viernes, 24 de febrero de 2012

cambio climatológico global

Estos son algunos acordes sueltos a cerca de algo que venimos pensando y trabando y quizá avistando: la era de la jovialidad. Son 21 pensamientos aforísticos acerca de la necesidad de tejer otra climatología de los espacios comunes, existenciales y políticos que habitamos.

1. La era de la jovialidad en que vivimos, necesita urgentemente otra condición climatológica global.

2. La virtualidad que se empieza sentir por el mundo, se cruza en gestos y miradas, en toda posibilidad de viaje sin motivos y en toda alegría compartida.

3. Nada hay más virtual que la alegría cuando estamos juntos y nada más universal que las sonrisas que enamoran.

4. La materia de la pasión y por ende la virtualidad, no se encuentra en las tecnologías, ni en la educación, ni en la ciencia, ni en la interdisciplinariedad, sino en los corazones que arden de deseos y vida, y están repletos de unas micropartículas compuestas de otra materia en donde residen reservas comunes de humanidad.

5. Así que se nos antoja decir que la crisis de humanidad que vivimos comienza a gestarse y a encontrar sus oportunidades, en los acompañamientos a nuestros nacimientos; en el acto de buscar las reservas en lo común; y en la activación de esas moléculas que en su abundancia nos aclimatan para los cambios.

6. Es posible imaginar que este cambio de clima ya viene mostrando sus primeros augurios, sus primeras fórmulas de juego. El clima puede cambiarse instalando lugares que perfumen el corazón y la vida de los viandantes: a los que estamos aquí y ahora en el planeta.

7. La atmósfera tiene latentemente todos los nutrientes para hacerse lluvia, arcoiris, efecto cósmico de la bienaventuranza. Pero hemos aprendido que la atmósfera por sí sola no se autofecunda y existe la necesidad de polinizarla.

8. Nuestros lugares necesitan, pues, otra climatología, que sea tan fecunda como los seres que habitan entre estos mundos.

9. La falta no es de recursos sino de mantenimiento de atmósferas de clima cálido, de comunidades y políticas climatológicas que expandan el rumor de lo salvaje y el potencial de la alegría.

10. No necesitamos hablar más, sino tocar hasta que la atmósfera empiece a entregar su rocío; necesitamos que la magia de las personas comience a desprender más bioluminiscencia, a gastar más energía. Después le dejaremos a las flores iniciar su acto de propagación.

11. Es fácil que nuestras energías se saturen pero difícil que la atmósfera lo haga. Al hacerse cada vez más densificada por nuestra fragilidad, se diversifica y genera unas lógicas singulares de autocreación.

12. Mantener esta atmósfera está actualmente muy adornada, pero hay una seguridad que se contamina de todo aquello que se mantiene erguido, creativo en acechanza y búsqueda de un movimiento de lo interno más expandido y sostenido en el tiempo.

13. La era de la jovialidad se está cruzando con sus propios actores y cauces, se hace red; transplanta lógicas que no le pertenecen y traduce la energía en potencial polinizador, que es su acto performativo.

14. La complejidad en la que se ubica este planteamiento, como lo ven, es accionado por la simplicidad y la belleza de quien anda trasuntando las vertientes más enriquecidas. Es decir de quien habita un clima nutritivo.

15. La deuda que tenemos ahora, en los albores del siglo XXI, ya no es externa, como afirma la política, los medios y nuestras instituciones, sino que es una deuda con la vitalidad y con el saber y espíritu compartido. Estamos eso sí en deuda y somos al tiempo rehenes de esa externalidad.

16. La crisis por tanto no es financiera, ni una crisis de capital, como se afirma en muchas partes, lo que sucede es que ahora no sólo revalorizamos el poder del capital sino que imaginamos y otorgamos un sentido a todo aquello que nos enriquece. No estamos entonces presos del capital, sino que transgredimos todas sus acrobacias en intentos para el porvenir de otras encarnaciones. Una crisis, que actualmente opera y es efectuada por una ocultación de una atmósfera cercana y potencial.

17. La vida en el planeta surgió sobre todo por unas condiciones atmósfericas adecuadas y precisas. Quizá un salto pos-humano o más humano que lo humano, vendrá igual de atmósferas más expandidas, abiertas y tropicales.

18. Este cambio de atmósfera trae previo una transformación global del ecosistema humano, social y natural.

19. La especie humana se ha dado cuenta muy tardíamente, que puede - en las condiciones actuales de existencia y a partir del tiempo histórico recorrido - cambiar (sinónimo de cuidar y cultivar) radicalmente el paisaje y su atmósfera.

20. Esta radicalidad está ligada con la velocidad como puede obtenerse ese cambio, cómo se pueden acortar las distancias y acrecentar las experiencias: ++++la disposición de tiempo. El problema es que hemos dejado a que las empresas, las instituciones y la política absorban y hagan con esa misma lógica esperpentos superpotentes.

21. La velocidad que estamos viviendo y que estamos construyendo reside en animar nuevas lógicas de vecindad, para un cambio climatológico global a partir de la jovialidad.

