sábado, 25 de octubre de 2025

El perfume de las flores

Veía cómo la abeja danzaba tras el perfume de las flores. La atraían sus aromas, y cuando encontraba la fuente de vida y alimento, bailaba, suspiraba y guiaba a las demás para que hallaran su propia sabiduría.

No sabía si sus colores eran mímesis de las flores, o si eran las flores las que la imitaban para atraerla y ayudarle a polinizar. Un día comprendió la simbiosis, y quedó extasiada. Desde entonces, comenzó a valorar los encuentros casuales, donde el alimento se distribuía por todo el territorio.

La abeja soñó con encontrarse con otros, salir a caminar, a jugar, a tejer conexiones con mundos misteriosos y ecosistemas llenos de vida. Un día apareció un león que rugió fuerte, y un pájaro —que no sabía hacia dónde volar— se posó en la punta de una rama y le cantó canciones nunca antes oídas.

En ese instante, los rayos del sol atravesaron los árboles, y las mariposas resplandecieron en coreografías de silencio. El viento agitaba las semillas, y los loros, con su humor, hacían reír y animaban a las hormigas en su viaje.

Llegó la noche, larga y fría. Los susurros de las voces que salían a cazar advirtieron a las leonas y jaguares sobre un animal invisible que a todos asustaba. Al principio creyeron que era algo terrible, pero no era un animal: era el crujido de algo que caía estrepitosamente, haciendo mucho daño.

Mientras escuchaban aquello, surgió otra melodía. De repente, todos los animales comenzaron a construir sus propios nichos, a producir alimento, y a llenar de vida y música toda la aldea, que ese día se volvió un carnaval. Allí aprendieron a convivir con los desacuerdos y las diferencias, invitando a cada ser —animal, vegetal y humano— a desplegar su mejor presencia.


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martes, 21 de octubre de 2025

La pureza y sus fantasmas. (A propósito de algunos desafíos del pensar crítico)

I. Sobre el desgaste del pensar crítico.

Aunque el pensamiento crítico ha abierto caminos hacia una sociedad más libre y justa, hoy necesita una profunda actualización. No hablaré de sus potencias, ya ampliamente desarrolladas, sino de algunas incoherencias y carencias que percibo.

La primera es la arrogancia —a veces narcisista— de creer que si todo el mundo pensara como yo, el mundo estaría mejor. Otra bastante recurrente es cuando del pensamiento crítico se confunde con la creación de figuras de odio, adjudicando  problemas complejos a chivos expiatorios que ofrecen cierto consuelo psíquico, pero que finalmente perpetúan el problema.

También observo su vínculo con modalidades de pensamiento mágico y religioso, incrustadas en la utopía entendida como fin trascendente e inamovible; la tendencia a creer en agendas y visiones de mundo cerradas, inflexibles frente al otro —especialmente frente al antagonista—; y la ingenua intención de comprenderlo todo, ofreciendo respuestas fáciles a problemas complejos.

A esto se suma la dificultad para integrar otras formas de racionalidad, su amor por los sistemas excesivamente coherentes, y la construcción de mapas conceptuales sin ventanas, erigidos como muros.

Finalmente, el pensamiento crítico se ha distanciado del arte, la religión, la espiritualidad y la familia: espacios que podrían devolverle fluidez, sensibilidad y empatía entre cosmovisiones diversas. Al pensar el mal o la injusticia, suele caer en juicios morales que nos eximen de imaginar alternativas estructurales, lo que termina derivando en una evasión de la imaginación política.

II. La inflación moral del discurso

En el marco del círculo de reflexión del Doctorado en Ipecal, donde hemos leído a Hugo Zemelman para ejercitar un pensar situado —pensar desde la realidad y no desde los conceptos dados—, me ha surgido una inquietud: ¿qué ocurre cuando las palabras críticas se desgastan al punto de perder su fuerza para interpretar el presente?

Conceptos como antirracismo o patriarcado nacieron para revelar estructuras de dominación, pero al volverse signos de pertenencia moral perdieron capacidad analítica. Se repiten a menudo como consignas performativas (“ser antirracista”, “luchar contra el patriarcado”) sin precisar cómo se reproducen esas dinámicas en la vida concreta. A menudo se transforman en palabras mágicas que evocan el bien, la pureza, la causa justa… pero sin vincularse necesariamente a un diagnóstico riguroso o a una práctica transformadora.

