Terminábamos la II parte comentando la importancia de la buena vecindad. Las buenas noticias son que a partir de la organización de la comunidad y de algunas solicitudes previas, hemos logrado apoyo de la Alcaldía de Choachí (para diciembre-enero), tiempo de verano, para el arreglo de la carretera; también se realizó hace unas semanas atrás una Minga con los vecinos para limpieza del barro de las partes críticas de la vía y hemos colaborado en apoyos mutuos con vecinos transportando cosechas de tomate de árbol. No obstante, no faltan las tensiones y los temperamentos dominantes e impulsivos de algunos de los habitantes (yo mismo me he visto sucumbir ante la ira desbocada), pero el propósito es mantener la cordialidad y fomentar las buenas relaciones con todo y todos.
Aún cuando son muchas las emociones sublimes y a su vez incalculables los aprendizajes que se derivan de la construcción de la casa, también van de la mano las tensiones, las dificultades, las emociones densas, el estrés, las ansiedades, el cansancio, los dolores, cayos, cortadas, machucadas y el agotamiento físico, de querer estar después de una larga jornada, “cinco minuticos más en la cama, cinco minutos más”, como canta Marinah (la maravillosa cantante de Ojos de Brujo)...curiosamente mientras escribo, caigo en cuenta de que tengo puesta la camiseta serigrafiada con su imagen, que me hice de ella en Barcelona hace más de 13 años y que aún sigue intacta, igual que su encantadora música.
Confieso que quisiera irme ya a descansar, pero igualmente me atrae también este momento y la posibilidad relajante después de días de tanta acción, de hacer aflorar la escritura, seguir hilando la experiencia, la 3a fase de la construcción (fase de terminado de montaje de techos y acabados); hace una noche silenciosa plena, donde la luna llena coquetea con su velo amarillo entre follajes y donde la bruma de las nubes se ha disuelto marcando la silueta de la montaña, en un susurro anticipatorio de nuevos días que abren nuevas añoranzas y desafíos.
Como contaba en la anterior entrega, hacer una casa en una montaña alejada de la ciudad, en una zona rural que tiene dificultades de acceso, un camino real antiguo que no se interviene desde hace décadas y que cuenta con mucha humedad, precaria canalización de las aguas de escorrentía, poca iluminación y ventilación, es todo un reto la subida de materiales. Después de subir y bajar muchísimas veces, he encontrado la manera de sortear las dificultades, aún cuando vuelvo y reitero, lo más efectivo ha sido el apoyo de todo el equipo en cualquier situación complicada. Creo que puedo ya participar como actor o quizá de extra en películas de acción, ya el curso lo he completado, me he graduado, subiendo casi el 90% de los materiales, no tengo idea de cuántas horas he reptado en la montaña. Quien quiera estar en el curso que de señales de humo, que estaré en la jugada. Algunos aseguran que he alcanzado las 6 estrellas, otros dicen que ya no soy Topiño sino el mismísimo Michelin.
Pero no nos vayamos por las ramas y por lo caminos, más bien, hablemos de nuestra gata, Violeta, (también conocida como Viole, Achévez, Tita-humberta, Chepes, de-Violetica, del-bebé, tíachepes, trelbebé) una integrante más de la familia, de la que poco hemos contado sus aventuras. El primer día que empezó la construcción, nos la trajimos, pensando que nos iba extrañar, que no se iba alimentar bien y dado que planeábamos estar más de un mes en la construcción de la casa, optamos por venirnos e integrarla a la Minga.
He de contar que son muchos los rituales que uno crea y aprende en los espacios cotidianos con sus mascotas; uno que me gustaría contarles, es el instante cuando me levanto de la cama y voy de camino a la ducha… Violeta, la gatica negra hermosa, que Iara María trajo una tarde en un cajita de cartón de su colegio cuando estaba en su último año de primaria en la EPE, avanza primero, guiándome al lugar donde está su comida, como tendiendo un tapete rojo invisible…ella siempre llega primero. Le doy un poco de comida, cierro la puerta del cuarto de baño y me meto a bañar. Al momento de secarme, ella está al frente de la ducha sentada, mirándome perpendicularmente, al ver como me seco todo el cuerpo, da regularmente dos o tres pasos, hace un movimiento de estiramiento de yoga, algo así como la postura de perro boca abajo, se acerca y salta hacia a mí para que le ponga una cuantas goticas de agua en su cuello, allí es cuando agita su cuerpo, se espabila y se dispone a desayunar. A veces, al final de la ceremonia, opto por sentarme junto a ella, mimarla, siento que igual que a nosotros, nos gusta comer acompañados.
