martes, 3 de junio de 2008

LA VENTANA PARA DENTRO Y PARA FUERA


Los ojos hablan mirando, son las ventanas de lo que tenemos dentro. Las ventanas dejan entrar la luz y salir la vista. Sale un mundo y entra otro, a través de su transparencia entra el mundo completo.

Mi ventana está detrás de las calle quinta, que está detrás de las Torres del Parque, que están detrás de la carrera séptima que está detrás del hotel Tequendama, que está en medio de la ciudad de Bogotá, mucho antes de la línea del horizonte que siempre está más lejos.


Estoy detrás de mi misma, me rodeo a mi misma, soy mi primer círculo concéntrico.

El segundo círculo que me rodea es físico, calle, carrera, número, piso, sala, oficina. Objetos que me expresan, paisajes interiores que tranquilizan. En la oficina un computador, un aparato que es una ventana que mira hacia dentro, que deja ver pero no tocar.

Una terraza con materas, hojas, flores, hace de puente entre el afuera y yo. El tercer círculo. El paisaje abierto. Ambiente de ciudad. Casas seguidas unas de otras, o unas encima de otras, con ventanas que dejan entrever un pequeño y complicado mundo en su interior. ¿Qué pensaría un extraterrestre de este paisaje? ¿Creería que como cualquier otra especia terrícola, construimos madrigueras?

No siempre es igual lo que se ve. Un edificio es distinto cuando cambia el sol o le da el viento, cuando amanece o anochece, cuando el que lo mira está distraído, alegre o neutro. De todas maneras, existen los edificios, son altos, se creen muy grandes, pero cuando se los mira desde arriba son muy pequeños.

El cuarto círculo es el firmamento, el éter. Está en todas partes, arriba, abajo, al oriente y al occidente.

El quinto círculo de nuevo me encuentra a mi misma, de ir tan arriba, llegue aquí abajo.

Un círculo en medio de un círculo en medio de un círculo y muy en el fondo un vacío.

 

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