Al volverse universales y genéricas, estas palabras dejan de señalar mecanismos específicos —económicos, institucionales, mediáticos o afectivos— y pasan a operar como marcadores morales: Antirracista = bueno. Racista = malo. Feminista = justo. Patriarcal = injusto. Un gesto que muchas veces desemboca en una suerte de etnocentrismo moral nocivo para el cambio social y cultural.

Así, el lenguaje crítico se desliza hacia una moralización del discurso político, donde lo importante ya no es analizar las mediaciones materiales de la desigualdad, sino declarar adhesión simbólica a una causa. McGowan, Mark Fisher o Adolph Reed lo han señalado de distintas formas: la izquierda cultural contemporánea se obsesiona con el significante de la crítica, pero no con su eficacia.

Cuanto más abstractas se vuelven estas palabras, más saturan el espacio público y menos transforman la realidad. Se produce lo que Byung-Chul Han llama “inflación moral”: una sobrecarga de significantes éticos que debilita su fuerza política. Las luchas se fragmentan en etiquetas sin horizonte común, y la crítica se disuelve en moralismos identitarios.

Esta pérdida de densidad simbólica no solo afecta al lenguaje: alcanza también a las imágenes, a las formas en que representamos la crítica y la violencia. Se percibe esto en la obra The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living  del artista Damien Hirst donde un tiburón flota inmóvil dentro de su urna de cristal. Alguna vez fue amenaza —cuerpo real, potencia salvaje, animalidad viva— y ahora es símbolo, mercancía, reliquia. Lo que antes mordía, hoy adorna. El arte de Hirst no celebra la muerte: la administra, la conserva, la convierte en experiencia segura para el espectador. Así también ocurre con nuestras causas nobles: su ferocidad inicial se embalsama en discursos y vitrinas morales. El gesto vivo de la crítica —como el tiburón— queda suspendido en formol, estetizado, neutralizado. Lo que fue herida abierta se vuelve objeto de contemplación: limpio, impecable, sin riesgo.

Como advirtió Alasdair MacIntyre, retomando a Freud, desenmascarar la arbitrariedad de los demás suele funcionar como defensa frente a la arbitrariedad propia. En otras palabras, la crítica puede convertirse en una forma sofisticada de negación: cuanto más exhibimos la ideología ajena, menos interrogamos nuestras propias complicidades. De ahí que el discurso crítico, cuando se absolutiza, derive en una suerte de narcisismo moral que confunde lucidez con pureza. En nombre de la emancipación, terminamos construyendo nuevas ortodoxias simbólicas, nuevos lenguajes de salvación que preservan intactas las estructuras de poder y deseo que pretendíamos cuestionar.

Tanto Žižek como Nick Land, desde lugares opuestos, han advertido algo similar: que las formas contemporáneas de crítica tienden a quedar atrapadas en su propia teatralidad. Žižek lo formula como un síntoma ideológico: disfrutamos denunciando el sistema mientras participamos activamente en él. La crítica se vuelve un acto de consumo simbólico, una coartada que nos permite sostener el cinismo cotidiano sin culpa. Land, por su parte, lleva esta paradoja al extremo: sostiene que el capitalismo ha absorbido la negatividad de la crítica hasta convertirla en motor de innovación, es decir, que la crítica misma se ha vuelto combustible del sistema que pretendía subvertir.

III. Repolitizar las categorías.

Pero no se trata de prescindir de estos términos que señalan problemáticas que necesitamos transformar, sino —quizás— de repolitizarlos: de nombrar cómo se reproducen hoy las desigualdades en el capitalismo de plataformas, en los algoritmos, en las relaciones afectivas o en la ecología del deseo. Devolverles densidad histórica y situacional, en lugar de usarlas como fórmulas totales. Pensar la emancipación no como identidad, sino como práctica relacional y situada. Porque —como recuerda una vieja máxima— las palabras no deben reemplazar la acción: deben orientarla.

Aquí una paradoja característica de nuestro tiempo. A medida que se expanden los canales de información y crece nuestra exposición a los conflictos del mundo, la política parece estar en todas partes: en las redes, en el consumo, en las conversaciones cotidianas. Sin embargo, esta expansión no ha producido un aumento correlativo de la comprensión política. Hemos multiplicado los discursos, pero no las capacidades. La proximidad a la información no se traduce en una inteligencia práctica sobre cómo se ejerce el poder, cómo se configuran las instituciones o cómo podrían transformarse. En lugar de sujetos políticos, producimos comentaristas morales; en lugar de acción, proliferan juicios.