El primer día fue muy difícil para ella, es la primera vez que nuestra gata sale fuera de la casa. Las pocas veces que lo ha hecho, ha sido menos de una hora y de visita corta al veterinario, pero esta vez, evidentemente ha sido su viaje más extenso. Cuando salimos hace un mes, en la mañana con todo el combo de trabajadores desde nuestra casa en el Barrio Armenia, en el carro mientras la cargábamos, a la altura del Marqués del Once, se hizo popó, estaba muy asustada y con incertidumbre y miedo, y cuando llegamos a la finca, estuvo encerrada en la habitación debajo de la cama una semana. Solo salía cuando estaba con nosotros a oscuras en la cama y allí se disponía a comer algunas pepitas, la comida de salmón húmeda y blandita que es la que más le gusta.
Pasado este tiempo y después de mapear los sonidos, las voces del campo y también de gente desconocida que integraba su nuevo entorno, asomó una noche, mientras todos cenábamos, mostrando sus dos ojitos verdes por la puerta, como si ahí estuvieran los límites de lo conocido y dando la aquiescencia y muy circunspecta se presentó. Ya el fin de semana que estuvimos solos (María José y Yo), Violeta salió a tomar unos rayitos del sol, a cazar insectos, comer pasto y a mirar con sigilo cómo descansan las vacas. Ahora está arrunchada en mis piernas, se levanta al menor sonido en el tejado, todo le atrae, la vida en el campo, viendo cómo escribo su historia y me hace unos guiños como de querer salir a encontrarse con la fauna y flora nocturna. Pero no lo hago y espero. La miro y ella sigue dándome motivos para seguir escribiendo. He intentado grabarla, pero cuando lo hago se queda inmóvil, al acecho, a la expectativa. He visto cómo anda con su cola aplanada y su mirada cómo difiere cuando está en un lugar seguro y conocido y en otro que es nuevo para ella. Al verla explorar, pienso en los aprendizajes tempranos de los bebés y del tan aclamado y necesario apego seguro.
En estos 23 días de obra, solo dos días ha habido pleno sol, el 20 de julio, el día “de la independencia”, donde por cierto, hubo marchas en todo el país, y paradójicamente, un gobierno (como portavoz el presidente) instalando el nuevo periodo del congreso diciendo muchas mentiras, hablando de un país que no existe; y el otro día soleado fue el 25 de julio, en el que tuvimos una tarde espléndida, nos acompañó Patricia, la Mamá de María José, Iara María con una amiga que conoció en su estadía en San Diego.
Pero había prometido hablar de las dificultades, los instantes de peligro y alguna que otra peripecia riesgosa y tragicómica. Aquí van algunas.
- Cuando íbamos en el carro con más de 1mt de mixto y quedamos en la falda y curva más difícil de la vereda con las dos llantas levantadas. Alberto, quien me acompañaba, se baja preocupado y me dice que frene de inmediato, pongo el freno de pie rápidamente, él se baja rápido y descarga peso para quedar de nuevo estable sobre la carretera y poder seguir nuestro camino.
- Después de construir un dispositivo hechizo, low-tech, soldado a la camioneta con piezas de metal con el fin de subir techos, pisos y drywall, nos disponíamos con la mejor intención a empezar a subir los materiales, no llevábamos más de 500 metros en la carretera destapada, cuando toda la estructura se despegó, rompiéndose las uniones soldadas. Nos miramos todos con angustia y perplejidad, después de una inversión onerosay saber que finalmente todo colapsó. Nos miramos y sabiendo lo delicado que es el drywall, decidimos empezar a subir las placas de a 4 o 5 máximo.
- Otro día, de noche y cargado a tope, y en una carretera escarpada, inclinada y llena de barro, mientras más aceleraba más cerca quedaba a un barranco; llegado al límite, mientras unos subían al carro con gato yo con una linterna de cabeza, me dispuse con una pala a romper piedra de la ladera para ponerle a cada una de las llantas y así poder arrancar.
- Otra vez mientras subíamos de noche las vigas IPE y los perfiles, sentí que estos iban a romper el techo de la camioneta y perforar la lámina. Subí muy preocupado, cuando menos pienso, veo una luz, luego unas manos, y cuando enfoco encuentro un cuerpo flotando adelante, era Estiven, colgado y aferrado en la punta de los metales, sosteniéndose como una araña para hacer contrapeso y hacer que el impacto aminorara. Esta acción, junto con la subida a la copa de un pino con el fin de tumbar ramas y a amarrarlo previo al derribo, fue una de las proezas más asombrosas y angustiantes.
- Otro día subiendo costales de cemento, a Alberto se le entró mucho polvo dentro de la oreja, en la noche contaba con tono de preocupación, que escuchaba lejos como cuentos de ultratumba, como si estuviera dentro de un hueco profundo. Otra escena que me dejo frío, sacando el carro de un pantano, al hacer fuerza quedaron sus dedos machucados entre una estaca con alambre de púa y el peso de la camioneta. Inmediatamente frené. Este fue un susto tremendo, quedé mareado.
