lunes, 1 de julio de 2024

A propósito de la vergüenza

Las emociones negativas son un componente necesario de la salud emocional. Negar esa negatividad es perpetuar los problemas en vez de resolverlos.

Mark Manson.

¿Qué cosas puedes aprender de ti y de la cultura en la que vives navegando en la emoción de la vergüenza? 

Hace unas semanas atrás estuve reflexionando sobre la envidia, una emoción sutil que se activa con facilidad en la actualidad y más en sociedades altamente creativas, digitales y competitivas. Ahora quiero hablar brevemente de la vergüenza, una emoción difícil para todos, especialmente para los hombres, dado los sobornos de la cultura por mantener la imagen de firmeza, seguridad, valentía y ocultar lo que nos hace vulnerables - y también por la dificultad de abrirnos a lo que no somos tan buenos, el miedo a ser inferiores y ser señalados o juzgados por nuestras imperfecciones, limitaciones, fealdad, malas decisiones o errores.


La vergüenza es una emoción que tiene una direccionalidad hacia adentro, que nos empuja y constriñe, de textura áspera, genera a veces pena, calor y enrojecimiento y cuando la sentimos, queremos desaparecer de la escena, hacer un chiste o cambiar de tema. Al enterrarse en las profundidades interiores para que no se vea, la escondemos, la negamos y terminamos sin darnos cuenta con mucha vergüenza atrapada en el sistema…. incluso “las personas desvergonzadas, una vez las conoces profundamente, solo eran desvergonzadas como mecanismo de afrontamiento a capas más profundas de vergüenza” (Freinacht, 2023).

La antípoda de la vergüenza es sentirnos bien con nosotros mismos, aceptarnos y encarnar el orgullo, una emoción que quiere manifestarse y mostrarse tal como somos. En redes sociales nos gusta compartir lo que nos orgullece de nosotros mismos y evitamos compartir nuestras vergüenzas más profundas (y es sano no compartirlas en público, con cualquier persona, dado que los espacios para explorar temas sensibles deben hacerse de manera íntima y privada, en espacios seguros, confidenciales y tántricos). Surge entonces la pregunta, ¿Dónde y cómo estamos tramitando nuestras vergüenzas más profundas? Intuyo que, de no hacerlo, fácilmente será activado el botón por otras personas en los momentos más inesperados e inoportunos.

En la película rumana de Radu Jude, Sexo desafortunado o porno loco, un video de una fantasía sexual de una pareja se cuela subrepticiamente del espacio privado al público (se viraliza en una página de porno) y trae por consiguiente el aluvión de comentarios cizañosos, toda la hipocresía, morbo y descontextualización que surge cuando se desplaza este acto sexual a la esfera social. La parte de la película donde se juzga a la mujer (una profesora de colegio), hace visible los tabúes acerca de lo sexual y sus paradojas donde muchos podemos ser políticamente correctos de día y políticamente incorrectos en la noche.

Todos hemos experimentado la vergüenza ya sea por un rechazo romántico, momentos en que nos han dejado por otras personas, donde hemos roto el corazón de los demás, una enfermedad crónica, fallos en la salud mental, donde nos han percibido con nuestros vicios y adicciones, vergüenza por la impotencia creativa, física o sexual, que nuestras parejas conozcan nuestras historias pasadas de inmadurez, o ya sea vergüenza por no ser capaz de acabar y completar determinada acción, por el estilo de vida, status, etnia, entorno social o económico, rechazo por amigos o en espacios laborales; hemos tenido pena de no tener pareja, dinero, un trabajo digno, vergüenza por las elecciones tomadas en el pasado, por la escogencia de la profesión elegida, inexperiencia en algo, limitaciones cognitivas y creativas, vergüenza corporal, de tu condición física, identidad sexual, género, ya sea por muy joven o muy viejo….oveja negra, desordenado…ser menos exitoso, incompetente.  Hay tantas maneras de sentir vergüenza…

En una cultura donde se le ha dado muchísima importancia a lo que dicen los demás, una moral que ha humillado los cuerpos, marginando la sexualidad y violentado la diferencia, la vergüenza es un caldo de cultivo para muchos problemas en nuestras formas de relacionarnos. Cada vez que estos sentimientos aparecen, nos coaccionan y nos impiden actuar con claridad y libertad. El desprecio, el no ser aceptados, el no estar a la altura de las contingencias que depara la vida y la vergüenza, son expresiones que comparten muchos patrones comunes.

Una última arista sobre la vergüenza, esta no solo existe como el desprecio por las cosas negativas y que no queremos reconocer de nosotros mismos, sino también el denostar de nuestras cualidades positivas y talentos, lo que en la psicología se ha llamado la sombra dorada. Esta es un desprecio por nuestros potenciales. Esta condición he visto que está algunas veces asociada a personas que tienden a elogiar (y a envidiar) demasiado a las personas. En realidad, “todos tenemos miedo de parecer patéticos” y “debemos superar nuestro miedo a la grandeza”.

Como señala Hanzi Freinacht, dado que a menudo nuestras insatisfacciones están relacionadas con la vergüenza y el fracaso, valdría la pena preguntarnos ¿De qué estamos insatisfechos? (una pregunta detonante para explorar la vergüenza). Lo primero es notar y admitir nuestras insatisfacciones. Aceptarlas. Podemos con nuestras insatisfacciones, de la que nadie se salva, un poco de imaginación creativa para completarlas y cultivar un sentido de gratitud y abundancia. Así tal vez no quedamos aprisionados por la codicia y la malicia.

La invitación que suelo realizar en entornos educativos es construir una pequeña historia con una emoción y profundizar en ella, luego estas narrativas han de ser libremente compartidas en grupo. Se invita a que no sea una reflexión en tercera persona, impersonal, sino que intervenga la precisión, la sinceridad, el patetismo y una mínima (lo más reducida) conceptualización. Me ha servido en estos círculos sobre las emociones separar hombres de las mujeres buscando mayor apertura y sinceridad. Mantener los espacios combinados entre hombres y mujeres para explorar temas calientes, difíciles y oscuros, a menudo es inapropiado, dado que por experiencia he notado que algunos se cierran al hablar, mientras que separados se puede profundizar con mayor apertura en las conversaciones.

Unas inspiraciones para esta construcción de las microhistorias de las emociones: primero, la invitación es a abrir un diario hipermedia, explorar la fenomenología de la emoción, cómo se siente, en qué parte del cuerpo aflora, identificar las reacciones, cómo ha sido o qué función tiene la emoción desde el vientre hasta nuestros días (contar algunas experiencias), encontrar una grafía que permita explorar la situación y algo que he venido agregando para no quedarnos en historias personales, es mirar cómo opera la emoción en nuestra sociedad (en la familia, mínimo en 3 generaciones), en las artes y el cine, qué la impulsa y la inhibe… y explorar con curiosidad lúdica algunos ejemplos emblemáticos de cómo se expresa la emoción en nuestra cultura actual.

Si trabajamos a través de nuestra vergüenza, no necesitamos estar humillando y avergonzando a los demás; a veces, como decía anteriormente, juzgamos a los demás cruelmente debido a nuestras propias inseguridades o complejos. Sin embargo, si logramos trabajar a través de nuestra propia vergüenza, podemos desarrollar una mayor comprensión y empatía hacia los demás e igualmente integrando nuestras historias de vergüenzas nos pueden ayudar a desarrollar humildad y coraje y asumir tareas y riesgos más significativos y valerosos en la vida.

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