El espíritu obra en silencio. El
lenguaje de las mariposas, el resplandor de las miradas, las acciones suaves, el
florecimiento de los espacios donde compartimos sonrisas juntos. La miel de los
encuentros donde danzamos y cantamos. Hay algo cuando se inspira que crea un
campo amplio donde la humanidad encuentra su hogar, donde la flor crece con el
agua: los arrullos del amor. Podemos ser un espejo para que brille la humanidad
y la sabiduría que hay en todos. Ser un vehículo de belleza que se irradia por
todo el cosmos. La energía se va transformando y se va tornando más dulce, un
tornado que nos abraza y nos fecunda.
El
espíritu también es obra del silencio, obra del amor en las acciones cotidianas
del ser humano. Veo a mi corazón como un océano palpitante de alegría, una
porción de infinito. Veo a mi razón, tejiendo formas plenas para que la
imaginación resurja; siento mi cuerpo nadando y siendo uno con el agua. Veo a
cada uno como mi hermano, como una flor, como un viaje, como un sendero, un
territorio, una semilla, la posibilidad de transformación compartida que obra
natural, despierta.
Lo
que veo y lo que pienso son reflejo de cómo me siento, qué me interesa, en qué
pongo mi atención. Lo comparto para que sean muchos los custodios de la
semillas de la creación, lo vivo para que cantemos juntos. Aquí no hay afán de
superioridad, sino capacidad de entrega, de evolución. Cada quien ve e
interpreta desde sus perspectivas. Quiero abrirme cada vez más, encarnar todo
mi aliento; no quiero que esto lo que digo sea una predicación; quiero recordar
juntos, abrirle un espacio a lo que voy viviendo.
Hoy
es un día para ser custodios de las semillas de la transformación que hay en
toda muerte que nace y en cada vida que despierta.
Hoy
es un día para ser un espejo donde la humanidad y la sabiduría vibran en el
silencio.
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