lunes, 4 de abril de 2022

Sobre la comprensión simplificada y distorsionada

Me ha sorprendido muchísimo observar respecto a las diversas coyunturas actuales (el origen de la pandemia, en circunstancias de violencias de género, respecto a tensiones en el conflicto colombiano y recientemente en la actual invasión de Rusia hacia Ucrania), cómo se reafirman y posicionan las visiones de mundo que simplifican la realidad. Esta situación ha avivado mucho la curiosidad de preguntarme por el auge de las interpretaciones planas y dualistas y cómo estas resultan facilitando actitudes rígidas y estáticas que promueven de formas sutiles (y no tan sutiles), la polarización, la desconfianza, la violencia y por ende, la defensa del statu quo. 

A lo mejor, este reduccionismo en la comprensión de los problemas actuales, puede surgir de viejos hábitos de pensamiento, la ignorancia, el fanatismo ideológico, experiencias traumáticas, precaria educación y en ciertos momentos, por mera pereza; a su vez, tal situación y actitud de ver solo dos dimensiones y de comprender el mundo sin matices, se ve reflejado desde posiciones de líderes de movimientos sociales, teóricos de la conspiración, partidos políticos, ciudadanos, religiones míticas, identidades académicas y culturas juveniles y se infiltra en  amplios sectores de derecha y a la izquierda, incluso en personas afines al progresismo y a las teorías posmodernas y poscoloniales.

Después de señalar en algunas publicaciones anteriores que se encuentran en este blog, sobre la preocupación del aumento de la polarización, el tribalismo y el etnocentrismo en la sociedad (donde nadie  escucha, sino que afirma sus posiciones unilaterales y las sostiene con hostilidad; y de percibir la actitud de personas en asumir la invasión de Rusia a Ucrania, las elecciones presidenciales en Colombia y en general los conflictos complejos, como si se tratara de un partido de fútbol, reducidos a la cuestión de ¿con qué equipo estás?), es necesario reflexionar colectivamente sobre esta situación, dado que conlleva muchos peligros y amenazas para el cambio cultural y sobre los consensos respecto a las prioridades para implementar los acuerdos de Paz en nuestra vidas y en la sociedad.

Un concepto que resume esta simplicidad o simplificación en el ámbito de la política, es el campismo, que se refiere a una forma de estupidez política que consiste en pensar que solo hay un Enemigo. Para la derecha, el comunismo, los revolucionarios y cualquier valor de cambio; para el ambientalista, el industrialismo, para el feligrés religioso, el ateo, para el feminista, el patriarcado, para la izquierda, el capitalismo, el imperialismo americano, occidente, el neoliberalismo. El campismo es genuinamente ideológico y oscila entre dos posiciones, su denominador común es una batalla de nosotros vs ellos, en donde un grupo domina sobre otro, uno es el bueno y el otro es el malo, esta distorsión alimenta formas de fantasías sociales y posverdades, jerarquías nocivas y deshumanización, propias de traumas históricos como el racismo, el sexismo y el especismo e impide asumir respuestas colectivas de más largo alcance, más creativas y transformadoras.

En cuanto a los líderes sociales, activistas y agentes educativos, algunas prácticas para reducir este clima tenso y hostil de polarización y distorsión mental, podemos empezar introduciendo mejores habilidades para el juego, la comunicación y la co-creación; más conversaciones con mayor profundidad, ritmos más lentos e incluyendo diversos puntos de vista, mezclando diversidad de visiones (como las teorías sistémicas e integrales) experiencias de la vida personal (saber propio) y fuentes provenientes de las artes, las ciencias y de las tradiciones de sabiduría perenne de todo el mundo. También podríamos inventar nuevas redes sociales orientadas a la conversación, al servicio social-comunitario, orientadas al diseño colaborativo y co-creativo como los laboratorios ciudadanos, redes de apoyo, micelios de pensamiento sobre el futuroespacios educativos en línea y hackathones. Otra práctica que me ha sido útil en las prácticas pedagógicas y reveladora de conexiones, es integrar las verdades personales, relacionales y objetivas en la conversación y creación de conocimiento, así como también profundizando en el mundo interior, a través de los procesos de autoconocimiento (incluyendo los sesgos, prejuicios, traumas y sombra) y en las cualidades y destrezas transformadoras que vienen siendo sintetizados en los últimos años como Objetivos para el Desarrollo Interior.

Por otro lado y un asunto que no es menor, parece ser que necesitamos repensar nuestros usos de las redes sociales, dado que los algoritmos y el diseño de las redes sociales son cómplices en el estado del mundo actual de polarización (pérdida de libertades y crisis de la democracia) y en la pobreza y fragilidad de nuestros intercambios, asunto que puede estar asociado, entre otras cosas, en el alza de problemas de salud mental en el mundo. "La guerra narrativa, el declive institucional y el ubicuo pero opaco mundo de las redes sociales se han combinado para erosionar la calidad de nuestra esfera pública".

También es necesario darnos cuenta que en las conversaciones que estamos animando, no se trata solo de expresar lo que nos interesa y los puntos de vista, sino también, para que sea más fecunda y generativa la comunicación, es crucial la forma de escuchar, la empatía, el propósito, la emocionalidad y expresión corporal, la coherencia, lo que las palabras y pensamientos producen en uno y en los demás y en lo que un diálogo puede hacer emerger para ayudar a conectar y a crear más empatía, confianza y cooperación en la sociedad.

El auge del populismo y del etnocentrismo, no se va resolver luchando fuertemente con un Enemigo, esto quizá lo acentúa más... reinventemos y posicionemos entonces el kosmocentrismo, las visiones amplias e interdependientes, que nacen en las artes y filosofías metamodernas, las síntesis de conocimiento, practiquemos las conversaciones compasivas desde la casa, los amigos y la ciudadanía, en donde involucremos la pasión, la intuición, la transdisciplinariedad, el pensamiento sistémico, ofrendemos el silencio en rituales de inteligencia compartida y fortalezcamos las habilidades de receptividad y confianza que pueden estar alimentadas por el arte, la contemplación, el canto, la danza, la conexión con el mundo vivo y natural, el diálogo, la meditación y el juego.


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