- Después de comprar las placas en Soacha y ya cansados, elegimos una ruta alterna, que aún cuando era más larga, se podía andar, ya que la vía principal para el ingreso a Bogotá por el sur es bastante tediosa. Andamos conduciendo perdidos por las montañas de Soacha, una zona donde abunda la extracción indiscriminada de materiales para construcción y empezamos a dar vueltas por recovecos, pensando que estábamos acortando camino; después de andar y de dar vueltas por unos barrios e invasiones que se veían bastante peligrosas y donde de algunos garajes miraban algunas personas vigilantes, mirándonos como sospechosos, encontramos caminando a un hombre joven que tenía una mirada penetrante, vestido deportivo, auriculares y con zapatos blancos relucientes…. tonces qué mi perrito, le dice uno de los trabajadores que me acompañaban, cómo hago para llegar a Potosí, mi ñero…el hombre que caminaba, hace unos movimientos como los del chavo cuando le da la chiripiorca, se acerca bastante a la ventana, mira fijamente a Alberto por la venta, él aleja el celular, en el cual minutos antes, buscábamos sin algún resultado, orientación por internet y le dice mi perro, señalando con la mano derecha las indicaciones. Al arrancar, el hombre dice, que si lo llevamos, Alberto dice rotundamente que no… yo acelero y después él se arrepiente y dice, camine pues, móntese móntese de una… salta a la camioneta, como en escena de película de acción y entra mi preocupación de que viéndonos perdidos pueda hacernos daño o avisarles a otros que estamos perdidos… yo guardo silencio y me preocupo, trato de ocultar mi angustia, pero afortunadamente a los 10 minutos chifla duro, le da golpes duro al carro y dice, paren aquí…el hombre salta, y yo intento acelerar, pero al ver al hombre correr hacia nosotros y siendo la carretera muy difícil para acelerar cargados, bajo la velocidad y chocan los puños en sentido de agradecimiento, en la wena ñero.
Otras anécdotas de la obra ( a modo bonus track):
- Una vez en una Minga de Limpieza de barro y puesta de piedra en la carretera, dice uno de los trabajadores: vengan y rompemos esta piedra, señalando el camino de los muros de predios vecinos para ponerlos como recebo en la carretera. Los trabajadores que nos colaboran en la finca, señalan rotundamente, ni se le ocurra…
- Ahora llevo más de un mes en que no leo nada, acostumbrado a leer como mínimo 2 horas diarias, mis lecturas ahora son los siguientes listados, a veces los repaso antes de acostarme: 2 discos tungsteno continuo, 4 brocas ¼, 10 tubos eléctricos, 1 caja de supermástik, 2 cajas de puntillas, 2 cinta manto, 1 caneca de emulsión, 100 ladrillos, 1 cinta filo, 8 tejas, 1 bulto de yeso, 50 amarres para teja, 1 tijera de lámina, 8 bultos de cemento, 8 bultos de arena, 80 bloquelones, 2 tubos de silicona, 40 tornillos brocados…
- Una de las noches, en la habitación contigua, donde dormían los trabajadores, escucho en la madrugada un monólogo largo, en donde parecía discutirse en un tono alto y enfático; lo curioso, es que quien hablaba preguntaba y respondía al tiempo, combinado con una sarta de expresiones enfáticas, de “gorronea” pa arriba. Yo asustado me preocupé…abrí los ojos aunque al rato me tranquilicé…Al otro día hablando con él, pregunté, pero él me decía que siempre va por adelante, pensando lo que viene, así que cuando está en obra y está exhausto, en la noche ronca y habla muchísimo, definiendo en sueños lo que necesita que pase al día siguiente. Al contarle a Jenny, su esposa, corroboramos y señaló: ése no puede esconder secretos.
- Dylan, un niño campesino de 10 años, quien es el hijo de John, el cuidador de la finca, después de convivir una semana con los trabajadores, en el momento de despedirse de su papá, le va diciendo, en la wena cucho…todos nos morimos de la risa.
- Los trabajadores interpelándonos con asombro en una de las primeras comidas: ¿Ustedes desayunan esto? El desayuno era chocolate arepa, una pequeña porción de huevo y fruta. Y cuando nos contaron lo que les gustaba, precisaban más porción y siempre que no falte el arroz, el calentao, tajadas, huevo, arepa, sopa; ellos se emocionaron mucho cuando cocinó Jenny (la esposa de Alberto), les daba más cantidad y una sazón que a ellos les fascinaba, también siempre en las mañanas caldo menudencias, en el almuerzo, corazón y carne frita, sonrisa sudada, frijoles y los papeles se invirtieron, ahora éramos nosotros los asombrados, para mí, al no alcanzar a gastar toda esa energía ya empezaba yo en pocos días a engordarme.