lunes, 25 de abril de 2022

Sobre el pensamiento sistémico en educación


Nuestra capacidad para comprender y mejorar el campo de la educación, depende de nuestra capacidad para comprender el desarrollo humano, la cultura y la sociedad. No podemos entender lo que está sucediendo en las escuelas a menos que entendamos el contexto en el que existen las escuelas

(Brad Kershner)

El pensamiento sistémico es una meta-teoría que surgió en el siglo XX, ante la necesidad de una visión más abarcadora y ecológica, que hiciera visibles e inteligibles las lógicas de conexión, emergencia e interdependencias de las disciplinas, campos de conocimiento, sistemas vivos y dinámicos, es decir, todos aquellos sistemas que cambian con el tiempo. Aunque este campo de conocimiento interdisciplinario (que dio décadas después origen a las ciencias de la complejidad y la teoría del caos), es de origen reciente, existen en diversas culturas ancestrales y de sabiduría perenne, prácticas, sabidurías y cosmovisiones, que nos advierten que todo está conectado y donde se reconoce la importancia de la relacionalidad y la complementariedad entre lo micro y lo macro-cósmico. 
Esta visión integradora, nos habla de procesos, interacciones y totalidades y nos informa de que las formas como se relacionan y se conectan las cosas, son a menudo más importantes que las cosas en sí mismas. Igualmente, este enfoque sistémico, cobra un especial interés en la actualidad, dado que aun cuando ningún enfoque podrá explicar completamente las variaciones infinitas de la evolución, se nos ofrece como una meta-teoría que permite organizar múltiples perspectivas, comprender y transformar problemáticas complejas y acercarnos con mayor precisión a sistemas dinámicos (como la cultura, la mente, la sociedad) o como denomina el pensador Timothy Morton, a los hiperobjetos: tales como el racismo, el nacionalismo, el calentamiento global, la biosfera, el sistema inmunológico, la pérdida de especies y las desigualdades sociales, entre otros. 



Han sido muchas mentes curiosas, autodidactas y transdisciplinarias, las que han nutrido el desarrollo de este paradigma, tales como la cibernética, la ecología profunda, la neurobiología interpersonal, la psicología política, la epigenética, las ciencias evolutivas y cognitivas y más recientemente las filosofías integrales y metamodernas; algunos exponentes y teóricos inspiradores de estas corrientes de pensamiento son: Gregory Bateson, Lynn Margulis, Stuart Kaufmann, Brian Goodwin, Daniel Siegel, Maturana & Varela, Edgar Morin, Sri Aurobindo, Jean Gebser, Ken Wilber, Mónica Sharma, Jeremy Lent, Hanzi Freinacht, F. Capra & L. Luisi, entre muchos otros.

Los sistemas ecológicos en el planeta, en su evolución por millones de años, se han basado en un proceso de auto-organización, reciprocidad, cooperación, procesos evolutivos de inclusión y trascendencia, avance radical hacia la novedad y preservación, sostén y resiliencia, permitiendo que cada uno de los elementos de un sistema, partes/totalidades, florezcan, mientras proporcionan nutrientes, apoyo y colaboración a otros elementos para mantener su integridad y coherencia. Esta cualidad de interdependencia, nos hace pensar en la evolución de la vida como una gran historia de amor:  el despliegue de Eros en acción.

Algunos de los conceptos clave del enfoque sistémico son: auto-organización, caos, ciclos de integración-diferenciación (o de inclusión-trascendencia), condiciones iniciales, patrones, holoarquías, totalidades, puntos de bifurcación, atractores, causalidad recíproca, coherencia, bucles de retroalimentación, fractales y emergencia.

Veamos brevemente algunos ejemplos: una hormiga sola no puede sobrevivir, ni una neurona aislada es capaz de generar la consciencia humana; un árbol es incapaz de sobrevivir sin las relaciones con el suelo, la luz y el aire; no podemos entender el funcionamiento de una planta, ni de un individuo, como una entidad aislada; vivimos en un mundo donde abundan procesos emergentes y redes de relaciones interrelacionados de características complejas. 

