domingo, 11 de agosto de 2019

Recuerdos de infancia

Celos

Cuando pequeño simulé tener un pie más largo que el otro como estratagema por los celos que me dio el nacimiento de mi hermana.

Magia en la primera infancia

Cuando vivíamos en Cali, mi hermano me estaba enseñando magia metiéndose un grano de maíz por una oreja y sacándola por la otra. Al empezar a practicar muy contento y ver que no salía, terminé con lágrimas en los ojos, una bata azul y acostado en una camilla rodeado de muchos doctores. Fue mi primera recuerdo de un hospital.

Performance


Recuerdo que en Pereira estaba asomado en la ventana con mirada de niño regañado, me habían prohibido salir hasta no hacer tareas; al verme unos amigos más grandes que solían sentarse en la "bancamear", me retaron a que si me pasaba por el filo de la ventana, me darían 100 pesos. Yo aproveché que no podía salir, para llamar más la atención y hackear la frontera impuesta. Este fue uno de los performance que más recuerdo y además pago.

Castigos

Hace poco conversando con Laura, un bella prima, me compartía una anécdota que yo había olvidado. Cuenta que su mamá le contaba que cuando yo estaba pequeño, usaba un truco bien particular cuando era castigado; la estrategia consistía que cuando no me dejaban salir, jugaba más intensamente en casa, cuando me prohibían el balón, pintaba, cuando me prohibían una cosa me entretenía en otra. Casi nunca me aburría porque encontraba deliberadamente otra acción atractiva, lo hacía con fruición e ironía, para enardecer a mi mamá y también para salir al paso, hackeando la frontera. Lo que ahora veo con mayor claridad y perspectiva, es que estas tácticas eran a lo mejor mis primeras andanzas en el hacktivismo.

Mi primer almuerzo

Recuerdo que un día cuando mi mamá repartió la responsabilidad de la hechura del almuerzo, el compromiso de realizarlo una vez a la semana, tuve una genial y minimalista idea, no se de dónde me llegó, pero los sorprendí un día con un delicioso y fresco plato: leche con banano pa todos.

Arte e inspiración

Los mejores artistas son para mi los que avivan tu espíritu creativo. Recuerdo que uno de mis maestros en la escritura fue Proust, no se como llegué a "En busca del tiempo perdido" estaba yo estudiando en la Universidad y era una experiencia maravillosa sentir en todo el cuerpo cuando lo leía, lo que sucedía cuando tocaba unas rocas, el beso de su madre antes de acostar, las imágenes y recuerdos al saborear un café con pan o de tomar deliberadamente el camino más largo, toda una aventura poética, hacía de algo cotidiano algo maravilloso e inolvidable, lo curioso es que era tan magnética su escritura que siempre volvía al inicio y no pasé de unas cuantas páginas. Confieso que a pesar de que no lo he leído mucho sigue siendo muy influyente en mi vida y es parte de mi autobiografía pedagógica que algún día escribiré.

Restaurante Crisandcar

Recuerdo que cuando niños jugábamos los domingos con mi hermanos al restaurante Crisandcar, este nombre hacia referencia a la mezcla de los nombres de los 3. Teníamos una carta suculenta y le llevábamos el desayuno a la cama a Mamá y Papá. Era un acto simbólico y muy amoroso. El menú admitía repetición y semana tras semana volvíamos a jugar.

Beso

...cuando nos besamos por primera vez, sentí como entramos en una oscuridad tan llena de luz, burbujeante y bioluminiscente, enmarcada por un silencio estéreo y polifónico, una luz cenital nos cobijaba en la mitad de un escenario sin límites, un vaso de agua servido a la mitad y muchas estrellas palpitando en todo el cuerpo.

Entrevista laboral

En una entrevista laboral que me hicieron hace unos años para un cargo muy atractivo en el Ministerio de Educación, que tenía como objeto producir contenidos digitales para el programa Historia Hoy, me pasó algo muy cómico. Al momento de empezar la rueda de preguntas, cuando hice carrizo y con unas botas que había lustrado esmeradamente el día anterior, para estar brillante, detecté un montículo grande de popó de perro que cubría todos los surcos de la suela. Inmediatamente el olor impregnó toda la sala, los entrevistadores se miraban entre ellos, agitando la cabeza con suspicacia, parecía el alborozo cuando los pájaros en la tarde regresan a sus árboles; desvíe la atención de todos respondiendo a una pregunta que no recuerdo, pero lo que viene a mi memoria es que fui muy crítico con los programas que realizaba la institución. Respondí enunciando enfáticamente y de modo sincero algunas cuestiones y centré la atención de todos, aprovechando la contundencia y el despiste para bajar subrepticiamente el pie como todo un gimnasta profesional. Al salir de la entrevista con los otros colegas, alguno de ellos se le ocurrió la idea de que tomáramos un taxi entre todos, ya que íbamos con afán y en direcciones similares. Previo a subirnos al carro, les conté que necesitaba hacer una diligencia urgente, ellos sin dudarlo me acompañaron y fuimos todos a la berma, para refregar contra el pasto semejante bollo, mientras nos contábamos las percepciones de la entrevista. Ya desprendido el objeto intruso, tomamos el taxi. A los cinco días fui informado que había sido seleccionado para tan promisorio cargo.

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