En última instancia, se trata de recuperar lo que Zemelman llamaba la potencia del pensar: esa facultad de abrirse a lo inédito posible. Volver a pensar desde la realidad —no desde las etiquetas que la domestican— podría ser el primer paso para que la crítica deje de ser discurso y vuelva a ser acontecimiento.

Entonces, ¿qué significa repolitizar estos términos clave de la actualización del pensamiento crítico?. Significa mover los conceptos del pensamiento crítico hacia nuevas escalas y dimensiones; explorarlos desde distintos métodos y contextos que revelen sus interdependencias y especialmente en el ámbito pedagógico, implica aprender a mirarlos desde una perspectiva más sistémica, compleja y encarnada, donde pensamiento y experiencia se entrelazan.

IV. El patriarcado como caso de estudio

Tomemos, por ejemplo, el caso del patriarcado. Comprender esta noción requiere integrar diversas dimensiones y profundizar en sus raíces históricas y simbólicas, a su vez que situarla en una escala temporal y transcultural más amplia: observar la función histórica del poder de dominación masculino en la sociedad, los mandatos morales que lo han constituido y la internalización de un modo de ser y de relacionarse con el mundo.

Pero también es bastante sensato reconocer que en esa larga historia de dominación y jerarquía, se entretejen valores, potencias y aportes —como la disciplina, la figura del protector, el trabajo fuerte, los avances en la cosmovisión tecnocientífica— que, aunque hoy necesiten ser reconfigurados y problematizados, han sostenido parte de la arquitectura simbólica de la civilización.

Desde una mirada dialéctica y no moralizante, repolitizar significaría leer el patriarcado no solo como opresión, sino como una forma histórica de organización simbólica del mundo que hoy estamos llamados a comprender, trascender y transformar.

Para ello, podríamos considerar, de manera simultánea, distintas dimensiones de análisis y de experiencia, con el propósito de ampliar la mirada y las posibilidades de participación y de acción colectiva. Siguiendo con la problematización del patriarcado podríamos explorar las siguientes aristas:

Epistémica: reconocer los marcos de pensamiento que han naturalizado jerarquías del saber, y hacer justicia a otras formas de conocimiento que la masculinidad ha encarnado a lo largo de la historia.

Ontológica: revisar las nociones de realidad, de ser humano y aquello que entendemos como la “esencia” de lo masculino.

Fenomenológica: atender cómo se viven y se encarnan esas estructuras de dominación en la experiencia sensible y cotidiana.

Biográfica: explorar la historia viva que cada quien porta en su relación con lo patriarcal: con el padre, el abuelo, los ancestros y la relación con otros géneros.

Política: crear círculos de deconstrucción y reconstrucción de la masculinidad dominante, propiciando encuentros donde emerjan los dones al servicio a la comunidad.

Mito-poética: indagar los imaginarios, mitos y símbolos que han configurado la idea de lo masculino —el padre, el guerrero, el sabio, el héroe, Peter pan— como expresiones de una tensión entre poder, cuidado y trascendencia.

Ecológica: reconocer la masculinidad dentro de una ecología más amplia de fuerzas vitales —humanas y no humanas—, repensando su relación con la Tierra y la tecnología

Histórica: comprender que “lo patriarcal” no es una esencia, sino un régimen de verdad que ha mutado con el tiempo.

Solo al integrar algunas de estas dimensiones (y sus relaciones), en la construcción de conocimiento y del pensar crítico, podemos devolver espesor a los conceptos, comprenderlos en su densidad histórica, mítica, relacional y simbólica. Así se abre la posibilidad de un pensamiento más inclusivo y de una acción colectiva más integral, capaz de acoger la contradicción, la negatividad y la potencia que aún habita en lo patriarcal.

El pensamiento crítico no se renueva repitiendo viejas fórmulas, sino encarnando nuevas formas de comprender y de actuar. Repolitizar es devolver a las palabras su capacidad de crear realidad, de sostener comunidad y construir la historia. Solo así el lenguaje vuelve a ser un territorio de transformación, y no un eco vacío de su propia impotencia.


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martes, 14 de octubre de 2025

Podcast (#1) Semillero Arte, Comunicación y Culturas de paz

Bienvenidos al primer programa radiofónico del Semillero Arte, Comunicación y Culturas de Paz (del Centro de la Educación para la paz, la Memoria y los Derechos Humanos CEPAZ), un espacio de creación y reflexión colectiva conformado por estudiantes de distintos programas de la Universidad Pedagógica Nacional: Licenciatura en Educación Comunitaria, Artes Escénicas, Ciencias Sociales, Artes Visuales y la Maestría en Tecnologías de la Información Aplicadas a la Educación...