Ahora observemos el cuerpo humano, un sistema de sistemas biointeligente, fruto de la evolución miles de años, donde se encuentran e interactúan el sistema inmunológico, digestivo, respiratorio, nervioso, endocrino, entre muchos otros. Por esta condición, es que afirmamos que somos holobiontes complejos con propiedades emergentes que están más allá de la suma de las partes...que existimos en y estamos hechos por nuestras conexiones...que la consciencia es una propiedad sistémica emergente. La salud del sistema, se encuentra en el equilibrio y en la capacidad de coherencia, relaciones creativas e integración.

Otro caso que reformula la teoría de sistemas, es el de la consciencia, que no es una cosa, una esencia, ni tampoco puede ser localizada en una parte del cerebro, sino que es un proceso de interacción de miles de millones de vías interconectadas… en el cuerpo, a su vez, interactúan muchas células: las células de la piel, del cerebro, del hígado, de la sangre, “alrededor de doscientos tipos diferentes de células que trabajan juntas en armonía, pero cada tipo lleva a cabo sus propias funciones únicas” (Jeremy Lent, 2021). Con todos los ejemplos mostrados, concluimos que existimos en holoarquías, es decir en sistemas (pequeños como las moléculas y gigantes como la biosfera) que co-evolucionan, sostienen y nutren la vida.


Un ejemplo de mutualidad y de cooperación entre las especies, es La Milpa o “las tres hermanas”, esta ha sido una práctica ancestral que muestra la importancia de las relaciones de alianza y sostén entre Maíz, Frijol y Calabaza y que cuando son cultivados juntos, producen más alimento que cuando se hacen por separado. El maíz brotando temprano y fuerte, ofrece a los frijoles soporte,… los frijoles se juntan con bacterias que extraen nitrógeno del aire y lo fijan en el suelo para fertilizar las 3 plantas y las hojas grandes y espinosas de la calabaza, mantienen el suelo fresco y húmedo, ahuyentando a depredadores y evitando que crezcan las malas hierbas.

Donde también podemos observar las relaciones en un contexto ecológico, es cuando detenemos el caudal de un río; la doctora Rupa Marya y el académico Raj Patel, en su reciente libro, Inflamed (2021), nos cuentan que esto “cambia la relación ecológica entre la tierra y el agua, los nutrientes quedan atrapados, lo que hace que proliferen algas y cuando las algas mueren, su descomposición consume el oxígeno del agua, sofocando otros organismos acuáticos y haciendo que el agua sea imbebible, además, generan dióxido de carbono y metano, una de las razones por las que las represas son cada vez más reconocidas como agentes de cambio climático”.

Otros ejemplos de profunda belleza, interdependencia y cooperación, se observan en la polinización de las flores por parte de insectos; en los desplazamientos de cardúmenes de peces y danzas aéreas de aves que se mueven sincrónicamente como un todo; en las relaciones entre los microbios del suelo y los del intestino (y en el mundo del microbioma); entre los árboles que dependen simbióticamente de los animales para esparcir sus semillas y de las hormigas que sueltan feromonas para indicar a otras donde está el alimento; “la hierba alimenta a las hormigas con sus semillas y las hormigas alimentan a la hierba con el enriquecimiento de la tierra, mutuamente se brindan posibilidades de vida” (Kimmerer, 2020). 

La visión sistémica también se ha venido incorporando a la medicina integral, donde además de observar los síntomas físicos, se explora conjuntamente con el paciente, los mundos interiores, la vida cotidiana, el estado de sus relaciones, capitales sociales y participación en comunidades y también el trabajo, los sistemas de salud, las toxinas medioambientales, entre otros. Asimismo, esta conexión de totalidad y emergencia, se percibe en el arte, cuando se crea música colectivamente (y sobre todo en las expresiones improvisativas y músicas ancestrales), donde emerge un estado compartido de flujo entre los participantes y oyentes, que no está localizado en ninguna cabeza, sino que surgen en la sintonía, atención y confianza de las interacciones.

