lunes, 9 de septiembre de 2019

Artes Vivas

Las obras de arte que más me seducen, son las que mayor grados de libertad e inspiración ofrecen a diferentes tipos de público; las que ponen alas a tu imaginación sensible y amplían la disposición creadora; las que cuidan el silencio y te hacen ponerte erguido y atento, en la incertidumbre del encuentro: coctelera mágica que mezcla la luz del ocaso más gaseoso con el atisbo de una noche más plena, la vulnerabilidad más íntima con tus sueños más profundos…las obras de arte que más me atraen son las que agitan la semilla viva de lo que siempre ha estado ahí, las que te hacen temblar de amor, te hacen sentir carente y abundante, ridículamente igual a todos y en las que te sientes bien perdiendo el tiempo…riéndote de ti mismo y entrando a través del juego y la fiesta al clímax donde eres tu corriente, cauce y flujo universal.
 A finales de agosto estuve participando en 2 performances que se presentaron como obras finales en la Maestría en Artes Vivas de la Universidad Nacional, ambas obras me hicieron tener una experiencia profunda, un cambio de estado y de percepción, la entrada al rito festivo y la deriva imaginativa, la presencia de universos sensibles que tanto me seducen, como son la fiesta, la rebeldía, el azar, la ironía, la incertidumbre, el encuentro, la autobiografía, la deriva, la sinceridad, el canto, la libertad y la imaginación. Ambas obras, trascienden el arte clásico posmoderno, que usualmente se asocia, cuando hablamos de performance, a cierta expresión crítica, fría y conceptual, sin forma, ejemplo algunas veces de narcisismo y en otras expresión de la falta de ideas y metáforas que conecten al espectador.
 El Mundo en Jaque: Ópera Cuántica” de Juan Sebastián Monsalve y Jaime Rincón, fue una experiencia que perturba y al tiempo es encantadora, un perfomance surrealista, desvarío poético mezclado con crítica social enunciada a través de las piezas del ajedrez; una obra donde uno parece viajar dentro de la mente de los 2 artistas y está siempre a la deriva, sin saber a dónde llegar. Una obra que es ópera y fuga. Allí vemos los alter ego de los artistas, "Parcowski", un director de orquesta y el "Voraz", un científico de las formas y un arquitecto de ambientes, instalando estrategias artísticas metamodernas, como la ironía, el collage, la apropiación de las vanguardias de principios de siglo XX que aún siguen siendo nuestros clásicos. 

El grito de la Mujer-Cabra”, una autobiografía RAPeada por la artista Marcia Cabrera, fue una obra-fiesta, un ritual, un instante de agradecimiento y erotismo, una obra pos-feminista, con toques de humor, nostalgia, alegría y tristeza y la inclusión de variedad de géneros musicales con los que compartía juguetonamente una porción de su vida, de su historia, de sus excreciones, sueños, olvidos y de su plena y vibrante humanidad.

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