Estoy emocionado de presenciar en las conversaciones que vengo facilitando, el efecto de una mayor inspiración y conexión, tener más claros mis puntos de vista y ver cómo viene naciendo una comunidad de aprendizaje donde podemos acunarnos, sostenernos, imaginarnos, pensarnos y aprender juntos. Confieso que ha sido un entrenamiento exigente y gozoso, una práctica de la confianza, la empatía y la solidaridad: elementos esenciales de todo proceso educativo.
Le he escuchado mencionar a mi amigo Fernando Ospina, que la conversación es una de las bellas artes. Siento que esta afirmación es muy cierta, dado que cuando conversamos, se improvisa, escuchamos y se tejen los silencios, las preguntas y las perplejidades en un lienzo nuevo; la conversación es además un acto creativo y autopoiético que transforma la mente de quienes participan y un catalizador de transformaciones culturales.
Para la reconstrucción social en la que estamos y para seguir tejiendo la abundancia educativa - que como hemos venido comentando, es una cualidad emergente de la práctica de presenciar y conversar - necesitamos escucharnos en niveles cada vez profundos, paradójicos y vulnerables, forjar comunidades de aprendizaje intergeneracionales y establecer nuevas prácticas ciudadanas.
A finales de los años 90, tiempos donde la tecnología móvil y la internet no era tan masiva, las conversaciones solían vivirse con mucha intensidad. Recuerdo en plena adolescencia, cuando vivía en Pereira, en la tarde practicaba natación o fútbol y las noches fueron estimuladas por risas exultantes y largas conversaciones entre amigos. Posteriormente cuando nos fuimos a vivir a Manizales, un gran complemento en mi formación profesional fueron los encuentros fortuitos en las calles e intercambios con amigos donde compartíamos sentidos de vida y donde nos reuníamos a conversar y a filosofar. La filosofía en aquellos tiempos se hacía telúrica en los andenes y florecía como un rayo en cualquier abismo de la ciudad. Los colectivos que me han visto nacer, fruto de fértiles conversaciones y que hoy por hoy los percibo como aulas ciudadanas son: Diseminario, Magma, Ciudad-foro, Jornadas Juveniles Latinoamericanas, Polifonías, Umbrales y Pensamiento sin Fronteras, Fosa Orbital, Sembrando Barrio y la Universidad del Futuro.
Las conversaciones también me han dado grandes lecciones de humanidad. Cuando niño, era bastante tímido y casi no hablaba; de mente joven, recuerdo que no dejaba hablar, interrumpía con frecuencia a las personas, creía tener la razón en mucho de lo que decía y otro rasgo habitual es que me apegaba a las ideas que iba encontrando sin pasarlas por el cuerpo, la experiencia y fermentarlas como pensamiento propio… después de años, entrando la adultez, aprendí a estar más atento a mis sesgos y prejuicios, a observar con mayor precisión los gestos, sutilezas y formas diversas de comunicar y de lenguaje corporal. A veces percibo que digo unas cosas con las palabras y otras con mi cuerpo, este abismo se abre a menudo cuando estoy con ira o ansioso y en otros momentos, cuando hay mayor serenidad y conexión, se encuentran bien alineadas…en este arte de la conversación también he aprendido a espaciar mi palabra y aprender hacer silencio, con el fin de abrirle espacio para que el otro improvise, haga su solo, escuche…también he empezado a contemplar cómo la danza de mis ideas van haciendo coreografías inéditas, a veces caóticas, como manadas de pájaros en el cielo, otras veces como gusanos abriendo camino en el subsuelo, relacionado temas, titubeando en el no-saber y advirtiendo las cosas que más me importan y de las que quiero aprender.
Después de 30 años aproximadamente de penetración de los computadores y las redes en la vida cotidiana, siento que estamos transitando a una cierta adultez de la internet, donde se instala el espíritu socrático, una mayor presencia de la oralidad, círculos de conversaciones sagradas y encuentros con el fin de fortalecer la amistad, el pensamiento y tribus que comparten valores, sensibilidades y propósitos comunes. Este salto a la adultez, vendrá tal vez con mejores deliberaciones públicas, uso de las tecnologías orientadas al diálogo, la creación colectiva y el fortalecimiento de redes educativas y culturales y mayor soberanía de los ciudadanos. Otra cuestión que vengo sintiendo y observando es que las conversaciones online, cierran y abren de nuevo su ciclo, cuando disfrutamos de nuestras presencias e iniciamos aventuras y agenciamientos colectivos con otras personas.
En una etnografía virtual que vengo realizado de las conversaciones en las redes sociales (Facebook), he encontrado lo siguiente: se confunde la indignación con el (click) activismo…el pensamiento crítico, con frases cortas y binarias (“donde mi idea es correcta” y “los otros están equivocados”); la confusión de la justicia social con el odio y persecutoria a un grupo social; la proliferación de frases correctas y pegadizas (memes) como sustitutos del aprendizaje; una gran velocidad de acceso a información, que impide un diálogo pausado y una comprensión profunda de los temas importantes. En algunas publicaciones y conversaciones en espacios virtuales parece ser que crear incendios y quemarlo todo es más seductor, que atizar la llama y mantener el fuego prendido.
