miércoles, 15 de mayo de 2019

La religión y la guerra.

La acepción limitada de la religión a un sistema de dogmas y creencias absolutas e inflexibles, no solo ha sido un territorio exclusivo de las tradiciones teológicas, sino que parece ser un modo de conciencia (con sus valores, prácticas, tecnologías y estilos de vida), con una larga historia y que como podemos ver, se expresa en muchos ámbitos de la existencia humana. Tal sistema de creencias, que domina el pensamiento de buena parte de la población mundial y que ha provocado la mayoría de guerras, tiene como características la dualidad, el fanatismo, la exclusión, el combate y la guerra; ver todo como blanco y negro, nosotros vs ellos, amigos y enemigos, buenos y malos, inferiores y superiores, interior vs exterior, plural vs singular. Veamos aquí unos cuantos ejemplos:
- Fe absoluta y exclusiva en lo material y en lo físico, como se presencia en la ciencia moderna como religión (cientificismo).
- Fe en la tecnociencia y en las limitaciones de lo humano, como se expresa en el credo del poshumanismo.
- Fe en el libre mercado y sus lógicas codiciosas de consumo y explotación sin límites.
- Fe en el feminismo radical, cuando simplifica el problema a que el hombre siempre es el opresor y la mujer la víctima.
- Fe en el machismo, que reduce a que el hombre es superior a la mujer y el mito del hombre como héroe.
- Fe en el rigor de la academia cuando desprecia y excluye otras formas de saber, conocer e investigar.
- Fe absoluta en lo social, cuando ve que todo problema se reduce a un problema de estructuras y de lucha de clases.
- Fe en la medicina actual y las farmacéuticas cuando fungen ser la única manera de corregir la enfermedad.
- Fe de algunos profetas y místicos que reiteran que las palabras crean absolutamente toda la realidad, como un mantra new age, que absolutiza el poder del lenguaje.
- Fe absoluto en el nacionalismo, en que unos pueblos son mejores y más desarrollados, el mito de la raza superior y que sigue brotando en la xenofobia actual de muchas personas y sociedades.
- Fe en el cuerpo físico, en la exageración de los músculos, las cirugías, el narcisismo y el culto al cuerpo.
- Fe en que mi religión y mi Dios es el verdadero y todos los demás están equivocados.
- Fe en las neurociencias que reducen la mente y la conciencia humana a un asunto de la fisiología del cerebro, a las sinapsis entre neuronas e impulsos químicos.
- Fe revolucionaria que reduce a que tomando el poder y los medios de producción se resolverían inmediatamente todos los problemas.
- Fe en que todo es un problema de la represión de lo sexual y de complejos en la infancia que explican todas las neurosis y patologías del ser humano.
- Fe en la posverdad, porque si no hay verdades y no hay hechos, quien me dice a mi que estoy equivocado?

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lunes, 13 de mayo de 2019



En esta película de Darren Aronofsky, se percibe la naturaleza profunda de lo hiper-masculino, el arquetipo del hombre herido, del hombre que después de tocar la cima, a base de autoengaños (de obsesionarse con el cuerpo físico y olvidándose de todas sus relaciones) llega al fracaso...una gran peli que muestra las trampas de la masculinidad, el autoengaño del heroísmo y los reveses de salud física y emocional que trae la vigorexia (psicopatología muy extendida en el siglo XXI). Muy clave esta película para conversar en clase, en familia, con los amigos y nuestros hijos sobre los sobornos sociales que cada hombre experimenta para mostrar inteligencia heroica.

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Los posmodernos como profetas de la posverdad.

Autores como Mattew d’Ancona, Yochai Benkler y Ken Wilber, dedican en sus últimas publicaciones a la comprensión compleja del fenómeno de la posverdad y su relación con fenómenos políticos y epistemológicos de actualidad. Algunas de las principales causas que estos señalan para el surgimiento de la post-verdad, son la pérdida de confianza en las instituciones y en los políticos; el declive de los expertos y el saber científico; la ambigüedad de los discursos, propia de la jerga posmoderna; la importancia de las tecnologías digitales y la economía de la atención; el valor de las audiencias, el espectáculo, la resonancia emocional, la distorsión y la denegación de los hechos. 