Este primer episodio entreteje historias, meditaciones y conversaciones sobre la paz, junto con entrevistas a participantes del programa Artes para la Construcción de Paz —coordinado por la Universidad Pedagógica Nacional—. También incluye canciones dedicadas a la memoria y la dignidad, experiencias compartidas por los integrantes del semillero durante este semestre, y un juego de cartas que invita a explorar preguntas y abrir diálogos sobre temas complejos.


Agradecimientos especiales a:

Estudiantes Semillero Arte, Comunicación y Culturas de Paz (Cepaz- UPN)

Construyendo historias sonoras

Semillero en Pedagógica Radio 
https://radio.upn.edu.co/

  • Brayan Beltrán - Edición Audio.
  • Daniel Ramírez y Lina María González: Locución y Meditación sobre la paz.
  • Natalia López: Voz y guión radioteatro.
  • Alejandro Vaca y Mauricio Farfán: construcción de historias...
  • y Gabriela Ruiz: Locución y experiencia de juego.

Música seleccionada:

  • “Tranquilidad” – Emilsen Pacheco
  • “Inmigrante en mi tierra” – Naimad B
  • “Tiempos de guerra” – Samurai

Poesía: Nancy Serna (Artista formadora de Girardota Antioquia participante en el programa Artes para la Construcción de Paz)

Entrevista: Diana Rodríguez (Coordinadora pedagógica Programa Artes para la Construcción de Paz)


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miércoles, 24 de septiembre de 2025

Paradojas del yo ilimitado

Ensayo basado en la lectura del texto: Antropología del sujeto neoliberal – Christian Laval

Pensar la subjetividad contemporánea exige reconocer que nuestra época ha instaurado una lógica de expansión infinita y autoexplotación. El sujeto enfrenta no solo expectativas externas, sino mandatos internalizados de superación constante, visibilidad, rendimiento y goce, proyectándolos sobre su cuerpo, emociones y relaciones. Las paradojas del yo ilimitado funcionan como laboratorios de pensamiento donde la búsqueda de trascendencia, reconocimiento o placer puede derivar en ultra-subjetivación, autoculpa y evasión de la finitud.

Pulcinella and the tumblers - Giovanni Tiepolo

El ensayo se organiza en seis paradojas que van de lo íntimo y afectivo a lo social y trascendente: la subjetividad ilimitada; el reconocimiento y la visibilidad; el emprendimiento como autoexpansión y fuerza social; la trascendencia espiritual desconectada de la inmanencia; y la trascendencia a través del sexo y las drogas, donde el goce efímero refleja la misma lógica de evasión y autoexplotación.

Pensar hoy exige ir más allá del gesto postmoderno de sospecha infinita. La ironía y la deconstrucción permitieron desarmar mitos, pero dejaron un terreno estéril, incapaz de alumbrar alternativas. El gesto metamoderno propone un “sí” después del “no”: abrir futuros compartidos donde la negación funcione como impulso creativo, no como clausura.

Si bien este ensayo toma como punto de partida el análisis de Laval sobre la subjetividad neoliberal, su enfoque va más allá de la mera observación crítica. Propone un pensamiento metamoderno, que oscila entre crítica y creación, desconfianza y esperanza, reconociendo límites y riesgos, pero explorando también modos de vida alternativos, prácticas de cuidado, solidaridad, trascendencia auténtica y autoafirmación creativa. Estas paradojas no solo describen tensiones contemporáneas; son invitaciones a habitar los bordes entre finitud e ilimitación y a experimentar con nuestras propias formas de ser, relacionarnos y trascender.

1. Paradoja de la subjetividad ilimitada

La ultra-subjetivación desconecta al sujeto de su finitud: los límites biológicos, afectivos y existenciales. En un mundo que premia la expansión infinita y la innovación constante, cada esfuerzo por “ir más allá” se convierte en una forma de autoexplotación, alineando la expansión personal con la acumulación capitalista. Esta lógica permea la vida afectiva: la búsqueda constante de novedad, incluidas relaciones amorosas cambiantes, actúa como mecanismo de autoafirmación y evasión, reproduciendo la dinámica de productividad en lo íntimo. La libertad prometida se revela como mandato exigente, que obliga a ir más allá incluso del afecto y la reconciliación consigo mismo.

Prácticas:

Pausas y contemplación que valoren la finitud como recurso creativo y conexión con lo esencial.

Creación de rituales de auto-cuidado colectivo, que transformen la autoexigencia en cuidado compartido.

