Aún cuando he sido muy optimista respecto al mundo de las tecnologías, frente
a sus posibilidades de aprendizaje conjunto, creación de ciencia ciudadana y la
relación entre arte y medios digitales para su apropiación creativa con diferentes
públicos, hoy percibo que estamos expuestos a mucha información que no
alcanzamos a digerir y procesar. Sabemos
mucho de las noticias del mundo, pero hay poca presencia, diálogos fecundos e
intercambio de tiempo y silencio. Estamos en una aldea global pero son pocos
los ciudadanos globales. Ser ciudadano global no es solo replicar información o
vender productos, es crear una comunidad, un espacio de experimentación y de
pensamiento, iniciar acciones colectivas de participación y seducción que
contribuyan a mejorar las condiciones de vida y la salud e integridad de todas
las personas. Ante tanta exposición de noticias, hay otro asunto y es que
parecen ser más las que hablan de cosas traumáticas y desoladoras y pocas de las
soluciones a los problemas que nos aquejan. Confundimos el pensar críticamente
con develar información alternativa, como si ofreciendo este acceso ya fuera
suficiente para las transformaciones que nos esperan. Otra de las situaciones
alarmantes es que las tecnologías se convirtieron también en sustitutos del
alma, interrumpiendo la atención, generaron un cortocircuito frente a los
propósitos más profundos. Así que podemos dar el paso para estrenarnos el
carnet de ciudadanía global, estableciendo compromisos de integración de tantas
cosas sueltas, que parecen islas y que resultan que son solo el reflejo de
nuestra desconexión, de nuestra incapacidad para realizar la componenda, de
trazar la novedad en cada presente.
jueves, 11 de abril de 2019
El mito de la Vejez
El miedo a envejecer es una problemática
latente en las sociedades actuales y un asunto del que se habla poco, ya que en
muchas ocasiones se asocia con el ocaso, la muerte, la dependencia y la pérdida
de la juventud. A mi parecer, es un asunto que vale la pena abordarse, en un
momento en el que el número de personas mayores crece exponencialmente. Tanto
desde las familias, los medios, la publicidad y la cultura se promueve
permanentemente el mito de la eterna juventud y junto a esta, una imagen de la vejez empobrecida y despotenciada.
Las cirugías estéticas han crecido predominantemente en mujeres mayores; es
usual ocultar las arrugas, las canas y cualquier aspecto asociado a lo viejo.
Los hombres, acostumbrados a su virilidad y a silenciar sus emociones, muchos
de ellos toman viagra, se encuentran deprimidos y algunos no saben cómo
gestionar su tiempo libre. La psicología hasta hace muy pocos años empezó a
reconocer el desarrollo en las edades mayores, no obstante, la fuerte negación,
alimenta las depresiones y suicidios (provocados por el no sentirse útil, el
condenarse al ostracismo en un ancianato, el despojo de poder, de empleo, de
ingresos y de propósitos). Ahora bien, son escasos en los medios de
comunicación, ejemplos de personas mayores activas, creativas y autorrealizadas
y parece estar vigente la idea por todos lados de negar la edad. Son muy
escasos también los espacios educativos y de intercambio para personas mayores
y aún faltan propuestas de escenarios que fomenten la vecindad y la puesta en
valor de su sabiduría. Un ejemplo de negación de la edad muy frecuente en
nuestra cultura, se hace palpable al preguntar la edad considerándose algunas
veces hasta ofensivo. Las consecuencias de no aceptar esta condición y reforzar
esta dependencia van desde las cirugías, el aislamiento en ancianatos y la
naturalización de la imagen que tememos. “El mito ha sustituido a la realidad”.
Y como nos cuenta Friedan en el maravilloso libro la Fuente de la Edad...” toda
forma de negación y rechazo de la edad acaba por hacer saltar la temida trampa
que tratamos de evitar”. “ cúanto más negamos nuestra propia edad, más crédito
damos a esa terrorífica aura que rodea a la vejez”.
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Remando el barco juntos
Muchas de las cosas
que se aplican al movimiento de las mujeres, de liberación de los roles,
desmitificación de lo femenino, como exclusividad en su rol de amas de casa,
madres, objetos sexuales, seres pasivos y dependientes, necesitan apreciarse
históricamente y de las cuales, los hombres podemos aprender y hacer más
consciencia para la liberación de roles estereotipados que se transmiten por la
familia, los medios y la cultura y que son condición y fuente para muchas de
las violencias de género. Las mujeres iniciaron hace mucho tiempo esa
liberación y ese empoderamiento y el hombre, creo yo, va un tanto rezagado,
está inmunizado...ahora le corresponde romper el mito de lo masculino como el
fuerte, duro, inflexible, violento, competitivo, agresivo, objeto de éxito, el
que se identifica únicamente con el dinero, el poder y el trabajo, el que
siempre quiere tener la razón, el que reprime sus emociones y el que le cuestan
las amistades y relaciones duraderas...y ser fuente de problematización y apoyo
para que otros den el salto, comprendan los privilegios y las crisis de la
masculinidad que se expresa inicialmente como crisis de la educación; crisis de
la paternidad (ausencia de responsabilidad); crisis del hombre mítico (el héroe
que muere en la guerra); crisis del hombre moderno (individualismo, codicioso y
competitivo); crisis de salud mental (acosos sexuales, suicidios, violencia
intrafamiliar y trabajos riesgosos); crisis del hombre posmoderno, el que dice
unas cosas y hace otras, el que habla de paz y engendra violencia, el man
retórico y enredador, que dice que no hay jerarquías pero le encanta dominar.
La conclusión es que se necesita remar el barco juntos, porque de hacerlo por
un solo lado, corremos el riesgo de quedarnos dando vueltas en círculos y no avanzar.
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