados en el caso de Uribe y Cadena, recuerdan a su vez el poder de conocer las memorias del conflicto, para tener comprensiones más completas y sistémicas de los conflictos, por qué llegamos hasta donde llegamos. Ver los intríngulis de una política peligrosa, opresiva y cruenta que ha permeado al país.

Sorprende también la insistencia de la defensa en seguir negando y dilatando el proceso y ver también la existencia  de personas que escuchando tales testimonios sigan defendiendo a los acusados, los medios refuerzan la desinformación y la polarización y son sagaces como los políticos en el arte de manipular. 


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sábado, 22 de febrero de 2025

Gestos artísticos en clave de emociones y política

A partir de la lectura del libro “La vida emocional del populismo” de la socióloga Eva Illouz, los estudiantes de la Maestría en Arte, Educación y Cultura de la UPN (I-2015) exploraron a través de gestos artísticos las relaciones entre emociones, ética y política.


















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