Narrativas que celebren logros pequeños y cotidianos, no solo la superación infinita; gratitud.

2. Paradoja del reconocimiento

La exigencia contemporánea no es solo producir, sino ser visto y admirado. La vida se convierte en una vitrina donde cada gesto compite por atención y validación, y donde la autenticidad se subordina a la lógica del espectáculo. La paradoja es doble: buscamos reconocimiento verdadero, pero nos medimos por métricas impersonales y visibilidad superficial; además, deseamos ser admirados solo por quienes admiramos, no por quienes desprecian o no comparten nuestros valores, intensificando la tensión entre autenticidad y visibilidad.

Prácticas:

Establecer microcomunidades de reconocimiento mutuo basadas en reciprocidad y valores compartidos.

Cultivar prácticas de autovaloración y registro personal que no dependan de redes sociales ni comparaciones externas.

Experimentos artísticos o colectivos donde la visibilidad sea un juego creativo, no un mandato social.

3. Paradoja de la infinitud en la mente

En la contemporaneidad, la paradoja del yo ilimitado no solo se manifiesta en la presión por producir, exhibir y maximizar experiencias, sino también en el exceso de infinito en la mente. Sentir un mundo interior amplio, creativo y sin límites puede ser fuente de riqueza, pero cuando este caudal no se regula, cuando el flujo de posibilidades y estímulos internos se vuelve incontenible, la mente corre el riesgo de desbordarse. Lo que en principio es expansión se transforma en exceso: un torrente que confunde, fragmenta y puede derivar en malestar profundo o psicopatología. Así, el infinito interior, que debería nutrir la vida, puede volverse amenaza, mostrando que la verdadera paradoja del yo ilimitado reside en la tensión entre creatividad expansiva y capacidad de contención y cuidado de sí.

Prácticas:

• Diario de ideas y reflexión: Registrar pensamientos y fantasías para darles forma y contener el flujo mental.

• Exploración artística: Canalizar la creatividad en proyectos con estructura, límites y revisiones periódicas.

• Meditación o atención plena: Observar y contener el flujo de ideas sin bloquear la imaginación, integrando pausa y claridad

4. Paradoja del emprendimiento o ser empresario de sí

La crítica binaria al “empresario de sí” es insuficiente. La paradoja requiere un tercer momento: disputar el emprendimiento, desplazándolo hacia formas colectivas, regenerativas y emancipadoras. Transformar el individuo-empresa en comunidades auto-organizadas permite sostener la vida, inventar tecnologías sociales y multiplicar solidaridades, convirtiendo el emprendimiento en herramienta de creación y cuidado colectivo.

Prácticas:

Impulsar proyectos colectivos, cooperativos o comunitarios que pongan la creatividad al servicio de la vida compartida.

Diseñar tecnologías sociales alternativas: cooperativas, plataformas de intercambio de habilidades sin fines de lucro.

Reimaginar el emprendimiento como exploración de sentido, cuidado y sostenibilidad, no solo acumulación o eficiencia.

5. Paradoja de la trascendencia espiritual

La búsqueda de lo absoluto o lo sagrado, desconectada de la vida concreta, se convierte en evasión de conflictos internos y de la finitud. La superación espiritual abstracta puede profundizar la desconexión consigo mismo y con los demás, evidenciando la tensión entre lo trascendente y lo inmanente.

Prácticas:

Integrar prácticas espirituales con cuerpo y comunidad: meditación en movimiento, rituales compartidos, arte participativo.

Redescubrir la dimensión inmanente de lo sagrado: naturaleza, afecto, cooperación cotidiana.

Fomentar un diálogo entre lo trascendente y lo concreto, donde la espiritualidad sea práctica vivida, no solo ideal abstracto.

6. Paradoja de la trascendencia a través del sexo y las drogas

Experiencias extremas de placer, intoxicación o éxtasis prometen expansión y liberación, pero muchas veces funcionan como sustitutos de la transformación auténtica. El goce inmediato se convierte en evasión de la introspección, atrapando al sujeto en un ciclo de intensidad efímera, insatisfacción y búsqueda constante de novedad, reproduciendo la lógica de la autoexplotación y la ultra-subjetivación.

Prácticas:

Explorar el placer consciente: experiencias sensoriales que integren límites, respeto, riesgo consentido y cuidado mutuo.

Prácticas de éxtasis que no dependan de sustancias externas: danza, música, performance, rituales colectivos.

Redefinir el exceso como laboratorio de introspección y comunidad, donde la transgresión se transforme en autoconocimiento y vínculos auténticos.

