Para que la paz no se diluya solo en marcos institucionales, una práctica cívica que podemos hacer todos consiste en publicitar mas los procesos, prácticas y ejemplos inspiradores de PAZ; también podemos encarnar más la paz, la ecuanimidad y el equilibrio entre opuestos, vivirla y sentirla en todos los territorios en que nos encontremos. Mejorar el debate público, expandir los compromisos y liderazgos conscientes, parchar más con amigos y hacer más Minga y Fiesta. Tener mas perspectivas al momento de hablar del sufrimiento y los dolores mas profundos, ser solidarios con todas las perspectivas, tanto las que rechazamos como con las que nos identificamos; reírnos mas de nosotros mismos, hacer más ejercicio, caminar, cantar y crear más arte, sorprendernos en la sexualidad más plena, hablar con otros con serenidad y escucha profunda sobre nuestras vulnerabilidades. Invitar a presenciar la libertad, el juego y la imaginación en todo encuentro y seguir ayudando hacer el mundo mejor (no a empeorarlo), cultivando las prácticas que nos provoquen el placer del asombro, las habilidades interpersonales, el autoconocimiento, la comunicación transparente, la mediación, la empatía, la compasión y el perdón.
Es usual escuchar cuando se habla de la Paz enfatizar en la verdad y la justicia. Intentemos ampliar un poco más la cuestión. Para una paz sostenible también necesitamos la convergencia de la sinceridad, el perdón, la expresión, una escucha más profunda, de la democratización y la inclusión, la imaginación colectiva, una conversación más amplia, una una mayor participación y liderazgos, el diseño de acuerdos, leyes, tecnologías sociales que beneficien a todos y regulen los intercambios a través de un estado familiar, Comunal, Nacional y Transnacional. La paz precisa también de la vivencia de la libertad, la solidaridad, la invención de nuevos mercados y economías y de seres humanos que sean puente y apoyo para otras personas y comunidades.
La paz requiere trascender el tema de si el cambio es individual o social; para salir del reduccionismo, que es donde se expresan la mayoría de conflictos que hoy en día están en juego y que ya necesitamos integrar de nuevas maneras; necesitamos otras maneras de aprender, escuchar y reconocer la sabiduría y la ignorancia que está dispersa en todo el territorio, las verdades genuinas de las posverdades, una comprensión de la diversidad y la homogeneidad, de la belleza y tragedia que es producida por la psicología y el mundo interpersonal. La paz interior comienza con la responsabilidad, deja de darte más excusas, invita a un algo, una onces, pide disculpas, medítalo, invita a una cita a ciegas, sale a la calle sin propósito y da un regalo a alguien, se intempestivo, sorpréndete, agradece, convoca una fiesta, activa la vida en comunidad, rediseña la política en todas las escalas y dimensiones: necesitamos una co-creación cotidiana que esté interconectada local y globalmente y que contribuya al bienestar y al crecimiento de millones de personas.
Cada ciudadano puede hackear las frecuencias de la
conversación íntima, alinear su propósito, parar el diálogo interno y diseñar
dispositivos de escucha comunal y global. Escúchate a ti mismo. También escucha a tu familia. Escucha cómo suena tu entorno, el clima emocional de lo que consumes. Imagínate como presidente, gobernador, como hablándole a todo los habitantes del planeta, identifica cuáles son los futuros mejores para todos y los principales riesgos que nos afectan. Estamos al inicio de obras colectivas y nuevos experimentos de instituciones sociales que reformatean, re-diseñan y reintegran al ser como totalidad. La paz requiere a su vez que seamos una obra para sí mismos,
para el otro y para el mundo y que seamos conscientes de nuestro
sufrimiento, de cómo se conectan la luz y la sombra, los unos con los otros, diferentes perspectivas, de cómo está todo interconectado, de cómo está el pasado y el futuro en cada presente.
La paz necesita que cada uno contribuya a la conexión
y la inspiración, a que en cada acción cotidiana podemos hacer mejor el mundo, ayudar a todos los ciudadanos que enciendan el GPS interno, a generar nuevos hábitos, intercambios, estrenarnos
el carnet de ciudadanía global y la wifi que conecta lo que ha estado
desconectado. La paz necesita de la escucha, es por eso que precisa a su vez del arte, la ciencia, las tecnologías y la espiritualidad; la paz es la emergencia cuando resonamos juntos, cuando inventamos algo mejor para todos, cuando asumimos el conflicto como acto creativo y la escucha centellea, fluye y las almas florecen en el derroche de distancias y encuentros.
La escucha puede ejercitarse en todo momento: ésta es primero que todo atención. Para tener una conversación fecunda, recomendamos aprender a reconocer los estados internos reactivos (miedo, culpa, vergüenza, odios y envidia), hacer etnografías en los viajes cotidianos, identificar lo que sentimos cuando alguien nos hace críticas demoledoras e invalida nuestros argumentos; también está bien reconocer nuestras ignorancias; saber tejer los silencios y dejar que emerja a su tiempo lo nuevo, lo emergente, lo que antes no sabíamos y no estaba en nuestro nicho afectivo.
La escucha puede ejercitarse en todo momento: ésta es primero que todo atención. Para tener una conversación fecunda, recomendamos aprender a reconocer los estados internos reactivos (miedo, culpa, vergüenza, odios y envidia), hacer etnografías en los viajes cotidianos, identificar lo que sentimos cuando alguien nos hace críticas demoledoras e invalida nuestros argumentos; también está bien reconocer nuestras ignorancias; saber tejer los silencios y dejar que emerja a su tiempo lo nuevo, lo emergente, lo que antes no sabíamos y no estaba en nuestro nicho afectivo.
Necesitamos en todos los frentes donde se desenvuelve
la vida, desarmar las conversaciones, estas no son una competencia de quién
impone un pensamiento sobre otro. No es un juego de perder o ganar, es una danza
del pensamiento, un recordar y un olvidar, un sembrar y cosechar, un confesar y
sorprendernos juntos sobre todo aquello que ignoramos, un desnudarnos ante nuestras
fragilidades, una ensoñación compartida, un canto y un ritual de la inteligencia
compartida.
La conversación es una tecnología ancestral, una “pausa activa” frente a la palabrería interna y un hackeo de las creencias y los prejuicios; una manera de celebrar la amistad, de sorprendernos, disolviendo los totalitarismos encubiertos, acunar las paradojas de lo que desconocemos y una manera de traer una porción de futuro al presente.
La conversación es una tecnología ancestral, una “pausa activa” frente a la palabrería interna y un hackeo de las creencias y los prejuicios; una manera de celebrar la amistad, de sorprendernos, disolviendo los totalitarismos encubiertos, acunar las paradojas de lo que desconocemos y una manera de traer una porción de futuro al presente.
La conversación es asimismo un regalo mutuo, un
juego sincero en el que usamos las palabras y los silencios, la imaginación y
el pensamiento, la ingenuidad y la ciencia, los gestos y el cuerpo, lo que sabemos e ignoramos para un
intercambio recíproco que tiene como efecto la creación de ser humano y de sociedad; es también una manera de crear territorio, allí hacemos obra, surco, arado, huerta, magia, es un pretexto para nutrir las relaciones,
generar confianza, tejer abundancia de perspectivas y así obtener mejores comprensiones de la vida y del mundo.
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