Una película realizada por Cristi Puiu, uno de los grandes cineastas del nuevo cine rumano, que mezcla el drama con toques de ironía y humor negro. Lo que se presencia aquí es una comedia dramática y coral, una coreografía claustrofóbica, que tiene por tema, un (des)encuentro familiar que es suscitado por una cena que suele celebrarse a los 40 días como conmemoración a la muerte de la persona difunta. Algo fantástico y mareador es que la cámara representa la perspectiva del padre ya muerto, en palabras del director “era la despedida del muerto, como si estuviera mirando a los vivos por última vez”. Una historia que va y viene, entra y sale, oscila mediante largos planos secuencias, cámara en mano, paneos rápidos, planos a contraluz que a veces solapan más que lo que muestran. Increíble y desgarrador reconocer cómo cada familia es un microcosmos donde se refleja toda la sociedad, un espectro de conciencia amplio y plural, donde cohabitan las alergias y adicciones, los problemas, el racismo, las personas codiciosas y fanáticas, los liberales, feministas, existencialistas, comunistas y conspiracionistas. Quizá al momento de hablar de transformar la sociedad, pensáramos el gran koan que es cada familia y la gran oportunidad, en una escala más loable y desafiante, de intentar transformarla, con sus conflictos, odios y afectos, historias y complejidades, porque como señala el director, “creemos conocer la familia pero es mentira”. “Las historias que componen nuestras propias historias personales son en realidad ficciones” Una película larga, cansona a ratos, pero bastante magnética y maravillosa.
martes, 6 de agosto de 2019
Sieranevada: Tensiones de un (des)encuentro familiar
Una película realizada por Cristi Puiu, uno de los grandes cineastas del nuevo cine rumano, que mezcla el drama con toques de ironía y humor negro. Lo que se presencia aquí es una comedia dramática y coral, una coreografía claustrofóbica, que tiene por tema, un (des)encuentro familiar que es suscitado por una cena que suele celebrarse a los 40 días como conmemoración a la muerte de la persona difunta. Algo fantástico y mareador es que la cámara representa la perspectiva del padre ya muerto, en palabras del director “era la despedida del muerto, como si estuviera mirando a los vivos por última vez”. Una historia que va y viene, entra y sale, oscila mediante largos planos secuencias, cámara en mano, paneos rápidos, planos a contraluz que a veces solapan más que lo que muestran. Increíble y desgarrador reconocer cómo cada familia es un microcosmos donde se refleja toda la sociedad, un espectro de conciencia amplio y plural, donde cohabitan las alergias y adicciones, los problemas, el racismo, las personas codiciosas y fanáticas, los liberales, feministas, existencialistas, comunistas y conspiracionistas. Quizá al momento de hablar de transformar la sociedad, pensáramos el gran koan que es cada familia y la gran oportunidad, en una escala más loable y desafiante, de intentar transformarla, con sus conflictos, odios y afectos, historias y complejidades, porque como señala el director, “creemos conocer la familia pero es mentira”. “Las historias que componen nuestras propias historias personales son en realidad ficciones” Una película larga, cansona a ratos, pero bastante magnética y maravillosa.
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