Respecto a la metáfora sistémica del bosque para pensarnos en la red de relacionalidades con nuestros ancestros, Thomas Hübl (2020), afirma lo siguiente: "Podríamos imaginar a nuestros antepasados como un gran y antiguo bosque cuyas raíces vivientes compartimos. Esas raíces ancestrales nos conectan entre sí y con la Tierra, como han hecho mucho antes de que surgiera nuestra especie. De hecho, nuestras raíces nos conectan con el planeta, con la vida misma. Pertenecen a nuestro sistema nervioso colectivo, y no importa cuán leos, vivamos o muramos, o cuán distantes sean los parientes, no se puede pensar que dos humanos en el espacio o el tiempo estén completamente desconectados. Estamos unidos por nuestro origen común". 

Un último caso de ecología de las interdependencias, es el narrado por Jeremy Lent en su libro, The Web of Meaning, en el que cuenta el caso de la erradicación de los lobos en el parque de Yellowstone. Lo que sucedió, es que debido a la extinción de lobos, aconteció una cascada de deterioro en todo el ecosistema: la población de alces, ahora aumentada, sin depredadores, pastoreó excesivamente a los sauces y los álamos. Con menos árboles, las aves cantoras disminuyeron, los castores no pudieron crear represas y las riberas de los ríos se erosionaron, lo que provocó un aumento de temperatura del río demasiada alta para los peces… con su ecología desequilibrada, el parque se volvió estéril. La historia termina contando que la reintroducción de lobos posteriormente logró generar un efecto dramático rápidamente de regeneración de todo el sistema.


Como hemos visto, existe una amplia categoría de cosas – vida, mente, significado, consciencia, música, cognición, racismo, aprendizaje - que son fenómenos emergentes, que existen solo como resultado de interacciones complejas y dinámicas. Hemos visto como los principios que se aplican a la naturaleza y su evolución, podríamos aplicarlos a la cultura y a la vida en sociedad. Recomendamos para seguir explorando la teoría de sistemas aplicadas a otros muchos fenómenos de la realidad biológica, social y cultural, el libro de Fritjof Capra y Luigi Luisi, The system view of life (2014).


Pensamiento sistémico y educación

En este momento histórico, cuando la red de la vida está en un peligro sin precedentes, el compromiso con el pensamiento sistémico es fundamental, lo que nos permite ubicar la medicina, la salud y la atención de nuevas maneras.

(R. Marya & R. Patel)

Es preciso mencionar que además de ser un cuerpo diverso e interdisiciplinario de conocimientos y una fase del desarrollo psicológico - al igual que el pensamiento simbólico, abstracto y crítico - el pensamiento sistémico (y meta-sistémico), es también una habilidad cognitiva que podemos cultivar y desarrollar en toda la población, empezando por los jóvenes y los adultos – y más especialmente, con aquellas personas educadores, líderes y políticos, inclinados en participar en el cambio social. El informe de Future of Jobs (2020), señala sobre esta habilidad (junto con otras 15), como fundamental en los aprendizajes en el siglo XXI y señala que si queremos lidiar con la complejidad de nuestro tiempo, necesitamos mapas y herramientas que nos permitan facilitar mayor organización, integridad, coherencia y comprensiones más integradoras y holísticas.

Incorporar el pensamiento sistémico en la educación, nos podría ayudar no solo a comprender los sistemas que cambian en el tiempo - como la vida, la cultura, el conocimiento, la inteligencia, la escuela, las energías - sino también a nutrir nuevas relaciones para potenciar el sentido de cuidado, responsabilidad y agencia, apoyando la sostenibilidad y la regeneración y comprendiendo más profundamente las características (holones y fractales) para favorecer la resiliencia personal y la transformación de los sistemas. 

Como señala el Padre Francisco, en su Laudato sí: “…todas las criaturas están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres nos necesitamos unos a otros. Cada territorio tiene una responsabilidad en el cuidado de esta familia, por lo cual debería hacer un cuidadoso inventario de las especies que alberga en orden a desarrollar programas y estrategias de protección, cuidando con especial preocupación a las especies en vías de extinción”… más adelante continúa expresando que “los conocimientos fragmentarios y aislados pueden convertirse en una forma de ignorancia si se resisten a integrarse en una visión más amplia de la realidad”.