Estas 6 paradojas no existen como islas separadas: se entrelazan en un tejido donde la finitud se encuentra con lo ilimitado. Cada práctica sugerida es un laboratorio, espacios para ensayar nuevas formas de habitar, relacionarnos y afirmarnos creativamente.

Habitar estas paradojas implica igualmente aceptar que no hay respuestas definitivas, sino experimentos continuos: pausas que subvierten la autoexplotación, redes de reconocimiento mutuo que desafían la visibilidad superficial, emprendimientos colectivos que devuelven la creatividad al cuidado de la vida, prácticas espirituales que conectan lo sagrado con lo cotidiano y experiencias de placer que integran límite, conciencia y comunidad.

La verdadera invención surge al aprender a habitar el borde, a ser habitantes entre mundos, donde cada ruptura, vínculo o instante de goce o caída es un acto de creación y curación. Aquí, la vida se transforma en un laboratorio abierto donde la crítica se encuentra con la imaginación, la desconfianza con la esperanza, y donde el desafío no es evitar el riesgo sino inventar modos de existencia que nos devuelvan a nosotros mismos y a los otros con nuevos ojos.


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lunes, 22 de septiembre de 2025

El pensamiento sigue a la acción

El mundo no espera a que lo pensemos para ponerse en movimiento. El río no razona antes de fluir, la semilla no calcula antes de brotar, y el corazón no pide permiso para latir. Así también, en la vida humana, la acción es primera: un salto, un gesto, un error, una entrega. El pensamiento llega después, como sombra luminosa que interpreta la huella de lo vivido.

Pensamos porque actuamos: el cuerpo tropieza y entonces la mente aprende el equilibrio; la voz se lanza y luego encuentra el canto; el abrazo se da y más tarde la reflexión lo nombra como ternura. Tal vez sea la acción quien abre las puertas, y el pensamiento quien las cierra para guardarlas en memoria. Vivir, entonces, es atreverse a obrar sin saber del todo, confiando en que el pensamiento sabrá llegar después como huésped agradecido.

Si el pensamiento sigue a la acción, entonces podemos diseñar experiencias donde la gente primero haga y luego piense

Nuestros conceptos e ideas son inseparables de nuestros gestos, sentimientos y sensaciones. Pensar nunca ocurre en el vacío: cada noción que formulamos resuena en la piel, en la respiración, en el tono de la voz y en los movimientos más sutiles del cuerpo.

Si nuestras ideas están tejidas con sensaciones y gestos, aprender no puede reducirse a repetir definiciones. Enseñar paz, justicia o democracia sin experiencia corporal es como enseñar música sin escuchar ni tocar un instrumento: la palabra queda hueca, sin arraigo. El cuerpo es la primera pizarra, la memoria más viva, el territorio donde todo conocimiento se inscribe antes de hacerse discurso.

El pensamiento es, en realidad, una vibración del cuerpo en el mundo. Lo sabemos cuando una idea nos estremece, cuando una intuición eriza la piel o cuando la comprensión se anuncia con un “¡ajá!” acompañado de un gesto espontáneo. Pensar es siempre sentir pensando.

Maurice Merleau-Ponty lo expresó con la fenomenología de la percepción: el cuerpo no es un objeto que poseemos, sino la condición misma de posibilidad de pensar y habitar. Somos cuerpos que sienten, y por eso pensamos.

Nuestros conceptos son como frutos, pero el árbol que los sostiene son los gestos y sensaciones que los alimentan. El pensamiento es, en el fondo, un coro de gestos silenciosos que el cuerpo canta sin cesar.

Mind in Motion de Barbara Tversky plantea que el pensamiento humano está profundamente enraizado en la acción corporal y en la experiencia espacial. La autora demuestra, con evidencias de la psicología cognitiva, que los gestos, los movimientos y las representaciones espaciales son el fundamento de procesos abstractos como el razonamiento, la memoria y la creatividad. Al externalizar el pensamiento en diagramas, mapas, bocetos o diseños, las personas no solo comunican ideas, sino que también amplían y transforman su capacidad de pensar. 

Por eso, pensar críticamente no significa solo argumentar con lógica, sino habitar con el cuerpo lo que decimos: dejar que las palabras pasen por la piel, que las ideas respiren en movimiento. Tal vez el desafío de la educación contemporánea no sea llenar cabezas de conceptos, sino desplegar la voluntad de cuerpos pensantes, capaces de vibrar con lo que aprenden y de encarnar en gestos la justicia, la paz y la democracia que proclamamos.

