Hoy quiero compartir una reflexión inspirada en las Matrices de pensamiento de Alcira Argumedo. Su texto me puso a pensar en cómo las sociedades organizan el sentido, cómo imaginan el futuro y qué fuerzas simbólicas están en disputa en este momento histórico.
Lo interesante es que, al leerla, no pensé en las visiones de mundo con las que suelo sentir afinidad. Más bien ocurrió lo contrario: empecé a ver cómo están reapareciendo imaginarios que creíamos superados, pero que hoy definen gran parte de las guerras culturales en el mundo.
La marcha de la humanidad” – David Alfaro SiqueirosY ahí es donde la lectura de Argumedo se vuelve muy lúcida. Para ella, las matrices de pensamiento no son etapas evolutivas ni niveles de conciencia. Son estrategias históricas: proyectos político-culturales que compiten por el sentido común. Y cuando uno mira la política reciente, eso salta a la vista.
Figuras como Bukele, Trump, Milei o, en Colombia, el candidato presidencial Abelardo de la Espriella, no proponen realmente un futuro nuevo. Lo que hacen es reactivar una matriz muy antigua: la del héroe que viene a poner orden, la del dirigente que suele tener muy claro al enemigo, la de la fuerza como camino hacia la salvación. Y esa narrativa funciona porque aparece justo donde hay miedo, precariedad, incertidumbre.
También me di cuenta de algo incómodo: creíamos que nuestras visiones de mundo —más inclusivas, más plurales— eran compartidas por mucha gente. Pero el panorama muestra algo distinto. Hay matrices de pensamiento muy vivas que apuestan por el orden, la autoridad, la contundencia, el racismo, clasismo y la violencia. Y también hay otras que buscan sostener la vida, la comunidad, la empatía y la dignidad.
Lo que me interesa es esa tensión. Porque ahí se revela la profundidad del momento histórico que estamos viviendo. Esto no es simplemente una pelea entre derechas e izquierdas. Es una disputa entre formas de interpretar el mundo, de entender la libertad, de imaginar el porvenir. Cada matriz responde a una herida social distinta.
Y aquí viene la pregunta con la que quiero cerrar: ¿Qué matriz de pensamiento estamos alimentando cada día, con nuestros miedos, con nuestras decisiones y con nuestras conversaciones?
Porque, al final, la disputa política es una disputa por el sentido mismo. Y ese sentido no se impone por fuerza ni se gana humillando al adversario: se construye ampliando la imaginación colectiva y entendiendo con profundidad las diversas visiones de mundo que hoy compiten por orientar nuestro futuro.


No hay comentarios:
Publicar un comentario