Preguntarnos por las prácticas ciudadanas, implica necesariamente pensar en los tipos de vínculos sociales que construimos, en la historicidad que nos constituye, en las relaciones, lugares, tiempos en donde nos hacemos. Implica a su vez preguntarnos por la ciudad que practicamos, reflexionar acerca de la ciudad imaginada, en el tipo de grupos, alianzas de amigos, colectivos y experiencias,...que nos hacen ser lo que somos, lo que pensamos y hacemos en comunidad y la comunidad que hacemos y pensamos; es decir en las maneras de compartir y de participar y también en las formas de enunciar y expresar.
De esta forma los espacios ya no son solo lugares sino representaciones y por tanto la ciudadanía, en tanto práctica y construcción, también es posible pensarla desde una representación (si se quiere simbólica) en tanto se está, en muchas ocasiones, en un espacio representado, en un espacio virtual, y en los que confluyen también lo real, pues los medios, las nuevas tecnologías de la comunicación y la información permiten la extensión de la ciudad, en su posibilidad de configuración de lugares de encuentro, de expresión, de significados entre sujetos, entre individualidades, entre subjetividades, (volátiles y flexibles y que existen en el instante del encuentro) que permiten un accionar, un estar en lo colectivo, en la creación, en la construcción de proyectos comunes.
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