jueves, 15 de julio de 2021

Construcción de la casa (II PARTE)

Hoy, después de una semana intensa de trabajo, empezó la 2a parte de la construcción de nuestro Nido de Amor, un territorio colectivo y familiar que ha sido especialmente cuidado por muchos años con entrega y dedicación por Gustavo Salgado (Padre de María José), y en la última década, por Patricia Jiménez (Madre), y donde hemos tenido la fortuna de cuidar semillas, cosechar alimentos, cultivar sueños, afectos, festejos juntos y sobretodo ver germinar y florecer la vida.

 

Fundidos hace más de una semana los cimientos de la casa; después de haber dado el espacio suficiente para que la losa secara y ofrecido al equipo un descanso necesario de tres días, se inició el día de hoy, 15 de julio de 2021, el proceso de armado de los muros prefabricados, la mayoría de ellos reciclados y los restantes comprados a la salida al Sur de Bogotá.

 

El armado se asemeja a un rompecabezas de gran formato. Me pregunto, si tal vez, podría esta técnica constructiva de bajo costo, volverse un juego con implicaciones reales, que pueda ser enseñado a los jóvenes, en la educación media formal e informal, técnica y universitaria, con el fin de tener estas habilidades constructivas y poder hacerse a futuro su casa.

 Y a la par, otro desafío sería ir adquiriendo más consciencia ciudadana para empezar a considerar para todos el derecho a una vivienda justa y digna, el cese de la usura de las inmobiliarias y aunado a una renta básica universal, una posibilidad más expansiva de la redistribución colectiva de la tierra.

Antes de montar los muros, he percibido en varios momentos del día a Alberto - el armador de casas prefabricadas, y con quien se hizo el contacto inicial para la obra - hacer el boceto del plano de la casa a mano alzada una y otra vez en una hoja cuadriculada, con el fin de definir los materiales necesarios y faltantes, tener presente el proceso que se va a realizar, aclarar la lógica constructiva, observar la disposición de los perfiles, uniones, ventanas, techos, puertas, tubería y finalmente, la parte eléctrica. 

He descubierto que Alberto es un ser humano de gran corazón, quien ha desarrollado un talento a partir de la práctica para la arquitectura y posee además, fuerte resiliencia, el tesón de un Atlante y el aspecto desparpajado, callejero e impertinente de un adolescente. Me encantó que en este proyecto estuviera vinculada su familia, su esposa Jenny y su hijo Kevin de 10 años, los cuales están ambos aportando contentos a la obra y que como recalcó él en el almuerzo, nunca habían disfrutado de trabajar juntos. Ahora bien, al ser la persona con quien he ido a comprar la mayoría de veces los materiales a Bogotá, también nos hemos abierto a compartir nuestras historias de vida y acercándonos en nuestras esperanzas, preguntas, emprendimientos y tragedias.

En días pasados, este hombre grandulón y montador, me sorprendió cuando estábamos en la mañana desayunando todos en un andén en una estación de gasolina de chapinero (el desayuno del obrero: gaseosa, pan y salchichón) mientras cambiaban el aceite del motor del carro y le ofreció comida a un mensajero que pasaba por ahí a tanquear en moto, diciendo: papi, quiere comer?... si hay pa uno hay pa todos. El hombre saboreó la comida y agradecido, desayunó con nosotros y al despedirse, guiñó los ojos y chocaron las manos como si fuesen parceros. Toda una lección de apertura y dignidad.


Alberto evidentemente tiene una gran facilidad para conectar con la gente y posee una destreza e inteligencia espacial y muscular enorme. En cada tramo de viaje, hemos conversado de lo que venimos viviendo y soñando y una apertura a conocernos más ampliamente. Quiero al finalizar, apoyarlos en la construcción de una página web y un video promocional, para que fortalezcan, junto con su socio Daniel Matiz (maestro de obra), su propia empresa de construcción, y que este proyecto que están haciendo con nosotros, se convierta posiblemente en la oferta de un modelo de casa piloto que puedan ofrecer en el mercado.

El reto más grande que se ha tenido hasta el momento en la construcción, ha sido sin duda la subida de todo el material hasta el sitio de construcción, en un tiempo muy invernal, la carretera angosta de un solo carril y un nivel de dificultad de conducción muy alto. Sumado a esto, la novedad para mí, de la exigencia física de conducir largas horas consiguiendo todo lo necesario para la obra en los Depósitos y Ferreterías más económicos del sur de la Ciudad y de regreso, superando obstáculos en un camino muy escarpado, faldudo, con piedras altas, lluvia permanente y repleto de barro. 

