Lo
más terrible del velo posmoderno es que encubierto en el halo de la complejidad
discursiva ensombreció la potencia del pensar y neutralizó al sí mismo y los
variados caminos para el despertar: la posmodernidad como un intento de ofrecer
una salida a la crisis del pensamiento, económica, social, ambiental y relacional,
empleó una estrategia para ir más allá de la razón que fue su negación, su
olvido. Intentó ganar adeptos ante tanto desencanto, pero se quedó en profundo
nihilismo y relativismo ingenuo de las ideas; lugares como la academia, se vieron afectados y sufrieron una gran burbuja
especulativa de la que todavía no se sale con entereza.
En
ausencia de prácticas con el mundo interior y de un percepción de la vida más clara
y honesta, el saber de la posmodernidad quedó encapsulado y son muchos los
efectos que está teniendo para las vidas de muchas personas. Un desencanto que
tachó a la propia razón y la razón ha sido una llave que ha permitido abrir
muchas puertas. Pero hay otras puertas que la razón por más que intentó no pudo
abrir. Ahí está el fracaso de la
posmodernidad. La posmodernidad también ignoró la riqueza de la simplicidad, la
sabiduría que hay en todo presente consciente; no se podría salir de ese
callejón solo haciendo la crítica a la crítica de ese pensamiento. No podemos
dejar todo tan abigarrado, solo en el contexto, en lo social, en lo abismal, en
el otro, en la paradoja, en la deconstrucción, lo poscolonialismo, el
feminismo, conceptualismo, en las corrientes alternativas, aunque sabemos
paradójicamente que son parte de nuestra riqueza.
La
fiesta sería mejor si le diéramos entrada a la presencia, al pensamiento
bonito, al ser cada día mejores seres personas, a la reciprocidad con la
tierra, más conectados con nuestras fuentes radiantes de energía creativa… todo
estaría mejor si conversáramos más con lo que está más allá de nosotros mismos,
dialogar con el infinito, constelarse con todo el cosmos. Nos figuró a
nosotros, hijos de todos los tiempos, meditar, acortar el camino, componer
otros ritmos, abrir la zanja, cultivar las flores y al cuerpo, cantar como los
ruiseñores, silbar con el viento, pintar el alba.
La
gente quiere vivir, bailar, cantar unas estrofas más simples pero cargadas de
un gran poder espiritual, de transformación y prácticas de autorrealización del
sí mismo. Otros han retornado a la tierra y al buen vivir para sentir el
palpitar de la evolución; otros encontraron en la música, la meditación, la
conexión con lo natural y en el arte un espacio más creativo para estar, para
transformar y sanar. Otros en su silencio y compasión abrieron puertos a la
paz. Muchos siguen todavía buscado la salida con más discursos, en el trabajo,
o delegando la responsabilidad en los otros (sistema, capitalismo, patriarcado,
la derecha, la izquierda); otros vienen preguntándose por cuáles son las
prácticas que además de alegrar la vida, nos permiten mejorar nuestras
relaciones.
Gracias
a la posmodernidad aprendimos a escribir y a deconstruir, a subvertir, a politizar,
a mirar, a colectivizar y pensar críticamente. Detrás de esa visión muchos
cuerpos individuales y colectivos todavía están en una lucha directa. En un
momento que queremos ser más transparentes, más conectados con nuestras
potencialidades y con el presente, hemos optado por ir más allá de lo
discursivo y más allá de lo personal, de la razón, queremos ser personas más
libres, amables e inspiradas. Fueron
buenos los temas que puso la posmodernidad, pero la fiesta cesó, el
conocimiento se volvió tan resbaladizo y quedó inserto en diletancias
discursivas encubiertas de una complacencia inaudita.
La
otra crítica que es recurrente en la posmodernidad fue el exceso de vanidad que
se imputaron sus mayores defensores, escuelas de pensamiento que servían para
deconstruir todo pensamiento. Llegamos a ver como el corazón de la sabiduría
estaba al interior de las personas y comunidades, pero nos quedamos viendo un
chispero, mucho trozo suelto. Hacer las paces con la posmodernidad, pasa por
agradecerle infinitamente porque nos ayudó a iluminar mucho espacio que antes
no veíamos, ver con más claridad lo que es más esencial.