La otra cuestión importante al respecto de la relación entre visiones sistémicas y la educación, es que ofrecería pensamientos y acciones colectivas más integrales, donde la formación de la inteligencia y la práctica pedagógica no solo se orientaría a la formación disciplinar, la resolución de problemas y aspectos cognitivos, sino como afirma Mónica Sharma, sería orientado a las respuestas conscientes de espectro completo, donde además de incluir la acción estratégica (técnica) también cambiamos normas, comportamientos y fomentamos las virtudes y la sabiduría interna de las personas. 







Algunas metodologías donde se articula el pensamiento de sistemas y a su vez, donde pueden ser inspiradoras para implementar en contextos educativos, ambientes de aprendizaje y diseño de proyectos de innovación social son: La visión integral de Ken Wilber; el trabajo de Otto Scharmer sintetizado en la Teoría U; la metodología de diseño de proyectos Dragon Dreaming; los marcos y enfoques para el liderazgo radical y transformador de Mónica Sharma; la rueda de la co-creación de Barbara Marx Hubbard; los mapas para pensar sistémicamente la historia, las desigualdades y la política planteado por Hanzi Freinacht en su libro Nordic Ideology y la matriz de gestación Mhuysqa, publicada en el Iibro Casa Madre escrita por Ignacio Murillo.

Otra oportunidad pedagógica que abre el pensamiento sistémico, en el campo de la historia y las ciencias sociales, es observar los patrones y emergencias en escalas de tiempo más largas, lo que se denomina recientemente la Gran Historia, con el propósito de buscar síntesis y comprensiones más profundas de las mutaciones en el tiempo; aquí las preguntas que surgen son acerca del patrón que conecta: ¿cuál es el patrón que conecta las transformaciones personales, sociales y culturales…cuál es patrón que conecta a todas las criaturas vivientes? ¿Cómo han sido las transformaciones, los atractores de futuro y cuáles son las relaciones entre la consciencia, las tecnologías y las prácticas educativas? 

La pregunta por las relaciones, es no solo lo que hace evolucionar la educación, la crianza y fomentar un apego seguro, las relaciones de amistad y de pareja, sino también lo que ha hecho prosperar la evolución de las ideas. Según el filósofo Arthur Koestler, en su maravilloso ensayo, El acto de la creación, muestra un denominador común entre la ciencia, el arte y el humor; en la ciencia, las conexiones entre campos de saber diversos, fomentan el avance del conocimiento, como por ejemplo, la electricidad y el magnetismo y la comprensión de la energía como corpúsculo y onda; en el arte y la poética, las relaciones entre metáforas, colores, gestualidades, sonidos y escenas; e incluso las relaciones son fundamentales en el humor, donde dos mundos y sistemas de referencia opuestos colisionan provocando la risa.

En el contexto psicoterapeútico, en los contextos colectivos de la sanación de traumas y en la producción de significado, también es función de las conexiones que realizamos, lo que produce la emergencia del alivio, la integración del pasado doloroso, y la comprensión. Además, creemos que el asunto de la conexión y la comprensión sistémica, es una prioridad en la educación, ya que parece estar avanzando más rápidamente la desconexión en todos los sistemas, que la regeneración de ellos y esto evidencia la (meta)crisis educativa, es decir, cuando las demandas sistémicas, desbordan las posibilidades de orientación e intelección.

En las pedagogías (meta)sistémicas y metamodernas sobre las que vengo investigando y prototipando en contextos educativos, se abordan micro-sistemas conformados por tríadas: lo que yo denomino, la pedagogía de las 3C: conexión, comprensión y co-creación; verdad, belleza y bondad; ser, consciencia y felicidad; yo, nosotros y ellos; personal, interpersonal y transpersonal; personal, lo profesional y lo ciudadano; el arte, la ciencia y la tecnología.

