La impotencia y caos que generan miles de noticias que escuchamos a diario, como el incendio en el Amazonas, la muerte de líderes sociales, los problemas de salud mental de la población, psicopatías y abusos sexuales, depresión y suicidios, la drogadicción, la prostitución, el incremento de la delincuencia en los barrios, la tala indiscriminada de árboles, el extractivismo y la minería a gran escala, la corrupción, la vergüenza y amenaza a personas trans, las matanzas y tiroteos que efectúan jóvenes en Estados Unidos; el abandono de chicos y chicas que nunca han tenido familia, y también la orfandad de personas mayores, la ausencia de papas en miles de hogares, hombres en prisiones o en grupos terroristas, la ignorancia extrema de la población, la alzada de la derecha en el mundo, las desigualdades personales y sociales, las oleadas de migrantes y su precariedad y sufrimientos...los genocidios del capitalismo y el comunismo, el clasismo, pesimismo y arrogancia de muchas personas privilegiadas, la envidia tan corrosiva....las adicciones a las tecnologías, los traumas familiares, guerras y autoritarismos; todo esto me hace pensar que estas problemáticas a las que quisiéramos pararlas con soluciones rápidas, son problemas muy complejos que no podemos detener de inmediato; no obstante, sí podemos hacer mucho por evitar que se propague en círculos viciosos en nuestras formas de hablar, pensar, conversar, trabajar, amar y en las relaciones que establecemos con los demás, la naturaleza y en la vida cotidiana. Para no sucumbir al determinismo, el etnocentrismo, "la New Age" o la mera comodidad y deconstrucción posmoderna, un ejercicio ciudadano que podríamos probar, es intentar comprender estos problemas conectando sistemas, desde la psicología, la conducta, la cultura y los sistemas sociales, atisbando las causas y las soluciones, para así tener una comprensión más integral a qué se debe tanto sufrimiento; recordemos que estos desequilibrios son a su vez internos y externos, individuales y colectivos y son emergentes de las relaciones y micropolítica de millones de personas, que a su vez resuenan en los códigos culturales, el lenguaje, las narrativas, estilos vida y en los sistemas sociales. Podemos sentir como arrostramos en nuestro cuerpo y mente este sufrimiento, mirar estas problemáticas cómo encarnan en nuestra vida. Mirar cómo está el cuerpo, nuestro primer territorio, cómo estamos en la familia, cómo resolvemos los conflictos con amigos, familiares y parejas, revisemos las maneras de conversar y de cómo reaccionamos frente a la crítica y a lo que tenemos alergia y rechazo. Cómo están los amigos, las redes, el trabajo y las acciones ciudadanas. El trabajo con el sufrimiento global requiere igualmente un cara a cara con nuestras sombras, el yo oculto que no queremos ver, ser conscientes de las pequeñas mentiras que nos echamos. Además de comprender, el diálogo sobre esto que nos desborda, debemos estar atentos a que no nos tiente - por más dolor que sintamos - a la venganza, el miedo, la culpa y el fanatismo. Es fácil con todo este dolor global, querer vengarnos, juzgar, armarnos, deshumanizar más a los otros que sufren, crear una batalla con el sufrimiento y esto posterga de inmediato La Paz y el bienestar. Podemos mejorar el debate acerca de estos temas sensibles, abordarlos con respeto y serenidad, pero también con mucha imaginación. Ser parte del cambio, ser ejemplo, semilla, raíz y fruto para las próximas generaciones. Por último, podemos ampliar las libertades, responsabilidades y liderazgos cívicos. Aquí viene el momento de diseñar experiencias sociales que lleven a aliviar el sufrimiento y paralelamente a conectar a las personas, inspirarlas con todo aquello que produce paz y bienestar.
lunes, 9 de septiembre de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario