miércoles, 11 de septiembre de 2019

Initimidad y sufrimiento


Todo el sufrimiento actual del mundo nos está poniendo a redefinir los propósitos como seres humanos, una revisión a fondo de las relaciones y a conversar sobre las patologías y los logros evolutivos como sociedad: nos aproximamos desde hace unas décadas a un ciclo de sanación global muy amplio. El aprendizaje profundo en torno al sufrimiento, el dolor, la ira y la maldad, nos están acelerando cantidad de aprendizajes que antes tardaban más tiempo en efectuarse. Como decían antiguamente “no hay mal que por bien no venga” o como dice el budismo, felicidad y sufrimiento no son opuestos, inter-son… hoy siento que todo el sufrimiento y dolor, al inicio, nos angosta, contrae, mengua la visión y la escucha, nos da ira, nos deja sin aliento, queremos eliminarlo con un botón, algunas veces irnos, refugiarnos en lugares más recónditos y seguros, olvidarlo, embriagar el sufrimiento, pero cuando meditamos un poco más sobre ello, cuando lo caminamos y nos emboscamos, cuando consultamos, conversamos, expresamos, cocinamos y lo miramos en nuevas escalas y encuadres, cuando nos planteamos preguntas más sinceras, cuando miramos los sentimientos dolorosos que todos portamos, escuchamos palpitar la vida y brotar de la existencia manantiales de medicina y la consciencia de la finitud inunda todos los presentes. Un ejercicio útil para darnos cuenta del don del sufrimiento, lo podemos observar cuando peleamos con nuestras parejas, con nuestros hijos y amigos, con los vecinos, en momentos de desamor y duelo: esto tiene una fase principal donde se evidencia que estamos llenos de dolor, ira, ironía y distancia, pero esto tan solo es el inicio, hay un momento donde todo cambia, hay un giro interior que modifica todo y donde coevolucionan nuevas estrategias, crecemos y restauramos la confianza. Al instante de la muerte también se cuecen grandes aprendizajes y transformaciones profundas interiores, caudales de pura vida y una consciencia acrecentada. Igualmente, cuando estamos enfermos y convalecientes, muchas veces surgen revelaciones, nuevos hábitos, se manifiestan aspectos de nuestros ser nuevos, en esa pausa necesaria y prodigiosa. Así pues, lo que he aprendido en los últimos años en la intimidad con el sufrimiento, es primero que todo, que nos viene una comprensión más profunda de la existencia y de la vida; nos conecta con algo mayor que nosotros mismos y con una mayor presencia; allega una visión de la no-dualidad, de la reciprocidad y la complementariedad de todo y de todos los seres sintientes; una consciencia más clara que todos estamos unidos y hechos de lo mismo...que el sufrimiento, según las 4 verdades del budismo, es la primera gran verdad, pero también se pueden comprender sus causas, cuando cesa, atisbar el alivio y los caminos para cultivar el bienestar...que todos los seres con que nos encontramos, por destino o por azar, son ángeles-demonios que están para ser cuidados, acompañados, curados, son almas, faros y presencias sagradas...el sufrimiento del mundo, nos está devolviendo la mirada a nuestros infiernos personales, a nuestra divinidad, a los hábitos, reacciones, historias de vida, heridas, formas de pensar y de comunicarnos. Nos está retando a mirar sin tanta generalización, sin tanto prejuicio y fanatismo y nos está llevando a ver y sentir con mayor precisión y sensibilidad, aumentando la complejidad de análisis frente cuestiones locales y globales, a ser más humildes y prudentes; nos está instando a revisar cómo estamos en la familia y con nuestros amigos, de que color se visten nuestros sueños, encuentros y relaciones...todo un hackeo corporal, emocional y espiritual...

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