Somos
ahora más responsables en reconocer nuestros problemas, poner en palabras
nuestros errores y en saber endulzar nuestra vida relacional. Cada día que pasa
vamos abriendo un espacio personal para la medicina, hallando en cada
inspiración las fuentes de la felicidad y cuando hay dolor y sufrimiento,
traumas, sombras, estaremos actuando con diligencia, lo más prestos a pagar por nuestras acciones, a perdonar y
comprender el sufrimiento y las vías para el bienestar colectivo.
La
constante en todo esto es que para ir más allá de la razón y de la
multiplicidad, necesitamos tener una apertura y un desapego de cualquier forma
racional por más verdadera que sea; necesitamos aprender a soltar, a conectar
con prácticas que nos permitan escuchar y que nos sirvan para lidiar con
nuestros malestares y sombras. Queremos que las cuerdas que somos vibren cada
vez más alto. Esta es la ofrenda de inspiración para todos los días.
Los
protocolos investigativos y las formas de legitimar estudios en la academia se
han visto envueltos en una cultura del autoelogio, retórica y bastante
ensimismada que poco ofrece luces para comprender la evolución, el presente y
la autorrealizacion de todos los seres. Lo que se encubre detrás del rigor
muchas veces es la expresión de un compromiso muy débil con la realidad, el
territorio y la subjetividad en donde poco se ven transformadas. Muchos
análisis convergen en lo ya sabido y poco se orientan a la transformación
de las prácticas, porque grita el mainstream académico, no es ámbito de la
investigación. Estamos como nos contaba hace un tiempo Hugo Zemelman, en un
juego de abalorios. Y la salida será política, integral y espiritual y no
analítica. Será una liberación del pensamiento de las ataduras modernas y
posmodernas que instalaron un fascismo discursivo encubierto y a priori
mezclado de rigor y objetividad. Los métodos de las ciencias sociales y
protocolos igualmente aún siguen desconociendo formas de hacer, de pensar,
sentir y de construir conocimiento y sabiduría y sobretodo de priorizar el
sentido de construir hoy conocimiento enfocado en vivir bien, el bienestar
común, la democratización de la riqueza colectiva y la movilización de la
responsabilidad y la conciencia individual.
Para buena parte del pensamiento pluralista y posmoderno, los problemas que estamos viviendo se deben a fuerzas opresivas que vienen del machismo, colonialismo, patriarcado, capitalismo extractivo,... esto no es que sea falso, el asunto problemático de esta visión es que no es capaz de advertir, por su acendrado dualismo interpretativo, en la condición vibrante de la evolución y sus diferentes perspectivas o niveles de conciencia como se manifiesta (Wilber) Es decir, la que otrora fue la vanguardia del pensamiento, no alcanzó a evidenciar que los problemas son por una ausencia de un mayor desarrollo y de conciencia. Es un pensamiento que se quedó dando vueltas sobre si mismo, en una búsqueda de una postura crítica y defensiva, buscando siempre culpables y poco potenciando las responsabilidades internas que tiene cada quien en liderar el cambio cultural-territorial y la transformación humana.
Para buena parte del pensamiento pluralista y posmoderno, los problemas que estamos viviendo se deben a fuerzas opresivas que vienen del machismo, colonialismo, patriarcado, capitalismo extractivo,... esto no es que sea falso, el asunto problemático de esta visión es que no es capaz de advertir, por su acendrado dualismo interpretativo, en la condición vibrante de la evolución y sus diferentes perspectivas o niveles de conciencia como se manifiesta (Wilber) Es decir, la que otrora fue la vanguardia del pensamiento, no alcanzó a evidenciar que los problemas son por una ausencia de un mayor desarrollo y de conciencia. Es un pensamiento que se quedó dando vueltas sobre si mismo, en una búsqueda de una postura crítica y defensiva, buscando siempre culpables y poco potenciando las responsabilidades internas que tiene cada quien en liderar el cambio cultural-territorial y la transformación humana.
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