Exploremos la pedagogía de las 3C. En la conexión, realizamos rituales, juegos, experiencias de canto y danza, meditaciones en relación y exploraciones imaginativas y artísticas a través de múltiples lenguajes para disponer la totalidad del sujeto a nuevos aprendizajes. En este momento, también exploramos microhistorias de vida en donde se articula la sinceridad y la apertura del corazón (vulnerabilidad), como formas de integrar pasado, presente y futuro y de crear nuevas comprensiones de lo que venimos siendo, propiciando una atención y empatía a nuestras experiencias de vida significativas propias y de los demás, a las heridas, traumas, así como también, a mostrar la importancia de las relaciones, conexiones humanas profundas, privilegios y capitales sociales. Hemos visto como estas prácticas de conexión, fomentan la empatía del grupo y revelando verdades para sanar, llegando a percibir que contar historias es una forma de autoconocimiento esencial y al tiempo funciona como una medicina profunda (Marya & Patel, 2021).

En la comprensión, creamos ambientes de conversación sobre asuntos de interés para el alma y la sociedad, creando dinámicas de encuentro que busquen la verdad, la profundidad, la belleza e integrar el pensamiento sistémico en el abordaje de los asuntos de interés de los participantes. Un ejercicio recurrente en mis prácticas pedagógicas y que nutre muchos aprendizajes, se refiere a que los participantes realicen diálogos con personas inspiradoras y visionarias. Otro experimento didáctico de mucha utilidad, es apropiar la herramienta AQAL de Ken Wilber, acerca de los cuatro cuadrantes, en donde se crea un ambiente donde se exploran en 4 rincones en el aula, las causas/soluciones multidimensionales a problemas de interés de los participantes. Todos circulan en cada espacio y se toma nota de los diálogos que allí se generan y finalmente se hace una socialización en grupo, resumiendo los hallazgos encontrados, las emociones generadas, las reflexiones propuestas, buscando encajar las piezas para una mejor comprensión y diversidad de respuestas integrales al problema planteado.

Otra consecuencia de comprender sistémicamente, sentir e interactuar con la red de la vida, es que podríamos aprender a tener mayor humildad, respeto, generosidad, gratitud y una relación de asombro, cuidado, más integrada con el resto de los seres, formas de vida, ecosistemas y especies.  Reiteramos que esto no es un asunto menor, dado que las metáforas (mitos y narrativas) que usamos para pensar el mundo afectan los valores, acciones colectivas y decisiones que tomamos como sociedad.  Las narrativas dan forma a nuestras visiones y personalidades, así como encuadran las imaginaciones colectivas.

Posterior a realizar las conexiones, exploraciones sensoriales, comprensiones y haber realizado una inmersión en el campo que queremos transformar, nos enfrentamos a la co-creación, a diseñar conjuntamente (de la mano con las personas interesadas y expertos en el problema), un experimento social o prototipo a escala real. Para esta fase, nos inspiramos en el documento de cómo hacer un prototipo escritos por Antonio Lafuente y Mariana Cancela, y planteamos algunas de las características tales como: abierto, recursivo, esperanzador, experimental, etc.

En un tiempo de creciente polarización tóxica, donde las relaciones se han visto limitadas por una vida digital adictiva que controla la atención y fragmenta a las personas - además de socavar las conversaciones, la gestualidad y por ende la cooperación - se nos ofrece la oportunidad de crear nuevas conexiones, sistemas, historias, prototipos para reconstruir la trama de la vida, donde podamos soñar, jugar, explorar y co-crear acciones colectivas más bellas, bondadosas y ricas para todos los sistemas y holones sociales a los que pertenecemos, desde el cuerpo, la casa, la familia, la localidad, hasta la biosfera.

Finalmente, a medida que las comunidades se conforman como espacios de aprendizaje y de apoyo mutuo, en redes distribuidas auto-organizadas, en donde en cada casa o experiencia local, se abre un aula local con consciencia global, facilitamos la construcción de redes de diversidad y riqueza cultural; necesitamos que se multipliquen los espacios de aprendizaje entre amigos y personas afines, en donde se reúnen a compartir sus alegrías y tristezas, compartir la curiosidad y abundancias, paradojas y preguntas, las visiones de futuro, esto generaría las resonancias para que el tejido social se consolide, la inteligencia colectiva movilice todos los recursos para regenerarnos a nosotros mismos, las relaciones y la salud del planeta.








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