Hoy reconocí la importancia profunda
de la práctica de reparar, un oficio que muchos subvaloran y donde se ha
irrigado tanta desconfianza. Encontré gente apasionada de su labor, honrada, inteligente y
llena de una gran paciencia. Hackers que
utilizan de manera generativa las dificultades, como una oportunidad para ampliar
las destrezas, para el despliegue de comprensiones más abiertas de la
tecnología y suscitar nuevas solidaridades. Aprendí que hacer y reparar no son
opuestos, sino prácticas complementarias que permiten a las personas entender
el dispositivo en su conjunto, los mecanismos en acción e ir más allá de la
técnica proporcionando nuevas funciones a los objetos. La reparación es a la vez,
tentativa y lógica, imaginación y un conjunto de destrezas, curiosidad y ensayo
y error. Implica habilidades corporales
y mentales, observación y acción, sutilidad y fuerza, arte y ciencia. Qué tan importante es esta labor y lo desapercibida
que pasa para los procesos educativos, mayoritariamente enfocados en meras
elucubraciones sin campo de acción, teorías sin experiencia y discursos que
problematizan la realidad de maneras exclusivamente mentales.
“ El artesano sólo reflexionará sobre cómo hacer las cosas cuando las
repare; en ese trabajo de renovación, pueden resultar útiles las herramientas
limitadas o difíciles” (Sennett)
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