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jueves, 2 de febrero de 2012

Por una pedagogía de lo común


Ante lo común no hay mucho para decir, pero sí mucho que leer, descifrar, cuidar, producir y compartir. Siempre me pregunto cuando me enfrento a otros, a trabajar en proyectos o en el contexto educativo, qué es lo que nos hace en común y siempre emergen mil sorpresas… y resulta que cuando menos pensamos, cuando ya todos nos vamos para la casa, aparece un pliegue, delicado y tenue donde se despliegan infinidad de aprendizajes. Muchas veces me he preguntado qué surge cuando la pregunta es por hacer que lo común tenga su lugar en el aula y convierta este interrogante en la ocasión para vivir juntos. Y una de las respuestas que he avistado en los últimos tiempos, es que es algo que nos convoca y nos invita a la experiencia, al viaje, al nomadismo pedagógico que tiene como acontecimiento transformar los trayectos sensibles de cada cual en obra de arte. La experiencia de lo común entonces se parece a un deslizamiento del sujeto por fuera de los límites y en cuanto a obra de arte, responde a un acto performativo en el cual se enfrenta cada quien con alegría frente a lo que ha descubierto: a sus aventuras vitales.

Por eso hemos de pensar que lo común es algo que hace parte de cualquier pedagogía invisible (Cobo & Moravec, 2011) que por su frágil apariencia latente y cotidiana de sentido común, es algo que hay que avivar, como se prende el fuego o se experimenta un acto festivo. Lo común es algo que se relaciona con la intimidad de cada sujeto y con un espacio donde aparecen sus debilidades, potencias e inclinaciones. La pregunta y experiencia en lo común, además de hacer sensible a los sujetos frente a sus experiencias y sus tatuajes, en su entronque con el acto pedagógico, es un acto de amor, de expresión compartida. Quién hace de la pregunta por lo común, una de las claves para ser co-partícipe del mundo en el que vive, contagia a los otros a desnudarse y a entrar en ciertos lugares en los que la existencia emprende un viaje a lo desconocido. Siendo tan cercana para todos y tan real y desmesurada, la experiencia en lo común es algo que es fruto de un toque y no se encuentra como algo a priori en la experiencia educativa. Es por esto que cualquier espacio de formación que quiere producir contextos y subjetividades, ha de ser una incubadora de comunidades, potenciadora de lo que nos hace en común.

Nadie podría responsabilizarse de lo común, ni menos puede ser delegado a otras instancias públicas o privadas. Como es algo que nos constituye, pero de lo que no podemos tener propiedad alguna, nos exige preguntarnos por el modo como experimentamos las relaciones con los otros. En el escenario contemporáneo de la educación hay dos tendencias muy marcadas. Una que es la que tiene el semblante de la defensa, y en donde tiene como ícono la manifestación y la protesta en donde se profieren consignas para que se ejerza la educación como derecho; es esta, movilizada por sectores de la educación pública y otros movimientos sociales, la que interpela al el Estado para que se haga cargo de ella y para que la resguarde ante los vaivenes del mercado; la otra tendencia, muy hegemónica en estos tiempos y que tiene como portaestandarte la reforma a la ley 30, es la de la privatización y adelgazamiento de las responsabilidades estatales frente a la financiación de la educación. Esta última perfila la educación como un servicio, donde predomina el formato tecnocéntrico y excluye a muchos de la oportunidad de formarse.

Estos dos polos han estado configurando la experiencia de movilización social en todo el siglo XX. No obstante, el breve trayecto que llevamos de siglo, me hace pensar que existe un camino intermedio, que hace resonancia en lo común y que exige más desafíos por parte de todos, no sólo profesores y estudiantes sino de toda los sectores de la sociedad. Este eco o resonancia, que es medio y paisaje, condiciona a la sociedad y a los sujetos y comunidades que hacen parte de ella, a rediseñar los espacios y tiempos donde acontecen los aprendizajes y emplaza al sujeto en una condición en donde la remezcla de afectos y de expectativas de presente y de futuro hacen parte del currículo común. Es allí, en esta especie de restitución de la voluntad y del coraje de construir colectivamente, donde he percibido un desplazamiento de la indignación, (tan ejemplar del año que acaba de terminar) a la construcción de lo común; y donde he pensado que este movimiento sutil, potencialmente revolucionante, puede inaugurar la gestión de comunidades donde es posible vivir con otros, aprender y compartir. No hay más tiempo - y es un acto insensato, que disminuye la potencia de los bienes comunes - seguir delegando a otras instancias de poder lo que nos potencia y nos hace en común. Si queremos otra educación, tenemos que imaginar su semblante y su contexto, cuidar esos excedentes cognitivos (Clay Shirky, 2010) que surgen en los vínculos y se activan entre las personas en sus tiempos libres y desplegar la creación de comunidades de aprendizaje y de ciudadanía que puedan mostrar y delinear los horizontes de una educación posible, abierta, común y activista.

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