Todo el sufrimiento actual del mundo nos está
poniendo a redefinir los propósitos como seres humanos, una revisión a fondo de
las relaciones y a conversar sobre las patologías y los logros evolutivos como
sociedad: nos aproximamos desde hace unas décadas a un ciclo de sanación global
muy amplio. El aprendizaje profundo en torno al sufrimiento, el dolor, la ira y
la maldad, nos están acelerando cantidad de aprendizajes que antes tardaban más
tiempo en efectuarse. Como decían antiguamente “no hay mal que por bien no
venga” o como dice el budismo, felicidad y sufrimiento no son opuestos,
inter-son… hoy siento que todo el sufrimiento y dolor, al inicio, nos angosta,
contrae, mengua la visión y la escucha, nos da ira, nos deja sin aliento,
queremos eliminarlo con un botón, algunas veces irnos, refugiarnos en lugares
más recónditos y seguros, olvidarlo, embriagar el sufrimiento, pero cuando
meditamos un poco más sobre ello, cuando lo caminamos y nos emboscamos, cuando
consultamos, conversamos, expresamos, cocinamos y lo miramos en nuevas escalas
y encuadres, cuando nos planteamos preguntas más sinceras, cuando miramos los
sentimientos dolorosos que todos portamos, escuchamos palpitar la vida y brotar
de la existencia manantiales de medicina y la consciencia de la finitud inunda
todos los presentes. Un ejercicio útil para darnos cuenta del don del
sufrimiento, lo podemos observar cuando peleamos con nuestras parejas, con
nuestros hijos y amigos, con los vecinos, en momentos de desamor y duelo: esto
tiene una fase principal donde se evidencia que estamos llenos de dolor, ira,
ironía y distancia, pero esto tan solo es el inicio, hay un momento donde todo
cambia, hay un giro interior que modifica todo y donde coevolucionan nuevas
estrategias, crecemos y restauramos la confianza. Al instante de la muerte
también se cuecen grandes aprendizajes y transformaciones profundas interiores,
caudales de pura vida y una consciencia acrecentada. Igualmente, cuando estamos
enfermos y convalecientes, muchas veces surgen revelaciones, nuevos hábitos, se
manifiestan aspectos de nuestros ser nuevos, en esa pausa necesaria y
prodigiosa. Así pues, lo que he aprendido en los últimos años en la intimidad
con el sufrimiento, es primero que todo, que nos viene una comprensión más
profunda de la existencia y de la vida; nos conecta con algo mayor que nosotros
mismos y con una mayor presencia; allega una visión de la no-dualidad, de la
reciprocidad y la complementariedad de todo y de todos los seres sintientes;
una consciencia más clara que todos estamos unidos y hechos de lo mismo...que
el sufrimiento, según las 4 verdades del budismo, es la primera gran verdad,
pero también se pueden comprender sus causas, cuando cesa, atisbar el alivio y
los caminos para cultivar el bienestar...que todos los seres con que nos
encontramos, por destino o por azar, son ángeles-demonios que están para ser
cuidados, acompañados, curados, son almas, faros y presencias sagradas...el
sufrimiento del mundo, nos está devolviendo la mirada a nuestros infiernos personales,
a nuestra divinidad, a los hábitos, reacciones, historias de vida, heridas,
formas de pensar y de comunicarnos. Nos está retando a mirar sin tanta
generalización, sin tanto prejuicio y fanatismo y nos está llevando a ver y
sentir con mayor precisión y sensibilidad, aumentando la complejidad de
análisis frente cuestiones locales y globales, a ser más humildes y prudentes;
nos está instando a revisar cómo estamos en la familia y con nuestros amigos,
de que color se visten nuestros sueños, encuentros y relaciones...todo un
hackeo corporal, emocional y espiritual...
miércoles, 11 de septiembre de 2019
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