Hoy tuve un encuentro
fortuito con los ensayos de Montaigne, un filósofo de pluma filosa, de estilo
fragmentario y volátil y en demasía visionario. Muchas lecciones expresadas a
través de sus escritos, que datan ya de varios siglos, iluminan nuestro tiempo.
Lecciones que me dejan la sensación de no haber sido aprendidas lo suficiente y
que detonan a la escritura. Señalaré algunas rutas que nutren ese camino hacia
lo desconocido que hace algún tiempo vengo imaginando como las utopías de la
educación y que enlazan hacia una perspectiva más incluyente, contextual y
equilibrada para rediseñar y repensar el mundo.
Para Montaigne, parte del
espíritu de la formación se integra en una gimnástica integral en donde el
maestro abre vías para que los convocados por los procesos de formación, jueguen
a ser lo que quieren ser. Estos instantes que fecundan nuevas libertades, son
considerados piezas fundamentales en lo que concierne al acontecimiento
educativo y ciudadano, pero ya no una ciudadanía local sino abierta a un mundo
sin fronteras. El espacio de formación es el mundo y los contextos de
aprendizaje, son todos aquellos que pulsan al niño a forjarse hábitos:
especialmente su cuerpo, su carácter y comportamiento. Nada de teorías sin
carne, ni saberes que puedan ser adquiridos o memorizados. El asunto como lo
decía es de gimnasia a riesgo de viajar a donde se hablan otras lenguas y en
donde se susurran nuevas creaciones sociales. El aura romántica del virtuoso,
del genio o del experto, en una interpretación libre y provechosa de algunos
apartes de los ensayos de Montaigne, son sólo divertimentos que evaden lo real
y que poco procuran fortalecer en los contextos de formación, las dimensiones
del viaje y de la estimulación sensible y sensitiva.
La educación toma aquí un
espesor global y empuja al niño y a todos aquellos que se disponen a la fiesta
del conocimiento, a atreverse a procurar la felicidad. Leemos entrelíneas en
los ensayos, que se introducen aspectos notorios para una transformación vital
y social, cuestiones de la libertad, la salud, las potencias de la alegría y el
encuentro con un mundo de posibilidades. Un punto que es halagador para nuestro
contexto actual, se refiere cuando habla de la abeja como aquella que toma,
incorpora de muchas flores los nutrientes para luego elaborar su miel. Así,
igualmente el que se procura nuevos nacimientos, toma, saca provecho de las
épocas y sus sabidurías, para encontrar allí actos de emergencia permanente y
producir nuevas mutaciones a través de experimentos en escala 1:1, en
dimensiones planetarias.
La educación, supone
entonces no rutinas de aprehender conocimientos sino de actos que procuran el
buen vivir y el buen morir. Para esto el maestro y el estudiante han de
ejercitarse como lo hace el artista, músico, el cineasta o el pintor, trabando
experimentos consigo mismo en un mundo abierto a las remezclas. Para este
ensayista, el universo entero es el contexto potencial donde emanan los
aprendizajes y no un lugar especial como lo es la escuela o los libros
históricos. Para aprender sólo se necesita apetito y un espíritu de búsqueda,
en donde la incertidumbre y la ignorancia jalonan nuevos descubrimientos
respecto a la vida. Comencemos por un arte de la enseñanza que procure la
libertad y no por conocimientos establecidos e instituidos. Cuestionemos todo
aquello que no alimenta al espíritu y al cuerpo y arrojémonos a inventarnos
escenarios para que se pongan en despliegue nuestra más singulares
potencialidades y cuerpo a cuerpo con otros, corramos el cerrojo de nuestra
limitaciones.
Iniciemos entonces por lo
singular y extraigamos de tal fuerza vital, los móviles para los aprendizajes.
No metamos en la cabeza información que no sea provechosa para la vida.
Intentemos vigilar nuestros deseos y compartir nuestras inclinaciones. Otra
parte que llama la atención en los ensayos es el llamado a descifrar los signos
de nuestro siglo, los emergentes, para desde ahí, complemento yo, situar el
mapa de los posibles experimentos formativos.
Pero no sólo se trata de los
grandes emergentes globales, sino de educar la percepción y la atención, para
desde ahí encontrar en todo, lo infinito y en la nada, potencialidades para el
aprendizaje. De los habitantes de la calle, de una noticia, de la panadera, de
un analfabeta, de un artesano, de los malestares que son recurrentes en nuestro
tiempo, de la cultura popular, de la ciencia, de la filosofía y de las artes,
de los astros y las moléculas, de todo esto podemos incitar aprendizajes
vitales y de cariz profundamente cosmopolita.
Cuando pensaba en los
acontecimientos contemporáneos situaba en mi concepto algo clave para la
educación actual y que logro sintetizar en lo que he venido denominando
sabidurías integrales. Estas en mi concepto tejen los nuevos avances e innovaciones
en las prácticas sociales y pasan por articular cuestiones que he venido
aprendiendo entre amigos, sobre la perspectiva integral donde se encuentran el
cuerpo, el espíritu, la mente y las sombras. Además de éstas y que las
complementan, están las sabidurías alternativas en materia de ecología, salud
integral, educación expandida, urbanismo, sistemas de legislación abierta y
libre, economías del bien común y monedas locales y complementarias,
experimentos de vida espiritual compartida, activaciones de espacios de
creación cultural y ciudadana, entre otras, que forman un puzzle sumamente
potente que exige de nosotros materializaciones a modo de microactivismos
placenteros.
Para
terminar este post, resulta para mí sumamente nutritivo pensar y dimensionar la
sabiduría integral en un contexto donde el gozo es explayado a los contexto de
la vida cotidiana; como señala Montaigne, “el
testimonio más seguro de la sabiduría es un gozo constante interior”. Para esto
no hay excusa de tiempo ni menos la nostalgia de aprender determinados asuntos
vitales tardíamente o mediante vicisitudes forzosas. Parece que empezamos a
incorporar las sabidurías cuando ya la vida se nos está yendo. Pero la fiesta,
la fuerza mayor, la alegría más intensa ya está sucediendo.
Hemos entonces de ejercitarnos colectivamente, en
coreografías que desafíen lo dado. Practicar modos de vida que sean
placenteros, provechos y estimulantes para la imaginación, el planeta y la
propagación libre de la vida en la tierra. Ser en polinización viajera y ser sensible
a lo que ignoramos como a nuestras pasiones, plantea retos inmensos para la
educación futura.
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