Nunca había tenido que resolver tantas situaciones (y tan seguido) complicadas... e irlas resolviendo (sin miedo) momento a momento y también ha sido nuevo para mí, los viajes de un lugar a otro, por muchos lugares del Sur de Bogotá y Soacha: barrios de los que antes no sabía nada, tales como Candelaria La Nueva, San Mateo, San Carlos, Patio Bonito, María Paz, Tres Esquinas, el Oasis, Potosí, Ciudadela Sucre, San Nicolás, Los Laches, Matatigres, La Playa, Santa Lucía, el Bronx, Sierra Morena, entre otros

 Frente a la subida de materiales, tengo que reiterar que para mi ha sido maravilloso contar con un equipo fuerte, dispuesto y recursivo, que labora intenso de sol a sol y que acompaña pacientemente la compra de todos los materiales. Esto ha sido esencial y muy inusual en los maestros de obra. También es clave indicar, que nos hemos distribuido muy bien las funciones de acuerdo a las inteligencias y experticias. El equipo me ha enseñado muchas cosas, entre ellas la generosidad, la recursividad, el trabajo bien hecho, la disciplina, el humor, otras formas de vivir y ganarse la vida y he aprendido además de ver mis ignorancias y privilegios, ver mi vida desde otra perspectiva, relativizando muchas verdades que daba por supuestas y valorando otros saberes, corporalidades, inteligencias y estéticas.

Hoy puedo atestiguar, que contar con un equipo firme y hacer el trabajo en Minga, nos hace más valientes, contentos y fuertes a todos. Es una estrategia de ganar-ganar donde todos salimos fortalecidos. Ya no me preocupo, porque sé y siento que cuento con otros que están dispuestos a ayudarme. Cada uno ubicado en el puesto de la cancha, atento a la jugada donde cada uno pueda dar lo mejor de sí. Esta conclusión, es algo que me hace pensar que entre más nutrida y fortalecida sea una comunidad, es decir, entre mejores relaciones tengamos con los demás, mayores serán las posibilidades en diluir el miedo, la duda y fortalecer por ende la seguridad, la confianza, los intercambios y los proyectos comunes. Esto es un descubrimiento con consecuencias educativas y sociales muy fecundas.

 

Por otro lado, la práctica de la conducción intensiva realizada en la última semana, me ha hecho poner en la piel de muchos conductores que realizan este trabajo a diario y el voltaje de realizarlo en una ciudad grandísima, agitada y caótica como Bogotá. Sin embargo, es una realidad, que el ver la materialización de un sueño tan hermoso como el que estamos realizando y viendo un equipo tan comprometido, los miedos individuales se suavizan, y siente uno además del respaldo, la certeza de que, pasada cualquier circunstancia difícil, siempre habrá una solución imaginaria más bella y recursiva, un apoyo incondicional distribuido. Qué hermoso sentir esto.

 

Me gustaría seguir contándoles un poco más sobre la conformación del equipo. Nativos de Choachí, contamos con John, el ayudante y cuidador de la Montaña Compartida, y su hijo Estiven de 15 años, ambos muy colaboradores, fuertes y con conocimiento de la vereda y vecinos. Han vivido buena parte de la vida entre nubes, campesinos, trabajos fuertes de ciudad y de campo y envueltos en la vegetación de sub-páramo. John y Estiven, son seres fuertes, respetuosos y atentos, en varias ocasiones han colaborado con muy buena onda al resolver problemas, en especial, sacar a la camioneta del patinaje chiguano fangoso y la mayoría de veces están en buena disposición a crear las mejores soluciones. Estiven es valiente, una vez lo vi rápidamente reptar por el tronco hasta la copa de un pino alto, con el fin de desbrozar las ramas con una sierra pequeña, previo al derribo. Hemos dado un buen uso a la madera. De los pinos hemos sacado material para formaletas, postes para el parqueadero, pedazos de cortezas para caminos y también quedará buena parte para ser usado como leña. 

Subiendo de Gallinas felices hasta la casa, hay 4 puntos críticos por el camino, que, de ir y venir, los tengo plenamente mapeados. Cierro los ojos, y paso despacio para no afectar el carro por debajo, en otras partes paso rápido, para no encunetarme, esto pasa ya casi a la llegada donde voy danzando como un vals en los surcos movedizos de una capa densa y negra de barro, en un sitio oscuro impenetrable a la luz del sol y esto hace que sea de extremada dificultad, incluso subiendo con la 4x4 con bajo y un buen peso en la parte trasera de la camioneta. Las soluciones que se han intentado cuando hemos quedado patinando, van desde la puesta de arena seca, escombros y en otras ocasiones extremas, zarandear fuertemente el carro, levantar las 4 llantas con gato, para apoyarlas en otros materiales como recebo o tea partida, que proporcionen más agarre a las llantas. 

 

He notado que es muy importante al momento de trabajar en un contexto rural, muy desconocido hasta el momento para nosotros, tener aliados, una red social amplia y la oportunidad de establecer amigos y aliados en la zona, para resolver circunstancias, establecer contactos y apoyarse en ayudas mutuas que en el transcurso de la obra y de la vida compartida cotidiana se vayan necesitando. 

 

Es muy emocionante respecto a lo comunal, saber que ya participamos en una reunión de la vereda, donde nos dimos a conocer y mostramos con nuestra participación y escucha que nos interesa los asuntos comunes a todos, especial y coyunturalmente, el camino real que requiere la atención y a todos actualmente nos preocupa. Para tal fin, mi compañera María José creó un grupo en whatsapp para ir abordando la situación del camino y barajando soluciones colectivas. Aunque existen con algunos vecinos, tensiones intrínsecas por el daño generado por la subida de un tractor y de la frecuencia de uso de la camioneta, es una alegría ver que este encuentro está próximo a darse.

 

 

 

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