miércoles, 12 de septiembre de 2012

Microactivismos placenteros


Hoy tuve un encuentro fortuito con los ensayos de Montaigne, un filósofo de pluma filosa, de estilo fragmentario y volátil y en demasía visionario. Muchas lecciones expresadas a través de sus escritos, que datan ya de varios siglos, iluminan nuestro tiempo. Lecciones que me dejan la sensación de no haber sido aprendidas lo suficiente y que detonan a la escritura. Señalaré algunas rutas que nutren ese camino hacia lo desconocido que hace algún tiempo vengo imaginando como las utopías de la educación y que enlazan hacia una perspectiva más incluyente, contextual y equilibrada para rediseñar y repensar el mundo.


Para Montaigne, parte del espíritu de la formación se integra en una gimnástica integral en donde el maestro abre vías para que los convocados por los procesos de formación, jueguen a ser lo que quieren ser. Estos instantes que fecundan nuevas libertades, son considerados piezas fundamentales en lo que concierne al acontecimiento educativo y ciudadano, pero ya no una ciudadanía local sino abierta a un mundo sin fronteras. El espacio de formación es el mundo y los contextos de aprendizaje, son todos aquellos que pulsan al niño a forjarse hábitos: especialmente su cuerpo, su carácter y comportamiento. Nada de teorías sin carne, ni saberes que puedan ser adquiridos o memorizados. El asunto como lo decía es de gimnasia a riesgo de viajar a donde se hablan otras lenguas y en donde se susurran nuevas creaciones sociales. El aura romántica del virtuoso, del genio o del experto, en una interpretación libre y provechosa de algunos apartes de los ensayos de Montaigne, son sólo divertimentos que evaden lo real y que poco procuran fortalecer en los contextos de formación, las dimensiones del viaje y de la estimulación sensible y sensitiva.

La educación toma aquí un espesor global y empuja al niño y a todos aquellos que se disponen a la fiesta del conocimiento, a atreverse a procurar la felicidad. Leemos entrelíneas en los ensayos, que se introducen aspectos notorios para una transformación vital y social, cuestiones de la libertad, la salud, las potencias de la alegría y el encuentro con un mundo de posibilidades. Un punto que es halagador para nuestro contexto actual, se refiere cuando habla de la abeja como aquella que toma, incorpora de muchas flores los nutrientes para luego elaborar su miel. Así, igualmente el que se procura nuevos nacimientos, toma, saca provecho de las épocas y sus sabidurías, para encontrar allí actos de emergencia permanente y producir nuevas mutaciones a través de experimentos en escala 1:1, en dimensiones planetarias.

La educación, supone entonces no rutinas de aprehender conocimientos sino de actos que procuran el buen vivir y el buen morir. Para esto el maestro y el estudiante han de ejercitarse como lo hace el artista, músico, el cineasta o el pintor, trabando experimentos consigo mismo en un mundo abierto a las remezclas. Para este ensayista, el universo entero es el contexto potencial donde emanan los aprendizajes y no un lugar especial como lo es la escuela o los libros históricos. Para aprender sólo se necesita apetito y un espíritu de búsqueda, en donde la incertidumbre y la ignorancia jalonan nuevos descubrimientos respecto a la vida. Comencemos por un arte de la enseñanza que procure la libertad y no por conocimientos establecidos e instituidos. Cuestionemos todo aquello que no alimenta al espíritu y al cuerpo y arrojémonos a inventarnos escenarios para que se pongan en despliegue nuestra más singulares potencialidades y cuerpo a cuerpo con otros, corramos el cerrojo de nuestra limitaciones.


Iniciemos entonces por lo singular y extraigamos de tal fuerza vital, los móviles para los aprendizajes. No metamos en la cabeza información que no sea provechosa para la vida. Intentemos vigilar nuestros deseos y compartir nuestras inclinaciones. Otra parte que llama la atención en los ensayos es el llamado a descifrar los signos de nuestro siglo, los emergentes, para desde ahí, complemento yo, situar el mapa de los posibles experimentos formativos.

Pero no sólo se trata de los grandes emergentes globales, sino de educar la percepción y la atención, para desde ahí encontrar en todo, lo infinito y en la nada, potencialidades para el aprendizaje. De los habitantes de la calle, de una noticia, de la panadera, de un analfabeta, de un artesano, de los malestares que son recurrentes en nuestro tiempo, de la cultura popular, de la ciencia, de la filosofía y de las artes, de los astros y las moléculas, de todo esto podemos incitar aprendizajes vitales y de cariz profundamente cosmopolita.

Cuando pensaba en los acontecimientos contemporáneos situaba en mi concepto algo clave para la educación actual y que logro sintetizar en lo que he venido denominando sabidurías integrales. Estas en mi concepto tejen los nuevos avances e innovaciones en las prácticas sociales y pasan por articular cuestiones que he venido aprendiendo entre amigos, sobre la perspectiva integral donde se encuentran el cuerpo, el espíritu, la mente y las sombras. Además de éstas y que las complementan, están las sabidurías alternativas en materia de ecología, salud integral, educación expandida, urbanismo, sistemas de legislación abierta y libre, economías del bien común y monedas locales y complementarias, experimentos de vida espiritual compartida, activaciones de espacios de creación cultural y ciudadana, entre otras, que forman un puzzle sumamente potente que exige de nosotros materializaciones a modo de microactivismos placenteros.


Para terminar este post, resulta para mí sumamente nutritivo pensar y dimensionar la sabiduría integral en un contexto donde el gozo es explayado a los contexto de la vida cotidiana; como señala Montaigne, “el testimonio más seguro de la sabiduría es un gozo constante interior”. Para esto no hay excusa de tiempo ni menos la nostalgia de aprender determinados asuntos vitales tardíamente o mediante vicisitudes forzosas. Parece que empezamos a incorporar las sabidurías cuando ya la vida se nos está yendo. Pero la fiesta, la fuerza mayor, la alegría más intensa ya está sucediendo.

Hemos entonces de ejercitarnos colectivamente, en coreografías que desafíen lo dado. Practicar modos de vida que sean placenteros, provechos y estimulantes para la imaginación, el planeta y la propagación libre de la vida en la tierra. Ser en polinización viajera y ser sensible a lo que ignoramos como a nuestras pasiones, plantea retos inmensos para la educación futura.

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