La posverdad tiene el asiento en dos alas, una es intelectual y se refiere a la visión posmoderna, que niega los hechos, las evidencias y dice que toda verdad es una “construcción social”. La otra ala, se compone de tecnologías digitales, el uso de algoritmos, de la atención de las audiencias y la resonancia emocional de los mensajes. Parece que hay un paso no más, entre el fanatismo y reduccionismo posmoderno de que todas las verdades son construcciones sociales y el decaimiento del valor social de la verdad y concomitante a esto el nihilismo moral que actualmente vivimos.

La información tendenciosa y falsa, resuena al parecer con mayor eficacia entre la población más conservadora, reactiva, aquella que está más ansiosa de respuestas rápidas y simples, sedientas de likes, de seguridad y control. Esta situación de la posverdad, ha sido muy bien catalizada por muchos gobiernos de derecha en el mundo, como Trump, Duque, Bolsonaro; y es tendencia en ciertos pastores cristianos, en los discursos fanáticos de la ideología de género, en las decisiones que llevaron al Brexit, así como también, en el negacionismo de diferentes tipos, como aquellos obstinados en negar la evolución de las especies; los partidarios en negar el holocausto, el cambio climático, el conflicto armado en Colombia y la violencia en Venezuela.





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Diario Transmedia

El diario transmedia es una metodología de construcción de conocimiento integrador que busca realizar conexiones inéditas con lo que nos pasa en la vida cotidiana. Busca hacer de la atención plena un hábito mental y hacer del exceso de información y el embotamiento que muchas veces genera ruido e insensibilidad, una síntesis, un aprendizaje que sea valioso para la vida y que nos lleve a asumir mayores responsabilidades y libertades.

En un momento de donde la atención se ve hiper-estimulada y últimamente un capital en disputa para movilizar políticamente a la población, esta estrategia permite hacer de la vida una obra de arte y construir una narrativa tejida por el asombro, la libertad, las metáforas y la creatividad como una suerte de regalo para las actuales y futuras generaciones.

El diario transmedia es también un experimento de autoconocimiento, un prototipo que articula diferentes medios y lenguajes para expresar y comunicar síntesis creativas. Es un intento de integrar aspectos de la fenomenología, la hermenéutica y las ontologías relacionales, así como también el arte, la ciencia, la filosofía y las tecnología, a las experiencias cotidianas.

Esta metodología surgió hace unos años como una respuesta a la fragmentación en las manera de conocer; a la división entre campos de conocimiento, así como también como un antídoto frente al exceso de información y a los fanatismos que se evidencian en la academia y se manifiestan de diversas maneras. Primero, como simplificación de las respuestas ante temas complejos, segundo, a los totalitarismos discursivos, impulsados tanto por modernos mediante el reduccionismo a lo objetivo y material, como por los  posmodernos, por su obsesión de que todas las verdades son una construcción cultural y que todo es un problema social y por los activistas que se desviven por cambiar a los otros, más interesados en cambiar lo exterior, que cuidar de sí mismos y sus relaciones.

Después de un tiempo de practicar el diario y las etnografías y llevarlas a escenarios de formación universitaria, he podido concluir que con una mente abierta, porosa y sensible, la lectura de lo que nos pasa es más generativa, auto-reflexiva, patafísica, transgeneracional. Esto me ha llevado a comprender y experimentar directamente el tejido psicofísico que nos envuelve y la relación intrínseca entre mente-realidad, la intimidad entre lo objetivo-subjetivo, lo plural-singular, la intuición, la conexión, la empatía y una cadena infinita de interdependencias, características de una mente cósmica y trans-racional.

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