Una de las disciplinas quizá más importantes y también más ausentes e infravaloradas de nuestra formación educativa y política es la economía...a lo mejor, es uno de los fantasmas de muchos de los cursos de ciencias sociales que se imparten hoy en día en la escuela. Recuerdo que cuando salí del colegio, tuve mis primeros coqueteos frente al tema, donde empecé a preguntarme e informarme en la prensa Local y Nacional sobre Macroeconomía; era un vacío inmenso el que sentía sobre el tema en cuestión y eso me atraía muchísimo...(igual que lo fue en el bachillerato, los programas de Radio sobre Física y Astronomía), muchas veces no comprendía mucho acerca de las implicaciones de lo que se enunciaba, no obstante eran áreas de conocimiento que me seducían.
Luego, unos primeros pasos en la comprensión de la economía se dieron en el grupo ciudadano, "Ciudad-Foro" que nos encontrábamos todos los viernes a las 7 am en Fundadores y posteriormente, el grupo El Diseminario", que fundamos en la UNAL de Manizales con varios amigos con el propósito de formarnos políticamente. A mitad de la carrera, un espacio académico que me aportó bastante en la Universidad Nacional, fue la Cátedra Manuel Ancízar, donde el profesor Jorge Enrique Robledo (actual senador de la República) ofreció un curso de economía política, el cual me abrió nuevos horizontes de comprensión sobre la realidad nacional e internacional y finalmente en Bogotá, con el colectivo "Sembrando Barrio", generamos otras maneras de fortalecer el tejido social en los barrios a través de estrategias como la gratiferia, tendederos de saberes y economía solidaria. Estuvimos al punto de hacer un piloto de moneda local pero no lo alcanzamos a materializar.
Sospecho que no es inocente ni neutral que sean tan pocos los cursos de economía en la escuela y en las universidades y los que existen estén tan influenciados por visiones tan desactualizadas.... esto influye directamente en nuestra precaria inteligencia financiera y en efecto, en el poco compromiso en ofrecer soluciones innovadoras y sistémicas al arte de intercambiar, la gestión compartida y sostenible de los bienes y en la co-creación de la riqueza colectiva. La economía sigue siendo para muchas personas una caja negra y en donde predomina una visión moderna respecto a la concepción del ser humano, donde prima el interés personal, la competencia despiadada, la privatización y un conjunto de valores egoístas ... concomitante a esto, es central una concepción muy acumuladora y voraz por lo material y la concentración de la riqueza, por lo tanto creo que es necesario empezar a desmitificarla y a transformarla, a comprenderla más profundamente y quitarle ese halo de ininteligibilidad para que podamos participar muchos más y podamos generar mejores innovaciones sociales entre todos.
Otro lugar donde observamos una gran brecha al respecto es entre la economía y la cotidianidad y también otro muy notorio, cuando escuchamos hablar por los medios a un economista o político este suele expresarse en una jerga tan especializada y tan tecnocrática, que aleja el tema de la ciudadanía y supone tácitamente que es un asunto donde solo pueden entrar expertos. O en otras ocasiones escuchamos a demagogos que venden propuestas como la economía naranja que buscan volver producto a la cultura, vender el discurso de la innovación y el emprendimiento en un contexto de poco apoyo institucional a los creativos y políticas públicas que carecen de una articulación eficaz y contundente con propuestas emergentes artísticas y culturales que están transformando a la sociedad y a las comunidades.
Este compromiso radical con la economía, tendría que ser sistémico, es decir, intentaría cambiar los comportamientos, las normas y sistemas, como a la propia subjetividad..... democratizar la economía, ampliar más fuentes de información más contrastadas y constructivas; además implicaría acciones como tener consumos más prudentes y conscientes, producciones más generosas y útiles, apoyo a redes de mercados locales, liberación de nuestras abundancias en comunidad, uso más cuidadoso de los bienes comunes, saber crear monedas locales y complementarias y apostar por economías solidarias y sostenibles. Además, significaría abrir más espacios comunitarios de intercambio real y ambientes institucionales, educativos y ciudadanos que se apropien de las innovaciones económicas de transición que favorecen a las comunidades, al ser humano y al planeta.
Como educadores tal vez podamos empezar a fortalecer la inteligencia financiera, como una de nuestra inteligencias múltiples, esto consistiría entre otras cosas en aprender las bases en los que se sustentan nuestros intercambios, poner en valor nuestras abundancias, abordar preguntas tales como qué es el dinero, cómo funciona una moneda local y nacional, qué es la deuda, la usura, las finanzas, el ahorro, los impuestos, el mercado, las economías solidarias, las criptomonedas, la evolución de las tecnologías monetarias y la historia de la desigualdad; también saber qué es la bolsa de valores, la Renta Básica Universal, el PIB, los bienes comunes (commons) hasta cómo hacer un presupuesto para nuestros proyectos y cómo usufructuar la economía digital, etc...
Algunos trabajos que pueden nutrir esta reflexión sobre la economía y para una introducción a la alfabetización económica son los siguientes trabajos: El futuro del dinero de Bernard Lietaer; el clásico del economista E. Schumacher, Lo pequeño es hermoso, los artículos y libros sobre Renta Básica Universal de Guy Standing; el Informe de la Oxfam 2020; La verdadera riqueza de las naciones de Riane Eisner, los trabajos de Yochai Benkler sobre economía y redes; algunos de los aportes pioneros de la premio Nobel en economía Elinor Ostrom sobre la gestión de los comunes y también un manifiesto por los bienes comunes de Ugo Mattei.
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