Las publicaciones se convirtieron en sustitutos de la conversación, una práctica de descarga en donde nos quedamos lamentándonos o afirmándonos a través de aforismos, memes, ideas categóricas y generalizantes, que, en vez de generar consciencia, ahuyentan a la gente por el tono inflexible como se plantean o enganchan emocionalmente en un tribalismo tóxico.
A lo mejor, mucho de nuestro frenesí en la publicación en redes sociales es para no sentirnos solos, para recibir feedback de los demás y tener un sentido de pertenencia y de actualidad. Investigaciones recientes han mostrado que aquellas personas que más publican son las personas que más se sienten solas…y que necesitan reafirmar su identidad, la amistad, la consciencia de nicho, con el plus de dopamina que produce la interfaz. Publicamos también en redes también para descargar y llamar la atención del círculo de amigos… generar un comportamiento tribal, es como prender una alarma dentro de nuestra tribu o dar señales de humo.
En este mundo de hiperconexión a los dispositivos móviles, solemos vivir con menos tiempo y más reactivos, y he percibido que los educadores más agotados suelen caer fácilmente en confundir la educación virtual con mantener a los niños y jóvenes pegados a las pantallas.
Otra situación problemática que he percibido, es que vamos a la red (Facebook e Instagram) en busca de chismosear las vidas de los demás o de acceder a noticias de nuestros conocidos, y el peaje que pagamos por esto es muy alto, por un lado, el no volvernos a encontrar y no darnos ganas del encuentro ya que sabemos todo del otro y por otra parte, la consecuencia perjudicial de salir con el sistema nervioso agitado y saturado de información, quedando una sensorialidad pasmada y aún más grave, neutralizando la voluntad de poder.
Dos circunstancias problemáticas adicionales que he notado, una es que nos hemos vuelto muy demasiado hipersensibles y esto atasca muchísimo la posibilidad de una fértil conversación y la otra, es que la pérdida del humor, ironía y la sana confrontación, puede convertirnos en idólatras y en seres muy fanáticos y probablemente conduce a la anexión a ideologías, el anti-intelectualismo y los fascismos.
Las redes sociales y los teléfonos móviles se están convirtiendo en sustitutos de dios, sustitutos de nuestra conexión con el mundo interior y de nuestras conversaciones primordiales.
Viéndolo bien, la crisis de la cultura política es también crisis de las conversaciones y de las relaciones… es en este contexto de metacrisis, que hemos visto el resurgir de información noticiosa distorsionada, el negacionismo, el conspiracionismo, el chisme, la polarización tóxica y la cacería de brujas. La otra cuestión que he percibido es “la cultura de la cancelación”, el bullying público, donde borramos del mapa a quien se sale de lo políticamente correcto, ya no aguantamos el humor y evitamos tener conversaciones sobre temas álgidos y políticos por miedo a lastimarnos.
La otra situación preocupante con la que lidian muchos educadores, para fomentar la conversación, es la multitarea y la consecuencia de la atención dispersa. Los niños y jóvenes les cuesta poner cada vez más atención y concentrarse en una sola actividad, esto va en desmedro del aprendizaje y de la construcción de hábitos, creando a menudo una cultura de la postergación de nuestras actividades prioritarias y de conversaciones muy superficiales.
Otra situación de nuestra atención a redes sociales es que se han aprovechado campañas maliciosas de nuestra información para orientar el voto o la intención de elección frente a algo, utilizando big data, tecnologías y algoritmos.
Comparto aquí 3 claves importantes para la práctica de la conversación: primero, reconocer la estructura presente del sentimiento que estamos experimentando, saber cómo nos sentimos, dado que lo que sentimos y lo que pensamos están profundamente relacionados; esto nos lleva a dos cosas, que nuestros pensamientos son expresiones y fractales de lo que estamos sintiendo y la otra, en que, a mayor presencia, mayor claridad en el pensamiento. La segunda es practicar hablar con personas con diferentes perspectivas y estilos de vida. Y la tercera, en forma de receta para una buena conversación: mezcle en proporciones equilibradas: verdad objetiva, la apertura existencial /vulnerabilidad, narrativas e historias de vida, un equilibrio de belleza y tragedia y una porción de certezas, humor, preguntas y paradojas.
¿Qué olvidamos cuando hablamos a través de las máquinas? ¿Cómo generar conversaciones compasivas sobre temas difíciles? ¿Qué hemos aprendido en nuestras relaciones sobre el poder de la conversación para mediar conflictos? ¿Nos cuesta recibir retroalimentación? ¿Qué nos cuesta escuchar? ¿Puede ser la conversación un antídoto frente a la pérdida de democracia y el incremento de la posverdad? ¿La tecnología nos ha fracturado la atención, pero será paradójicamente ella la que nos puede volver a centrar nuestros intereses en nuevos espacios y comunidades de aprendizaje transfronterizo? ¿Estamos listos para recuperar nuestra atención? ¿Podrá la conversación facilitar una mejor comprensión de nuestra vida y la de los demás? ¿las conversaciones y comunidades podrán estimular el nacimiento de nuevas estéticas y de reducir las ansiedades y los suicidios?