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domingo, 14 de septiembre de 2025

Hermeto Pascoal entre Fauna Universal y Miscelânia Vanguardiosa

Hermeto Pascoal (1936–2025) fue un músico de otro mundo. Multi-instrumentista e improvisador sin límites, podía hacer un solo con un vaso de agua, con una pitadora, con su larga barba blanca o incluso con un simple tenedor y cuchillo. En sus manos y en sus oídos, cualquier objeto se transformaba en sonido, y todo sonido se volvía música.

Siempre admiré la Escuela Jabour, fundada en Río de Janeiro, donde se reunía con músicos para experimentar con las raíces brasileñas, el jazz y universos sonoros inexplorados. Con este mago se abrió un verdadero “Viagem do Subconsciente”: libertad creativa radical, humor, espontaneidad, energía, y una escucha profunda —de la naturaleza, de la ciudad, de la intuición y del instante. Hermeto fue una belleza de ser humano, de esos que se recuerdan para siempre.

Otra obra de este alquimista que me inspira es el Calendário do Som (1996–1997), un proyecto insólito: componer una canción para cada día del año como un regalo a toda la humanidad. Una ofrenda cósmica, cotidiana y festiva. Sus discos siempre me han acompañado: alegres, libres, experimentales, mágicos.

Tuve la fortuna de escucharlo en un Jazz al Parque en Bogotá, en un concierto inolvidable. Su música encendía la alegría en quienes lo oíamos; era como si su Cérebro Magnético nos conectara con la Fauna Universal de la que él mismo parecía ser mensajero.  


Canciones inolvidables de este músico: Frevo en Maceió (la tuve mucho tiempo como ringtone), Voz e Vento y Mazinho tocando no coreto, Bebê, Andei,  Viva Jackson do Pandeiro, Caminho do sol, Forró Brasil y  fantásticos los trabajos previos a su carrera como solista entre el 60 y 70 que realizó con el Conjunto Som 4, Quarteto Novo, Sambrasa Trío y Brazilian Octopus... Otros discos memorables: Lagoa da Canoa, Município de Arapiraca (1984), Cerebro Magnético (1985), Mundo Verde Esperanca (1986) y un álbum homenaje a músicos tremendos como Carlos Malta, Edu Lobo, Tom Jobim, Astor Piazzolla y Chick Corea, llamado Mundo dos Sons (2017)

Es el paso, es el gesto, es el grito
Es el paso, es el gesto, es el grito.

El paso inicia el vuelo
Que va del suelo al infinito
Para mí, que amo el camino abierto
Quien detiene el paso es maldito.

(Hermeto Pascoal - Tres Coisas)

Salí por el camino buscando un destino,
un destino que me hiciera feliz.

¡Y qué destino maravilloso!
¡Qué destino tan lindo iba corriendo a encontrar!

Sucede que, como se dice,
“quien busca encuentra”.
Y quien encuentra, se encuentra.

(Hermeto Pascoal - Chapeu de Baeta)


Documental Quebrando tudo.

Gracias por traer tanta belleza al mundo.

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sábado, 13 de septiembre de 2025

Dialéctica de la mirada

El discurso que Gabriel García Márquez redactó para la entrega del Premio Nobel nos abre preguntas desafiantes, no solo sobre nuestro presente, sino también sobre la posibilidad de repensarnos de nuevo. Entre mi lectura personal y la conversación que suscitó, apareció lo que podríamos llamar la dialéctica de la mirada: esa tensión entre cómo vemos a los otros, cómo los otros nos miran y cómo nos atrevemos a mirarnos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.

De esa dialéctica surge un interrogante: ¿cómo a través de la educación podemos ensanchar la mirada? ¿Qué implica pensar tanto en lo que vemos como en lo que nos ve, en lo que abre o cierra la mirada, en el ver con los ojos abierto o cerrados y en lo que aparece cuando miramos hacia adentro? La lucidez, la claridad y la profundidad son concreciones de la expansión de la mirada, mientras que una mirada estrecha y simplificada reduce el mundo a dos dimensiones, a meros esquemas que empobrecen la experiencia y las relaciones.

Conviene subrayar que lo que vemos nunca es inocente ni neutral: no todos vemos lo mismo. Nuestra mirada está matizada por creencias y valores, por la historia y los territorios que habitamos, por las culturas que nos atraviesan, por el inconsciente colectivo y también por nuestra singularidad irrepetible. Preguntar por la mirada implica a la par, interrogar nuestros intereses y marcos de relevancia, reconocer aquello en lo que el mundo nos toca e interpela. Supone también trabajar los sesgos y prejuicios que nos limitan, y abrirnos a la posibilidad de ver con los ojos de los otros: los de quienes nos rodean, los de múltiples culturas y sus sabidurías. Solo así podremos nutrir, desde nuestras diferencias, la experiencia colectiva de la humanidad.

