viernes, 14 de mayo de 2021

Co-Lab. Universidad del futuro. Parte III

Estamos en un momento oportuno para volvernos a encontrar y compartir juntos nuestras siembras y cosechas. Reconozco que hay muchos experimentos sociales, artísticos y educativos de los que la humanidad puede seguirse nutriendo, integrando y aprendiendo. La universidad del futuro es el intento de tejer en un nosotros más amplio y diverso, la creatividad territorial local y global, con el propósito de que la reconstrucción que muchos colectivos y experiencias han venido realizando mediante sus prácticas e iniciativas en el tiempo, se expandan por más espacios y comunidades.

La universidad del futuro es global por excelencia, lo que implica además de orientarse en sus pedagogías por incluir valores universales (compasión, justicia, amor) articula también una perspectiva de consciencia global, inteligencia meta-sistémica acerca de los asuntos globales más acuciantes de nuestro tiempo, el uso creativo de los medios digitales y plataformas que permitan una integración más grande de públicos, voces, colectivos y organizaciones.

En esta plataforma, todos pueden jugar a ser profesores y estudiantes, expertos y amateurs, sabios e ignorantes. Cada quien es un aula viva abierta para ser compartida y quienes vienen aprender a esta universidad se les acompaña para que sus intuiciones, pulsiones, horizontes de vida y proyectos crezcan, se vuelvan más inspiradores, consistentes e integrales.

 

La consciencia de que lo que sabemos representa una porción muy pequeña, lo que sabemos que no sabemos nos muestra otra parcela reducida, pero lo que no sabemos que no sabemos, es gran parte de la torta de la realidad, así que la invitación en este intento por comprendernos y transformarnos juntos en esta universidad, invita a la sensatez y la humildad epistémica y a ponernos en el lugar del no-saber, la solidaridad con todas las perspectivas, ya que esto representa uno de los valores fundamentales de esta nueva institucionalidad emergente.

 

Otro aspecto que nos motiva a emprender esta aventura y estos encuentros, es que las conversaciones que se realizan en esta comunidad de escucha global y de intercambios creativos y curativos, comienzan a reverberar en nuestros cuerpos, mentes, corazones, comunidades, incluso potenciando nuestros emprendimientos y trabajos particulares, instando a quienes se comprometen a participar y a vivir la experiencia, a experimentar cambios profundos, que pasan muchas veces, en los primeros encuentros, por ser más conscientes de la identidad fragmentada en la que vivíamos, en nuestras islas y zonas de confort, que se expresa en aislamiento, solipsismo, prepotencia y arrogancia sin mucho tejido comunal.

 

La universidad del futuro facilita un sentido de poder compartido y de expansión de los privilegios que recae en fortalecer nuestra amistad y en las redes comunales de las que hacemos parte. Es también una red global donde se articulan las comunidades creativas, los proyectos semilla que nos dan un sentido de esperanza. La universidad por tanto tiene la función de ser un puente, una bisagra para que lo mejor, las fuerzas regenerativas del tejido social y humano y lo que nos une inspire construcciones y obras colectivas de mayor alcance.

 

No es momento para seguirnos descalificando, avergonzando y culpando, en un bucle que retroalimenta la separación que trae por efecto la pereza al encontrarnos. Una de las maneras de mapear el estado de nuestra capacidad de escucha, conversación, capacidad de agencia colectiva y en general sobre el estado de nuestra coherencia, es preguntándonos por nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, los amigos, el vínculo con la familia, las conversaciones y las comunidades a las que hacemos parte.

 

Otra cualidad de esta iniciativa emergente, es que empieza en lo virtual, en el sueño, en la utopía relativa, en la ensoñación, pero en el suelo propicio para que todo lo mejor nazca, en aulas donde se cultiva la confianza, la desnudez, un nuevo erotismo que implica retejernos de nuevo juntos. Quien ingresa a esta iniciativa, lo que le pasa y acontece, hace eco en todas las relaciones y afecta a todos los aspectos de la realidad. De los encuentros virtuales y de unas metodologías integrales depende el fruto que se degusta después. No se puede seguir en las mismas formas de encontrarnos que han sido predominantes en las universidades, donde son 100% magistrales, teóricas y racionales y poco integran al cuerpo, las emociones y la sombra y aún menos el poder de la creatividad popular, lo que Hanzi Freinacht llama los atractores de futuro.

 

La Universidad del Futuro, está inspirada por la filosofía metamoderna propuesta por Hanzi Freinacht, articula la potencia de los memes y visiones de mundo, extrayendo el fruto bueno y separando el podrido; del mundo tradicional-ancestral, de la sabiduría perenne, integra el sentido de lo sagrado y ceremonial de los rituales, el canto, la danza, el yoga, la contemplación, el juego, el humor y el arte. También entra la experiencia encarnada y sentida, esto hace parte de la constitución onto-fenonemológica de esta universidad. También integra la potencia de la auto-reflexión, el sentido del pensamiento crítico y de reflexiones metasistémicas sobre la realidad, junto con el valor de la inclusión en los diseños sociales a escala 1:1 y la ciencia ciudadana, integrando mayores grados de complejidad, diversidad y creatividad.

 

La universidad del futuro ya no es un sueño, es una realidad compartida, una necesidad para las nuevas generaciones ávidas de prácticas integrales que fortalezcan su espíritu de servicio, su expresión singular y su capacidad de aportar a la transformación sostenida de la sociedad.

 

Me sueño que quien ingrese a esta universidad tenga el pase para viajar a hacer una gira y una residencia por algunas iniciativas artísticas, culturales y sociales que más le interesen y que hacen parte de la plataforma educativa, esto con el propósito de seguir aprendiendo en un trabajo de campo que además de fortalecer la red, se compromete a dar y recibir, en un experimento de economía del don y del bien común.


 

 

 

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