Paradojas amargas y tristes este fin de semana en Colombia.
El sábado 7 de junio en horas de la tarde el senador Miguel Uribe, mientras hacía alocución en un parque en el barrio Modelia en Bogotá, en el que hablaba sobre la legitimidad del porte de armas por "gente de bien", recibe tiros en un intento de homicidio por parte de un niño de 15 años. Esta situación aterradora sucedía mientras hacíamos con estudiantes de la Maec, tremendo asado, probamos uno de los juegos creados por ellos este semestre y bailábamos salsa y merengue. Al otro día se celebraba el Concierto de la esperanza en la plaza de Bolívar de Bogotá que estuvo repleto de jóvenes y también un día que nos levantó con un temblor mareador con epicentro en Páratebueno.
Mi reflexión es primero que todas las vidas importan, nada justifica la violencia y el asesinato de nadie. Mi oposición es clara y vehemente a cualquier forma de violencia política venga donde venga. Triste ver cómo se usan a las personas menores y más necesitadas y traumatizadas para un tipo de crimen como estos y muy doloroso escuchar cómo se usa este hecho para catapultar o denostar a otros actores políticos.
Lo otro que me llama la atención es que la derecha habitualmente centra su discurso en la negación de su adversario, cosa que la izquierda y las fuerzas progresistas vienen aprendiendo y cuando a veces algunos caen en este juego, no deberían engancharse así: los influenciadores políticos deben dar ejemplo y no monopolizar el discurso de resentimiento y odio.
Colombia vive una especie de déjà-vu de los años 80 y 90: la violencia se filtra de nuevo en la arena política, amenazando con revivir una pesadilla de magnicidios. Por eso, es urgente que todos y todas y especialmente líderes de todas las tendencias, incluido el gobierno actual, actúen con mesura, responsabilidad y cordura en su discurso y eficacia en la investigación de los hechos. La polarización maliciosa y la deshumanización del otro exacerban los conflictos.
Una hipótesis que surge es que quienes están detrás de este hecho violento, su propósito es desestabilizar el país y legitimar de nuevo la guerra y el conflicto y la lógica del miedo y la seguridad a toda costa. Política desastrosa que hemos visto en las últimas dos décadas.
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