La manera en que miramos nunca es solo individual: toda mirada es también colectiva y política, porque exige pensar cómo interpretamos la realidad en común. Aquí la reflexión adquiere otro tono: interpretar no es solo descifrar, sino también ponernos de acuerdo —y aprender a habitar nuestros desacuerdos— para actuar frente a las circunstancias y desafíos que nos arroja el mundo.

Este desafío se vuelve aún más urgente en el presente. Mientras el pensamiento lógico y proposicional amplía sus posibilidades de combinación y cómputo a través de la inteligencia artificial, necesitamos fortalecer otras dimensiones del pensar. El pensamiento dialéctico y sistémico se torna crucial: no basta con producir enunciados o respuestas. Lo que necesitamos son movimientos del pensamiento, que nos conduzcan a comprensiones más profundas y a una movilización más consciente de la energía disponible como voluntad creadora.

En este horizonte, educar la mirada se convierte en una tarea pedagógica fundamental. Podríamos enunciar tres claves fundamentales para ello:

1. La clave intercultural. Ampliar la mirada significa descentrarnos, abrirnos a lo que habitualmente ha sido invisibilizado, silenciado o marginado. En términos curriculares, se trata de aprender a leer el mundo en clave de sur a norte y de norte a sur, de oriente a occidente y de occidente a oriente, entendiendo que los saberes, artes, filosofías y cosmovisiones de las culturas no son meras curiosidades ni “modelos a seguir”, sino aportes vivos a la humanidad. Es parte de la educación ampliar las formas de ver el mundo y, a su vez, revitalizar los saberes propios —andinos, amazónicos, afroamerindios, africanos, árabes— eclipsados por el eurocentrismo, para que entren en diálogo creativo y crítico con otros legados.

2. La clave dialéctica. Ampliar la mirada no es solo un asunto de contenidos, sino también de método. Implica ejercitar un movimiento constante entre contradicciones y asuntos opuestos, evitando tanto el dogmatismo (una verdad absoluta) como el negacionismo (falsear verdades con relatos) o el escepticismo ingenuo (suponer que todas las verdades pesan lo mismo). La dialéctica nos dispone a las síntesis creativas, fruto de tensiones reales, que permiten avanzar sin clausurar la complejidad.

3. La clave de la escucha. Para ampliar la mirada, debemos aprender a escuchar voces distintas de las nuestras, a conversar en la diferencia y a cultivar una escucha compasiva.. Escuchar lo que no encaja en la cultura dominante: a las personas neurodivergentes, a los ecosistemas, a la crudeza de nuestra historia actual, al outsider, al malandro, a quienes habitan los márgenes y viajeros entremundos. Incluso las voces que más nos incomodan. Porque allí, en lo rechazado, puede estar un fragmento de sabiduría que necesitamos para madurar como humanidad y crear una cultura capaz de acoger, sin violencia, una pluralidad mucho más amplia de vidas, perspectivas y visiones de mundo.

Ampliamos la mirada, entonces, no solo para ser más solidarios con las perspectivas ajenas, sino también para reconocer que la nuestra es apenas un punto de vista, condicionado por los privilegios o la ausencia de ellos. Enseñar y aprender a mirar de este modo no es un lujo, pero se puede entrenar como cualquier oficio: es quizá la tarea más urgente de nuestro tiempo. Una pedagogía de la mirada que, entre la dialéctica, la interculturalidad y la escucha profunda, nos permita regenerar vínculos, sostener la pluralidad y abrir horizontes de humanidad compartida.

Este mismo ejercicio, en el que partimos de la palabra de Gabo y llegamos a preguntas pedagógicas y políticas, es ya una muestra del pensar categorial según la propuesta de Zemelman. Se trata de una danza: comienza en la realidad concreta que nos interpela, se abre a un marco que provoca, pasa por la elaboración interna donde surge lo emergente y las preguntas, se despliega en una exploración conceptual y experiencial, y regresa a lo concreto: a cómo todo esto se traduce en nuestra vida, en la práctica pedagógica o en el espacio cotidiano. Tal vez educar la mirada, desde el pensar categorial, sea justamente aprender a bailar con lo inédito: a no quedarnos repitiendo lo dado, sino a crear posibilidades nuevas para habitar el mundo.


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